domingo, 28 de septiembre de 2008

Otra vez la misma historia

De pronto, retrocedo en el tiempo y me veo igual: resumiéndolos a todos (mis exs) en uno, estoy sentada frente al hombre ideal, me ama (o por lo menos hasta entonces, aún no sé si en el futuro se convertirá en un patán) y se preocupa por mí... yo lloro como una Magdalena y él trata de arreglar algo, como si yo fuera una muñeca rota que reparar. Así me siento, como si algo se hubiese roto dentro de mí y marcara el instante preciso en que todo se empieza a cansar, a gastar.

¿Qué pasó? me pregunto, la pena que siento es más grande y más antigua de lo que cualquiera pueda pensar. Momentos antes conversábamos, discutíamos sobre alguna estupidez y de pronto algo, un movimiento brusco, el enojo en su mirada, la mueca en los labios, algo me lo recordó. Ante mis ojos fuiste convirtiéndote en ese otro hombre que nunca supo lidiar con una discusión y ante la más mínima chispa daba rienda suelta a su furia: mi padre.

Recuerdo que luego de quebrarle al menos una costilla a mi madre, el hombre desaparecía días enteros para luego llegar con regalos, literalmente 'engañitos' para que olvidáramos, como él, lo que había pasado, pobre de quien fuera a preguntar... Pero tú no sabes que por eso detesto que te hagas el tonto una vez que lanzaste la piedra, si algo aprendí es que no hay regalos que me hagan olvidar esa cara, la expresión de la furia previa a desatarse... verás, la conozco más que tú, aunque eso no sea específicamente tu culpa.

'Dulzura' era la forma en que mi madre solía llamarlo, muchos, muchos años antes de que tú y yo existiéramos. Siempre me pregunto ¿habrá tenido ella alguna señal de lo que iba a ocurrir, algún atisbo como los que yo veo ahora, como los que sentí cuando apretabas mi brazo minutos atrás, o como cuando me trataste de ganar un argumento diciendo que simplemente hay que ser tonta para no ver las cosas como tú?.

Gracias a mi padre he perdido la capacidad de creer en los hombres, no puedo pararme frente a ninguno de ellos sin preguntarme cómo será en 15 años más, si algo intangible desencadenará mi pasado en el futuro y, como vaticinaba cierto estudio, repetiré los errores de mis padres aguantando más de lo que debiera aguantar.

Tiendo a pensar que por eso estaré siempre sola, porque no tolero ese bicho de la duda hablándome tras la oreja. Por más que no quiera, sacando la cuenta, con todos me ha pasado lo mismo en algún minuto, no todos salieron airosos de ello. Pero lo que más me molesta es que ni 100 años de terapia podrán quitarme la duda, acallar a la vocecita que, cada vez que encuentro a uno nuevo, me dice "¿será que en él por fin podrás confiar?"



Liss

jueves, 25 de septiembre de 2008

LAS ETAPAS DE UNA EX

El proceso debería ser el de secarse las lágrimas y seguir para adelante
Pero no..... Oh no, encima tenemos que soportar que algunas veces
nos atrape la bipolaridad antes de superar del todo al Innombrable.

Resulta que se me ha dicho de todo en esta vida, se me han dado todos los trucos posibles para sacarme de encima el fantasma del ex, pero nada funciona hasta que hayas superado una serie de etapas. No es tan sencillo como quedarse haciendo el luto en casa o con juergas interminables donde incluso puedes tomar de pañuelo a uno que otro amiguete que encontrís rico (aunque no es recomendable). Resulta que los duelos hay que hacerlos si o si, y al final es lo que me tiene más irritada.

ETAPA 1: LA PLAÑIDERA
Las que estamos escribiendo en el blog de la ex lo hemos llorado todo. O no? sólo después de eso se sienta una a escribir, a desmembrar a los discapacitados emocionales que nos lo hicieron pasar tan mal. Pues bien, acá es donde una se gasta paquetes y paquetes de confort sollozando, aburre a la amiga hasta que empieza a huir de ti (las que se quedan son las reales por siacaso, el deber es estar al lado de la caída en batalla), se encierra en casa con pataletas de ¨quiero que el mundo se acabe¨y hasta entra en los patetismos de recordar porque el ex era bueno, o lo quería tanto, lo amaba tanto (A veces era tierno el pobrecito). Se supone que es la etapa de la autocompasión y debería ser más o menos corta. Ojalá, sino nos quedamos pegadas, empezamos a sicopatear correos, blogs, fotologs, perfiles de facebook, hasta quedar con la angustia hasta la cien otra vez.
(A todo esto, una vez me cai de un árbol por sicópata pero creo que eso merece otra entrada). En esta etapa aún lo queremos un poco al miserable aquel, incluso hasta somos tan ilusas que le deseamos ¨lo mejor¨. JA, lo mejor my ass.

ETAPA 2: EL ODIO INFINITO
Y derrepente surge ese odio desmedido que no sabes de donde viene. Ese odio de ¨quiero que te atraviese una bazuca¨o ¨me encantaría que se te caiga el pico, total nunca lo usaste mucho¨. Debo reconocer que soy de las personas que odia mucho, y creo firmemente que eso es mejor a quedarse guardado con todo. Siempre he pensado que reprimir la ira porque no es ¨lo correcto¨es de moscas muertas. Yo odio sin disculpas ni excusas y tampoco lo oculto. Así que esta etapa en particular tiene todos los argumentos del caso. El rencor siempre tiene que ver con las cosas que te vas acordando a medida que te recuperas de la pérdida: que era un pendejo de la gran puta, que era machista y mamón, que era cobarde, que nunca te dio tu lugar, y ni siquiera era tan mino como para que lo pasaras mal. (Tendría que haberse dado con una roca en el pecho, dije yo siempre, de que al final lo pesqué, y para qué, diganme para qué). Creo que la rabia hacia el ex no tiene nada que ver con el estado en que te encuentres ahora. Supón que ahora eres re feliz con otro tipo que resulta evolucionadito, e incluso en ese punto te darás vuelta y te acordarás de algunos ex que no valieron la pena, ni una lágrima tuya, y sin embargo no puedes evitar desear que algo muy espantoso le pase, como que le de una diarrea fulminante en medio del trabajo. Algo así, sujeto al ridículo, sólo para empezar.
Ahora, yo nunca hice nada, quizás porque me gana el tiempo y la vida, pero pucha que me habría gustado.

ETAPA 3: MEMENTO.
Aló? quién eres??? El cuánto? Bueno cuando eso nos pasa claramente estamos al otro lado de la piscina, el río, el jacuzzi, como quieras llamarle. Es en esta etapa donde yo -que no soy una experta para nada pero me lleno de reglas igual- recomendaría que es posible saludar al ex, volver a hablarle si es que es estrictamente necesario, si te lo chocas en una cena o en algún lugar público donde no hay mucho más que hacer. No entablar amistad pero sí por lo menos hacer alcance de que se trata de dos personas civilizadas, demostrar lo lady que una puede ser porque YA NO IMPORTA, ERES UN MOSQUITO QUE PASO POR MI VIDA. En esta maravillosa etapa donde el ex ya no es más que un lejano y annoying recuerdo en tu cadena de amoríos, es cuando una quizás podría pensar que algo aprendió. No se, algo tuviste que haber aprendido no? como que una posición duele más que la otra o lo importante que es no meterse con un tipo enganchado con otra mujer. Al final es el memento el que vale la pena después de la catástrofe, y claramente ninguna de las que escribimos en este blog ha llegado del todo a este punto con el último ex. Y no. Es que hay tanto tanto que decir de ellos!!

Por: Deeply Disturbed Girl.

martes, 23 de septiembre de 2008

¿Por qué soy buena gente?

En el fondo, soy buena gente. Me río de la desgracia ajena, pero no me alegro. Lo que pasa es que mi humor negro – negro a veces hace creer que soy una heartless bitch. Y nada más lejano a la realidad.

Para que se entienda: Innombrable hizo conmigo lo que quiso. Me gorreó en innumerable ocasiones, me mintió en muchas más y barrió el piso conmigo como quiso.

La cosa es que en mis múltiples discursos de venganza, además de pedir su cabeza en una bandeja de plata (mostra Salomé), siempre quise que él se sintiera como me sentí yo. Es decir, que lo engañen frente a sus narices. Una sola vez. Que sienta ese desgarro en el corazón al darte cuenta que la persona en quién confiarías tu vida no es más que un patán calentón que con tal de satisfacer sus bajos instintos es capaz de envolver la cabeza de su madre en la bandera nacional y proceder.

El otro día, revisando su blog (vicio porfiado que aún no puedo dejar) él contaba que lo habían engañado. Que se sentía raro, mal.

Y yo, en vez de saltar en una pata e irme de farra con mis amigas, me vi intentando conseguirme su celular y enviándole un correo preguntándole si necesitaba hablar con alguien, mal que mal, nadie mejor que yo para escuchar las penurias amorosas de los engañados.

Algo hizo que me arrepintiera antes de apretar “Enviar”. Dejé las cosas ahí, tal cual, guardadas en esa maravillosa opción "Borradores" de mi email.

Pasaron los días y volví a leer el post en cuestión, pero esta vez terminé de leerlo completo.

El post dice que todo es una mentira, que el que se ríe último siempre se ríe mejor y toda esas patrañas que le gusta repetir tanto a Innombrable.

Yo me quedé plop. Sé que escribe esas cosas porque yo las leo. Eso del yo sé que tú sabes que yo sé. También sé que su juego favorito es meter la mente de las personas que lo rodean en una juguera solamente para ver qué pasa. Y sigo cayendo. Una y otra vez, no hay caso, no aprendo. Los buenos valores inculcados por Papá y Mamá y la misa dominical surtieron un efecto demasiado profundo.

Lo bueno es que ahora ya no me duele tanto como antes. Sí, en el primer momento volví a desear su cabeza (y lo que cuelga entre sus piernas) en bandeja de plata. Pero duró tan poco que hasta yo misma me sorprendí. Me di cuenta, no en un aspecto soberbio, que soy mejor que él. Que tal como dijo una amiga mía: “Haga lo haga, Innombrable siempre te va a estar buscando a ti. En otras, muchas, pero a ti. Ése es su castigo. Que nunca más te va a volver a encontrar”.

Odiosamente,
La Rabiosa

sábado, 6 de septiembre de 2008

La ex de tu ex

Si algo peor que tu ex, eso es y siempre será la ex de tu ex.

Ese espécimen que se te apareció durante tú relación recordándote que ella lo conoció antes que tú, que fue su novia antes que tú, y que del lugar al que tú vas llegando, ella ya viene de vuelta.

Hay de todos los tipos: la simpática, la cariñosa en exceso, la malhumorada que siempre te mira con cara de odio, y la que personalmente más me desagrada, la mosquita muerta. Esa última es la peor de todas porque tu pareja realmente se cree eso de que no rompe un plato. Y que el comentario medio malintencionado que te hizo o ese momento en el que la pillaste mirándote con cara de asesina en serie pero que nadie más presenció, son obras de tu imaginación. En esos casos es frecuente escuchar el “Mi amor, es que no la conoces, si hace mucho tiempo que no pasa nada con ella, somos amigos no más, estás siendo paranoica, dale una oportunidad”. Y tú sonríes, prometes intentarlo, pero sigues sintiendo que algo huele podrido, muuuy podrido.

Este tipo de exs son casi tan molestas como aquella mujer que no es la ex de tu pareja, pero sí es el amor de su adolescencia que nunca le hizo caso, o la mejor amiga que a ratos es demasiado cariñosa, y que no sabes si desconoce los límites de una amistad y el respeto por la actual pareja de su “amigo”, o si lo hace a propósito para marcar territorio y decirte disimuladamente “Esto es mío, tú sólo estás de paso, pero yo siempre he estado aquí y seguiré aquí”.

Con toda esto de rememorar me da por acordarme de Rodrigo. Rodrigo y yo solo estuvimos juntos algunos meses. Eramos muy diferentes y desde el comienzo debió haber sido obvio para mí que, pese a la mutua atracción, no iba a resultar. Quizás la primera pista fue cuando estábamos empezando a salir y me dijo que su ex, Giselle quien vivía en el norte, vino a Santiago y se iba a quedar en la casa de Rodrigo durante su estadía. Todo por abaratar costos y no hacerla gastar en un hotel o una pensión, por supuesto.
Giselle, además de tener uno de esos nombres que habría sonado bien en cualquier idioma menos el castellano y además venía acompañado de un apellido bien hispánico, era “amiga” de Rodrigo. Según él hacía mucho tiempo que ninguno sentía nada por el otro y por eso podían ser amigos. De hecho, cuando ella iba a Santiago no sólo se quedaba en su casa, sino que dormían en la misma pieza y en la misma cama, pero adivinen qué… por supuesto, él decía que no pasaba nada.

Como estábamos recién comenzando a salir y yo no sabía si nuestra relación se convertiría en algo serio o no, decidí no decir nada, y la visita de Giselle pasó sin pena ni gloria, al menos por el momento. Porque más adelante supe que cuando ella vio que él le prestaba casi nula atención, preocupado de salir conmigo y hablando de mí, ella le hizo una escenita diciéndole que por qué le hacía esto si ellos “estaban tan bien”. El se impresionó y le dijo que quizás ella estaba bien pero él no. Que no estaban juntos, que no tenían nada, y que era a ella a quien esa situación de noviazgo fingido (algo así como una relación amorosa pero sin besos ni menos sexo) le acomodaba, pero para él eran sólo amigos y que necesitaba una relación de verdad. Finalmente ella entendió y le dijo que tenía toda la razón y que no sabía por qué le había dicho todo eso en primer lugar y que lo olvidara. Por supuesto que él le creyó. Cuando me contó y yo me molesté me dijo “pero si ella misma dijo que no sabía por qué estaba reclamando y se arrepintió, fue una tontería”. Pero cosas así nunca son una tontería, y sé que ella y yo lo sabíamos.

Bueno, no todo era culpa de Giselle, en honor a la verdad. Rodrigo no ponía mucho de su parte por fijar bien los límites ni pensaba demasiado en hacerme sentir cómoda. Por ejemplo, a Rodrigo le dicen el gato, y a Giselle en consecuencia le decían la gata cuando estaban juntos. Y todos seguían llamándola así, Rodrigo incluido, lo que me crispaba los nervios, pero él se excusaba diciendo que a ella le decían así “antes de estar con él”. Un día, estando en una fiesta conmigo, lo vi sacar un llavero con un gato que sostenía un corazón entre sus patas. Le pregunté por él, y por supuesto, era un regalo de Giselle (y uno bastante reciente). “Lindo, ¿no?” me dijo con una sonrisa idiota. Me tuve que quedar callada un rato para que se me pasara la rabia, antes de poder articular palabra.

Verán, Rodrigo era de esos que decía que él pensaba distinto al común de la gente, y así excusaba sus constantes metidas de pata. Que lo que para todos los demás era obvio, a él no se le cruzaba por la mente. Así que, después de respirar hondo, le dije lo más tranquila posible pero con firmeza, que él podía pensar distinto a todos los demás, y podía estar seguro que Giselle era su amiga, pero que ahora estaba en pareja y tenía que respetarme y hacer un esfuerzo por pensar en las cosas que podían molestarme y que yo no estaba para pasar por idiota en una fiesta frente a mis amigos, porque le podía asegurar que todos iban a pensar lo mismo que yo. Y lo cierto es que, antes, siendo más niña, ya me miraron con pena porque algún idiota no supo poner límites con otra mujer y me dijeron “pobrecita, qué horrible que te haga esto”, y no pensaba pasar por lo mismo.

Me pidió disculpas algo avergonzado, pero siguieron pasando cosas. Lo más gracioso fue que meses más tarde ella volvió a venir a Santiago, y se quedó nuevamente en la casa de él. Y él me avisó un poco antes porque pensó que “me podía molestar” pero que esperaba que lo entendiera. Claro, no me quedaban muchas opciones, pensó que me podía molestar, pero la decisión ya la había tomado y la invitación ya la había hecho. Esta vez ella se iba a quedar en otra pieza, durmiendo con su sobrina, al parecer. A mí, para ser sincera, este detalle no me importaba mucho. Yo no me iría a quedar en la casa de un ex que ya tiene otra relación, que ya se veía estable y duradera, y cuya novia se queda frecuentemente en su casa (eso hacía yo). Era cosa de ubicarse. Y si un ex mío quisiera quedarse en mi casa, por muy amigos que fuéramos y por mucho que yo quisiera ayudarlo a abaratar costos de viaje, yo no lo habría aceptado. Era cosa de ubicarse. Cosa que Rodrigo y Giselle jamás estuvieron dispuestos a hacer.

Lo más gracioso es que Rodrigo después era quien no entendía por qué yo terminaba con él si “estábamos tan bien”. Ja. Y se había enojado con la gata antes por decirle la misma frase. Queridas, un consejo, cuando les digan eso, sólo significa una cosa. El está bien. Pero si ustedes están terminando con alguien o empezando con otra persona… lo más probable sea que ustedes no hayan estado bien antes y sólo quieras reestablecer el equilibrio perdido.

Pero debo decir que una parte de mí entiende a Giselle. Quizás una de las cosas más complejas de terminar con alguien a quien quisiste mucho, a quien incluso creíste amar, a la larga es eso, saber que terminarás por convertirte en su ex. Que si te quedas rondándolo por la razón que sea, otra te mirará con cara de molestia, y si desapareces, serás una vieja historia, un recuerdo borroso, después de haber sido algo tan real e importante. Lo bueno es que él también se convierte en “el ex” y por fin puedes contar todas sus anécdotas ridículas o molestas, puedes mostrar rabia hacia él, o pena, o resentimiento, o una suerte de cariño lejano diciendo noblemente “espero que esté bien”, y nadie te pueda juzgar, total, es tu ex.


Faye

lunes, 1 de septiembre de 2008

El insistente

Todas tenemos alguna historia divertida con un ex, la que sacamos para la anécdota y comparación de especímenes recolectados y yo, claramente, no soy la excepción. Esta es la historia de Rolando, a quien guardo en mi memoria con una mezcla de sentimientos encontrados porque aún no sé qué rayos se me pasó por la cabeza cuando me metí con él.

A Rolando lo llamo respetuosamente 'el insistente', aunque entre mis amistades se ganó el apodo de 'psicópata' por su insistencia en volver conmigo a lo largo de los años, aunque yo sigo pensando que deben existir hombres más psicópatas que él y espero nunca encontrarme con uno.

Rolando era todo lo contrario de mi: si yo era callada él no paraba de hablar, si yo tenía buenas notas él había repetido 3 veces el mismo curso, si yo creía en un mundo mejor y sin violencia él optaba por la anarquía y el amotinamiento... en fin. La cosa es que estuvimos saliendo por un tiempo, pero lo que creíamos que era 'química' era pura calentura y no resultó. Hasta ahí todo bien, parecía una historia normal incluso en los intentos fallidos de Rolando por 'reconquistarme' -odio que los hombres crean que una les pertenece como un pedazo de tierra... eso de que traten de obligarte a quererlos aún cuando tú ya tomaste tu decisión me apesta, todo ese cinismo de los gestos 'románticos' como llegar con flores a tu casa para que te creas que han cambiado... no es para mi-, pero Rolando fue un paso más allá de lo recomendado y empezó a hacerse amigo de mi familia, que ni siquiera supo de su existencia durante nuestro affaire.

Era chocante de pronto llegar a mi casa y pillarlo cómodamente instalado en el living compartiendo un tecito con mi abuela, hablando sobre mí. Me perseguía, cambié mis números de teléfono y los volvió a averiguar, aparecía de la nada cuando iba saliendo de mi casa y se ofrecía a acompañarme al metro... era un fastidio pegajoso que no entendía palabras, gestos, nada. Cada vez que le pedía que me dejara tranquila me decía que era la última vez que lo hacía y después de un largo tiempo volvía a aparecer como que aquí no ha pasado nada.

Creo que se encontró otra a la que molestar, porque hace años que no ha vuelto. También puede ayudar que me he cambiado unas 3 veces de casa, teléfono y celular. Igual, me han dicho algunos familiares que de vez en cuando lo ven por la calle y yo entro en ataque de ira, pasándome todos los rollos habidos y por haber: que me espía, que va a molestar a quien se me quiera acercar, que cuando no estoy en casa llama a la puerta para 'saludar' y de paso entrar a mi pieza, hurgar mi ropa, qué sé yo... que cómo es tan pendejo para no buscarse una vida.

Aún así me siento mala, porque según él, sólo quería que fuéramos amigos porque no tiene nadie más con quien hablar de sus problemas. ¿Pero acaso eso es asunto mío? ¡Nones! Tenía la maldita manía de meterme con incapaces sociales, autistas exitistas que no saben hablar de sus líos si no es en la cama, pero de todo se aprende y prefiero pelearme con alguien por mandarlo al sicólogo antes de otro Rolando.

Completamente desmitificado eso de que son las mujeres las que se ponen sentimentales después del sexo... o por lo menos no soy de esas féminas delicadas que lloran mientras su galán les ofrece un Dualette y les dice "No te quedes en el pasado, nena". ¿Es que alguna lo es?


Liss

 
Template by suckmylolly.com : header image font "Beauties by Bill Ward"