lunes, 30 de noviembre de 2009

El truco más viejo de la historia

Había olvidado por completo que el hecho de estar soltera es entendido como que estás "disponible"... Tanto tiempo enredada en líos amorosos que ya había abandonado las búsquedas románticas, dedicada a disfrutar a concho mi soltería, mi propia compañía, mi yo solitario, sin agregados, la manifestación de mi voluntad que me decía "sal a bailar, ríete fuerte, abraza a todo el mundo si quieres, habla con desconocidos si te provocan confianza, y ese tatuaje que hace rato te querías hacer?", porque, admitámoslo, estar en pareja coarta un poco y hay decisiones para las que inevitablemente tienes que preguntar...

Bueno, en eso estaba cuando un viejo amigo de la adolescencia, J*, vino a recordarme esa OTRA parte de la soltería.

Cuando conocí a J éramos los dos un par de críos que jugaban a coquetear, pero cuando llegó el momento de la verdad y nos dimos el primer beso, noté que en realidad no me gustaba, sus besos me sabían a absolutamente nada... simplemente no era para mí. Claro, cuando me lo fui a topar años después no me acordé inmediatamente de eso, estaba demasiado feliz de pillar a alguien conocido y esquivar a un par de maleantes que le habían echado el ojo a mis pocas pertenencias...


-J!
-L... Liss? ¿Eres tú?
-Pero claro que sí, ¿quien sino?... jajaja... Qué rico veeerte!
-Créeme que el contento soy yo, qué cambiada estás mujer!
-Ni tanto... por que lo dices?
-Es que creciste... y vaya que creciste bien
-Hormonas y herencia, le dicen
-Bendita tu madre por haberte tenido...
-Perdón???
-Disculpa, es que es raro que justo la mijita rica que estás mirando te salude y resulte ser amiga tuya...


Y así empezó todo, yo solamente me reía con sus salidas jotescas, completamente exageradas según mi punto de vista, pero que al final del día agradecía porque me levantaban el ánimo y me hacían reír. El J me divertía con sus clases sobre cómo jotean los hombres, me contaba sus estrategias de seducción y luego, descaradamente, las ponía en practica conmigo, incrédulo ante mi convicción de no querer más que amistades por la vida y mi completo hastío de cualquier otro tipo de relación.

Al poco andar, las insinuaciones se volvieron cada vez mas directas y yo, pese a que me divertía con sus relatos de aventuras sentisexuales, me empecé a hartar de que no entendiera que ni 'amigos de cacha' íbamos a ser, mucho menos con la decepcionante experiencia de nuestro pasado. Finalmente debió rendirse porque dejé de recibir sus llamados en la madrugada diciéndome como me quería encontrar cuando me pasara a buscar en una hora, diciendo: "Si yo también me voy a arreglar para salir con la tremenda mina que eres tú".

Luego me enteré que una ex lo engañó con la de "sin condón, total tomo pastillas" y lo convirtió en papito corazón. No pudo dejar de darme risa que él, el más macho, el que se las sabía todas y el pierdeteuna, cayera con el cuento más viejo de la humanidad. Tal como me decía por entonces mi instinto, lo que pasa es que algunos son pura boca... y ni aun así saben besar.

Liss


* J por jote, obvio.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Sra. Flaite (o la otra reparadora de hombres)

Para aquellas que todavía piensan que “contigo pan y cebolla”.


Para aquellas menores de 25 que creen que apuntar al tipo “resuelto económicamente” es frío y calculador.

Para aquellas que creen que hay que seguir los impulsos de amor… (eufemismo de la historia que oculta nuestra natural calentura animal).

Ahí les va una pildorita….

Érase una vez una niña de unos 20, que había ido a un buen colegio, iba a una buena universidad, vivía sola en un lindo departamento y tenía un selecto grupo de amigos.

Hasta que una noche, en medio de una discotheque, polera ajustada, el cuerpo marcado, bailando como negro en carnaval, un tipo algunos años mayor se mostraba como lobo en el sudado bosque esperando la presa.
Y ahí entro yo, torpe y tincada.
No solté al prospecto guapo hasta que me dieron calambres en los gemelos, disimulados por un “¿vamos a la barra?” que salió de mis labios.
Antes de saciar la sed, nos besamos apasionadamente, mientras yo sentía que el dolor de mis calambres se escabullía por mi entre pierna hecho calor y ansiedad.
No fue hasta pedir el trago que me di cuenta de que remábamos en botes distintos.
-¿Qué vas a tomar? – Le pregunto
- No sé, lo que estés tomando tú… - Me dice con la despreocupada actitud de quien no tiene un peso para invitar a una chica…. Y no le da ni una pizquita de pudor de macho cabrío discothequero.
- Pero dime, yo te invito- Insisto

- Ya, un güisqui- Me dice

Como si esto no coronara mi íntima humillación, de camino a la pista me dice “que riiiiiiiiiicoooooo”, probando su trago. Muy bien, pidió el trago más caro porque no lo había tomado antes. O sea he sido brutalmente usada. Y dice “¡Qué rico!”, ¡Qué horror!, tengo que huí. Pero a los dos segundos de ver el mundo con cordura, me tomó entre sus brazos fuertes, me apretó con su pecho marcado, y me hizo flotar en sus bien dados besos.

Y pasó el tiempo. Y siguieron los besos, y el sexo increíble, y mis invitaciones a tomar un trago o a comer. Pero ya que la vida sigue y a cada paso pesa, convirtiendo los detalles que no vemos en el ensueño del enamoramiento en grandes detalles que vemos crecer cada día, empecé a sentir algunas disconformidades.

Sentí la enorme carencia de conversar de algo más interesante que las películas de Jean Claude Van Damme o las peripecias en su nada apasionante trabajo, empecé a cansarme de tener acción en la cama mañana, tarde y noche así, sin más, rebuscando palabras de amor, admiración y nexo que alguna vez usé con más sinceridad. Empecé a notar que ante una linda canción yo estiraba la mano y decía “¿bailemos?”, y el decía “chaaaaaaaaaa, ¿para qué?” y seguía viendo la televisión. Empecé a hartarme de que vaciara mi refrigerador después del trabajo, que usara mi cepillo de dientes, que se quedara en mi casa todos los días, que jamás me llevara un obsequio, que jamás me invitara un trago y que después de una buena cena, tomara lo restante en un pirex y me dijera “le voy a llevar lo que quedó a mi mami, para que lo pruebe, es que ella nunca ha comido de esto y está tan riiiiicooooo”.

Entonces, en un momento en que estaba encontrando, para variar, algo “riiiiicoooo”, vi, como una epifanía, mirando su cuerpo tostado, su trasero duro, sus brazos fuertes de trabajador, que ese hombre definitivamente no era para mí.

No era para mí, ni mucho menos para mis amigos, ni para mis padres, ni para nadie. De hecho ni siquiera lo amaba, pero entre la calentura y ese fuero interno compasivo que me condena, seguía con él. ¿Qué hago?, ¿Lo dejo?, ¿Lo educo?

Y ahí, es, marabunta del infierno, en que empecé a pasarte plata debajo de la mesa para que pagaras mi cuenta delante de mis amigos, que te enseñé a no sorbetear el té, a no decir “riiiiiicoooo” cada vez que probaras algo nuevo aunque estuviera realmente rico, a invitar a tu madre a comer en vez de llevarle sobras de los lugares que visitas, a lavarte los dientes antes de hacer el amor en la mañana, a no gritarme ni burlarte de mí a boca de jarro delante de la gente, a no levantarme la mano ante tus celos de mis amigos “cuicos” según tú, a ver películas que no son de acción aunque sea para disimular delante de una mujer, a decir “¿te ayudo en algo?”, a decir “No te preocupes, yo invito” y tantas otras cosas que un hombre ad portas de los 30 no puede desconocer.

Ya me había convertido en musa de Arjona con tantas cosas que te había enseñado. Además de tener el pelo más opaco, una –mi primera- arruga al costado del ojo derecho, un poco de temblor en el mismo ojo, y el colon tan dañado que pese a haberte enseñado tantos modales me convertía en la señora pedorra todas las noches.

Había envejecido diez años en 24 meses. Y en eso, toda la energía con que bailábamos esa noche de hace tanto tiempo en la discotheque, esa alegría con que tuvimos sexo como conejos durante tanto tiempo, se esfumó y ante tus ojos me volví una mujer tan carente como fuiste tú antes de tu inducción a la decencia.

Fue así como te ví hace dos semanas, después de meses sin tu ropa en mi closet, sin tu toalla del Colo-Colo en mi logia, sin tu cuerpo calientito al lado izquierdo de mi cama.

Te vi bajar de un auto que tú conducías con naturalidad –seguro lo compraste con todo lo ahorrado mientras vivías conmigo-. Entraste a un restaurante con una chica que irradiaba la alegría y la soltura de quien no ha vivido el drama de la diferencia. Ella te miraba obnubilada. Seguro le hablabas de los buenos restaurantes de Santiago, de las películas que uno no puede dejar de ver, o del sentido altruista de tu modesto trabajo.
He creado un monstruo. Pero uno que ahora sí me gusta.
Me fui con la amargura de haber hecho de ti algo cercano a lo que soñaba que fueras para mí, y que ahora lo fueras para otra. Sentí que había sido durante dos años conciente e inconciente, voluntaria e involuntariamente usada.
Sentí el impulso de devolverme, pero no lo hice. Sería una rotería. Y me guardé mi discurso para la pobre nueva víctima.

¿Sabes? Yo te lo dejé limpiecito, sin blin blin, educadito, con proyectos, con un discurso hechito para no quedar de ingnorante y un par de tips para no quedar de flaite. Pero no te libré de su entorno ni de su íntima estructura, y cuando lleguen sus amigos a embarrarte los sillones, cuando lleguen sus padres a vaciarte el refrigerador, cuando se tome unos tragos y te trate de ramera sólo por haber ido a la universidad y conocer gente que habla de corrido, cuando te levante la mano y después llore diciendo que es tu culpa, ahí te quiero ver, jovencita. Ahí te quiero ver.
Loca de Patio

domingo, 8 de noviembre de 2009

Yo, la Sicópata

Sí, lo reconozco. Sin tapujos, ni problemas. Yo soy la Ex problemática, que persigue, acosa, llama, busca y no deja nunca tranquilo al pobre ex novio. Soy la sicópata, la psycho, la peor pesadilla de cualquier mujer. Sé usar Google a la perfección y las redes sociales (Facebook y Twitter) no han hecho sino aumentar mi habilidad para conseguir información y puedo dar con números de teléfono, emails, direcciones y hasta RUT en cuestión de minutos. Saco conclusiones con una rapidez escabrosa y puedo pasar meses rogando, suplicando y arrastrándome por otra oportunidad. Pero no siempre fue así.

Una Psycho no nace, se hace. Hay ciertos defectos que si no son asumidos a tiempo, darán paso al nacimiento de una Sicópata. Principalmente, la inseguridad. Con uno misma, hacia los demás, hacia el mundo. Todos parecen mejor que tú y si alguien se fija en ti, tienes que pegarte con una piedra en el pecho.

Entonces, ocurre lo imposible: alguien te encuentra, te enamora, te hace vivir aquellos sueños y sensaciones que pensabas estabas destinada a vivir sólo en tus sueños o en películas. Eres feliz, te entregas sin tregua, planeas una vida completa con la otra persona. Hasta que se acaba. Y no es la ruptura en sí, sino la razón de la ruptura. Te engañaron, te mintieron. Traición. Incluso puede ser que hayas sido tú la que haya decidido terminar. Either way, el mundo se te viene abajo.

Y llegan las preguntas. De a poco, casi sin sentirlas. Quieres morir, saber qué hiciste mal, por qué te dejaron por otra, por qué hubo otras si te amaban tanto. Luego, al no dar con la respuesta miras hacia fuera. Y empieza el acoso.

Primero sin querer. Llamadas de la nada “Sólo para saber cómo estás, ¿qué cuentas, querido? Tanto tiempo...”. Después, empiezas a desarmar y rearmar fechas, situaciones, rostros, nombres. Y cuando empezaste a averiguar, a tener frutos de tu arduo trabajo es simplemente demasiado bueno para dejarlo. Sicopatear es una droga dura. Por eso no todos pueden, ni aguantan.

Con la aparición de los blogs y Google y Facebook y todas esas cosas, el sicopateo puede llegar a niveles increíbles. Con un par de búsquedas bien hechas, ya no sólo tienes conclusiones comprobables sólo en tu cabeza, sino información dura: comentarios sospechosos, mensajes en el muro, fotos, amigos en común, evidencia.

Pero detrás de toda sicópata (aparte de un hombre que nos cagó la siquis de por vida), está el lado que nadie quiere ver ni asumir: uno no sicopatea por gusto, sino por obligación. Porque las cosas nunca quedaron claras, por el puto “termino contigo porque no sé lo que siento”. Porque las cosas en la relación nunca quedaron claras, porque siempre hubo dudas y rincones oscuros que el otro se negó a explicar. Y esa es una semilla que nutrida por la inseguridad, la duda y el temor al abandono puede crecer y crear un monstruo. Como yo.

Sólo pido un poco más de respeto y menos lástima por la raza Psycho. Tenemos sentimientos, igual que los demás. Alguna vez tuvimos corazón, igual que los demás. Sólo que alguna vez lo hicieron tan mierda que nunca mejoró como correspondía. Somos un Frankenstein emocional, un fantasma de una persona alguna vez feliz, normal.

El problema es nuestra perversa visión del amor. El amor que una siente por el otro debería ser suficiente para superar cualquier obstáculo. Pero muchas veces no lo es. Y para algunas, eso simplemente no puede ocurrir.
Juana La Loca

martes, 3 de noviembre de 2009

Romance Ex-propiado

Dejamos con ustedes el relato de una de nuestras lectoras sobre sus amores y desamores, ¡esperamos que les guste!. Recuerden que pueden enviarnos sus colaboraciones al correo soy.la.ex@gmail.com

Desde ayer y con nada de ganas soy una más de las ex, pero una especial, soy ex de mi amante por culpa de su ex. Tal cual. Así de simple y complicado.

Para desenredar la madeja tengo que empezar diciendo que soy una mujer casada, de vida marital sin pena ni gloria y desde hace bastante poco. Como diría Kevin Johansen, las cosas no andaban bien... y justificada por esa frase supongo que me permití mirar con otros ojos y un poco más allá.

Al acecho, un hombre seis años menor, de 31, edad física al menos, la mental aún no me queda claro. Cuento corto, declaraciones de amigos en las buenas y en las malas, consejos iban y venían, jugando al correquetepillo, caí en sus brazos o él en los míos. Da lo mismo. Idilio que comenzó con apoyo del Messenger, se extendió a un par de salidas nocturnas, varias escapadas furtivas después de las 6, paseos, besos y más promesas. Un mes de felicidad y en el cielo, con el alma que creí gemela y de la cual ahora dudo.

En 48 horas todo cambia: recibe un mail de su ex de hace dos años, loca de patio diagnosticada seguramente en el hospital de Talca porque aún anda suelta. Y el muchacho que me llama, a morir y desmejorado, comienza a contarme detalles escabrosos del cúmulo de historias terroríficas de las que ha sido víctima desde que se le ocurrió terminar: atropellos, choques, improperios varios con escándalo público, quebrazón de vidrios, intentos de suicidio. Amenaza de muerte si lo ve con otra.

Descompuesto y más desmejorado, agrega que ha recibido ese fatal mensaje donde se hace alusión a nuestros nombres jugando póker en el MSN (PLOP!). Me da su veredicto: ella al parecer sabe “lo nuestro”, por lo cual “lo nuestro” ya no puede ser, y en un cerrar de ojos y sin mayor aviso, me convierto en una nueva ex, por mi propia protección.

Él pretende quedarse a vestir santos, por lo que me dice, siempre temiendo que la loca pase de las amenazas a las manos, y que yo o cualquiera otra nos convirtamos en portada de La Cuarta. Está aterrorizado, tiembla cuando me cuenta, pero no atina a más.

Me quedo con la sensación de que me deja la puerta abierta en la despedida, pero no cede ni un centímetro a mi propuesta de arriesgarme. No. Es por mi bien. Y así, después de tan sólo un mes, me cortan, me alinean, me desplazan... para protegerme, nótese, pero sin derecho a voto ni pataleo, y paso de ser ELLA, a ser nada más que el famoso trozo de hielo en la escarcha de Chayanne.

Como toda ex, he derramado las lágrimas de rigor y supongo que aún me quedan muchas más. Mi castigo es anhelar con TODA MI ALMA la risa de otro cuando tengo al lado un marido que, a pesar de todo lo malo, daría la vida por mí, y que no se achicaría ni ante un pelotón de sicópatas. ¿Será la edad? ¿Será que simplemente éste otro no me quiso?, ¿Será que es hombre?, ¿Será que soy una tonta? ¿Seré yo, maestro?

Anastassia

 
Template by suckmylolly.com : header image font "Beauties by Bill Ward"