lunes, 16 de noviembre de 2009

Sra. Flaite (o la otra reparadora de hombres)

Para aquellas que todavía piensan que “contigo pan y cebolla”.


Para aquellas menores de 25 que creen que apuntar al tipo “resuelto económicamente” es frío y calculador.

Para aquellas que creen que hay que seguir los impulsos de amor… (eufemismo de la historia que oculta nuestra natural calentura animal).

Ahí les va una pildorita….

Érase una vez una niña de unos 20, que había ido a un buen colegio, iba a una buena universidad, vivía sola en un lindo departamento y tenía un selecto grupo de amigos.

Hasta que una noche, en medio de una discotheque, polera ajustada, el cuerpo marcado, bailando como negro en carnaval, un tipo algunos años mayor se mostraba como lobo en el sudado bosque esperando la presa.
Y ahí entro yo, torpe y tincada.
No solté al prospecto guapo hasta que me dieron calambres en los gemelos, disimulados por un “¿vamos a la barra?” que salió de mis labios.
Antes de saciar la sed, nos besamos apasionadamente, mientras yo sentía que el dolor de mis calambres se escabullía por mi entre pierna hecho calor y ansiedad.
No fue hasta pedir el trago que me di cuenta de que remábamos en botes distintos.
-¿Qué vas a tomar? – Le pregunto
- No sé, lo que estés tomando tú… - Me dice con la despreocupada actitud de quien no tiene un peso para invitar a una chica…. Y no le da ni una pizquita de pudor de macho cabrío discothequero.
- Pero dime, yo te invito- Insisto

- Ya, un güisqui- Me dice

Como si esto no coronara mi íntima humillación, de camino a la pista me dice “que riiiiiiiiiicoooooo”, probando su trago. Muy bien, pidió el trago más caro porque no lo había tomado antes. O sea he sido brutalmente usada. Y dice “¡Qué rico!”, ¡Qué horror!, tengo que huí. Pero a los dos segundos de ver el mundo con cordura, me tomó entre sus brazos fuertes, me apretó con su pecho marcado, y me hizo flotar en sus bien dados besos.

Y pasó el tiempo. Y siguieron los besos, y el sexo increíble, y mis invitaciones a tomar un trago o a comer. Pero ya que la vida sigue y a cada paso pesa, convirtiendo los detalles que no vemos en el ensueño del enamoramiento en grandes detalles que vemos crecer cada día, empecé a sentir algunas disconformidades.

Sentí la enorme carencia de conversar de algo más interesante que las películas de Jean Claude Van Damme o las peripecias en su nada apasionante trabajo, empecé a cansarme de tener acción en la cama mañana, tarde y noche así, sin más, rebuscando palabras de amor, admiración y nexo que alguna vez usé con más sinceridad. Empecé a notar que ante una linda canción yo estiraba la mano y decía “¿bailemos?”, y el decía “chaaaaaaaaaa, ¿para qué?” y seguía viendo la televisión. Empecé a hartarme de que vaciara mi refrigerador después del trabajo, que usara mi cepillo de dientes, que se quedara en mi casa todos los días, que jamás me llevara un obsequio, que jamás me invitara un trago y que después de una buena cena, tomara lo restante en un pirex y me dijera “le voy a llevar lo que quedó a mi mami, para que lo pruebe, es que ella nunca ha comido de esto y está tan riiiiicooooo”.

Entonces, en un momento en que estaba encontrando, para variar, algo “riiiiicoooo”, vi, como una epifanía, mirando su cuerpo tostado, su trasero duro, sus brazos fuertes de trabajador, que ese hombre definitivamente no era para mí.

No era para mí, ni mucho menos para mis amigos, ni para mis padres, ni para nadie. De hecho ni siquiera lo amaba, pero entre la calentura y ese fuero interno compasivo que me condena, seguía con él. ¿Qué hago?, ¿Lo dejo?, ¿Lo educo?

Y ahí, es, marabunta del infierno, en que empecé a pasarte plata debajo de la mesa para que pagaras mi cuenta delante de mis amigos, que te enseñé a no sorbetear el té, a no decir “riiiiiicoooo” cada vez que probaras algo nuevo aunque estuviera realmente rico, a invitar a tu madre a comer en vez de llevarle sobras de los lugares que visitas, a lavarte los dientes antes de hacer el amor en la mañana, a no gritarme ni burlarte de mí a boca de jarro delante de la gente, a no levantarme la mano ante tus celos de mis amigos “cuicos” según tú, a ver películas que no son de acción aunque sea para disimular delante de una mujer, a decir “¿te ayudo en algo?”, a decir “No te preocupes, yo invito” y tantas otras cosas que un hombre ad portas de los 30 no puede desconocer.

Ya me había convertido en musa de Arjona con tantas cosas que te había enseñado. Además de tener el pelo más opaco, una –mi primera- arruga al costado del ojo derecho, un poco de temblor en el mismo ojo, y el colon tan dañado que pese a haberte enseñado tantos modales me convertía en la señora pedorra todas las noches.

Había envejecido diez años en 24 meses. Y en eso, toda la energía con que bailábamos esa noche de hace tanto tiempo en la discotheque, esa alegría con que tuvimos sexo como conejos durante tanto tiempo, se esfumó y ante tus ojos me volví una mujer tan carente como fuiste tú antes de tu inducción a la decencia.

Fue así como te ví hace dos semanas, después de meses sin tu ropa en mi closet, sin tu toalla del Colo-Colo en mi logia, sin tu cuerpo calientito al lado izquierdo de mi cama.

Te vi bajar de un auto que tú conducías con naturalidad –seguro lo compraste con todo lo ahorrado mientras vivías conmigo-. Entraste a un restaurante con una chica que irradiaba la alegría y la soltura de quien no ha vivido el drama de la diferencia. Ella te miraba obnubilada. Seguro le hablabas de los buenos restaurantes de Santiago, de las películas que uno no puede dejar de ver, o del sentido altruista de tu modesto trabajo.
He creado un monstruo. Pero uno que ahora sí me gusta.
Me fui con la amargura de haber hecho de ti algo cercano a lo que soñaba que fueras para mí, y que ahora lo fueras para otra. Sentí que había sido durante dos años conciente e inconciente, voluntaria e involuntariamente usada.
Sentí el impulso de devolverme, pero no lo hice. Sería una rotería. Y me guardé mi discurso para la pobre nueva víctima.

¿Sabes? Yo te lo dejé limpiecito, sin blin blin, educadito, con proyectos, con un discurso hechito para no quedar de ingnorante y un par de tips para no quedar de flaite. Pero no te libré de su entorno ni de su íntima estructura, y cuando lleguen sus amigos a embarrarte los sillones, cuando lleguen sus padres a vaciarte el refrigerador, cuando se tome unos tragos y te trate de ramera sólo por haber ido a la universidad y conocer gente que habla de corrido, cuando te levante la mano y después llore diciendo que es tu culpa, ahí te quiero ver, jovencita. Ahí te quiero ver.
Loca de Patio

12 comentarios:

Ro dijo...

Un buen discurso!!!!
No pudiste haberlo dicho mejor, no se lo dijiste a ella pero queda para leccion.

Anónimo dijo...

¡JAJAJAJAJAAAA!

Por que, cuando no me puedo reir, como el enfermo del japening, ¿ponen algo tan pa cagarse de la risa?

Lo freak, es que es para cagarse de la risa, pero es la pura y santa verdad. Seas roto con o sin plata, nada se puede hacer con entorno, amigos y familia chantas... las burbujas no existen.

Leon dijo...

me paro, aplaudo por lo menos 10 min. y luego me siento.

Impresionante y nada más que agregar. Excepto, claro está, que me da PAVOR pensar en lo que le espera al pobre muchacho cuando cache... que en el fondo, lo que es ahora te lo debe a tí.

créeme, logramos darnos cuenta.

Carita de Gato dijo...

jajajajaa que chistosa esta historia de "Educando al flaite para comérselo sin placer culpable" ... pero la verdad no sé si aquí nuestra amiga hizo ese tremendo esfuerzo porque realmente lo amara , porque por lo que dice no existía nada en él que ella admirara, digamos que en buen flaite ella estaba empotada, y menos mal que te alejaste de él porque en ese caso no creo que los polos opuestos habrían resultado...pero te admiro por haber obviado tanta cosa desagradable, yo no podría nicaaa agarrarme un gueón así, sólo los miro pero nada más ... los sapos no se convierten en príncipes

Narvandi dijo...

Yo lo intente...y al mes me rendí, imposible luchar contra su entorno, sus carencias, su falta de tino, etc.

Disfrute del buen sexo, sin lograr involucrarme, al darme cuenta de que era un salmón, nadando contra la corriente.
Pero amiga mia, buena historia me veo reflejada, en parte.

Aplaudo, silvo de entusiasmo.

Ojala, y pidamosle a los dioses que su próxima victima no salga muy dañada.

MelyPaz dijo...

Me dieron ganas de matar al bobi ql hasta que leí el último párrafo. Y pucha que es cierto, es una mona vestida de seda no más.

Y aunque salió harto cara la seda y no pudiste disfrutarla, está el consuelo de que nadie podrá, ni siquiera tu ex.

Sublime \m/

dosveces9 dijo...

Hola

Espero no te moleste que venga a leer y comentar por acá.

Pero sabes, es totalmente cierto y no sólo con los 'ex' sino hasta con los amigos... Es padre cuando un amigo reconoce que aprendio contigo... pero un ex nunca lo hace, aunque por lo menos en mi siempre ha quedado la satisfacción de saber que si es tan educaditho es gracias a 'moi'...

Saludos!!

Tirity dijo...

Lo encuentro increíble...
se parece demasiado a un ex mío... Pero a ese no estuve ni ahí con "mejorarlo". El amor no me dió para tanto

http://tityjones.blogspot.com/2007/01/1-de-febrero-amores-pasados-vol-v.html

Un abrazo
Tity

K dijo...

estimada, buena historia, igual no entiendo y me da pena como estuviste 24 meses con un simio golpeador? No merece llamarse hombre...

anilina dijo...

NO entiendo cuál es la lógica de la humanización/educación a una persona en la cual es dificil encontrar potencial, como aquel de la historia, "simio golpeador" e imbécil. Cuando una sabe cuáles son las cosas que quiere en la vida, y las reconoce justo en la zona de la entrepierna no es necesario, disfrazarlo de relación e intentar educar para poder sólo aguantar la náusea que provoca la vulgaridad. De verdad que no lo concibo.
Qué bueno que al menos dejaste de aguantar!!!

Quiltro dijo...

Diré frases cortas:

- Me gustó lo que escribiste y además mejoró mil veces cómo lo escribiste.

- Que lata que hayas salido perdiendo tú, y que él por donde se le vea, seguirá de parásito donde pueda.

- Me pasó algo similar, sólo que en vez de enseñarle modales, le enseñé a vivir una relación, y agradecida me lo demostró con un ex amigo.

- Igual te dio rabia verla con otra, si te asaltaron las ganas de devolverte, debió ser para advertirle a ella, más que mal, tu te viste en la misma, y aún con las señales de que era un error, te dejaste llevar por aquello que los hombres nunca o casi nunca pueden controlar. la calentura

saludos y buen texto, y buena historia

Unknown dijo...

se como es eso .. ahora tiene un trabajo q me gusta, un discuso q impresionaa medio mundo hasta la manera de caminar cambio... le aterra dejarme por q cree q si me voy dejara de sr lo q hoy es y volvera aser lo q siempre fue.

Y yo me atterro al ver q ahora soy yo la q no me gusto... simplemente estupendo

 
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