miércoles, 28 de abril de 2010

Gracias a mi Ex Pololo

Nosotras somos todas ex de alguien, y desde la vereda de la ex se entiende, o se trata de entender, el mantener el contacto con el ex, con la esperanza de volver con él o tal vez de joderle un poco la vida en una delicada venganza por lo todo lo que ese hi . . . de pu . . mal parido nos sufrir, pero ¿qué pasa cuándo una no es la ex de la historia, si no la actual, y es la ex de él la que aparece a joder la pita?

Y . . . Depende. Depende de qué tan seguro está él de que terminar con la flaca en cuestión fue buena idea, depende de qué tan segura estés tú de tu relación con él, que tan segura seas tú por la vida, y qué tanto y cómo jorobe la chica en cuestión.

Como uds me imagino recuerdan, estoy felizmente pololeando con Alejandro, vamos a cumplir 5 meses (oooh que ternura) y tema definitivamente da para largo, y estamos los dos felices esperando la oportunidad de comer lombrices y perdices y demases.

Cuando empezamos yo llevaba dos meses soltera y él dos semanas.

Mi ex no era tema (más allá de los traumas que me dejó, Alejandro ha esperado pacientemente que solucione) pero la de él sí.

Esta muchacha, Ana, mayor que yo, con trabajo, imagino que con un título, departamento para ella sola y demases (cosas que este minuto yo al menos no tengo porque estoy viviendo aún la maravilla de ser mantenida por los viejos mientras una estudia) daría la ligera sensación que es una mujer hecha y derecha, capaz de mirar a Alejandro a los ojos y entender que si él la pateó dos veces es porque no pretende querer patearla una tercera.

Pero no.

Esta chica sabe, le consta que nosotros estamos juntos. Y más encima bastante contentos. Y sin embargo no tuvo ningún empacho en declararle su amor y recomendarle que reconsiderara el volver con ella. Cueck.

Y eso no es nada.

Cuando llevábamos un par de semanas juntos esta flaca lo llamaba, pero incansablemente, así como una llama para intentar joder la vida. Lo llamaba a la casa, al cel, inventaba motivos para verlo, me atrevo a decir que en más de algún momento simuló lágrimas con la esperanza de que Alejandro fuera que sea a darle un abrazo de lástima.

Llamaba tanto que interrumpía, molestaba, cosa que imagino ella pretendía.

Pasó un poco de tiempo y la chica ahora lo mira en la oficina, le hace ojitos, le pregunta pavadas, etc, etc.

Yo me entero de todo esto porque Alejandro me cuenta.

A la pobre chica la he visto sólo una vez, y para mala raja de ambas cuando nos la encontramos en el super yo estaba con ataque de risa porque se habían quebrado los huevos. Y la saludé cagada de la risa, y me miró aún más feo, cosa que entiendo.

Yo no estoy celosa ni nada eso, tengo claro que Ale terminó con ella con motivos fehacientes y que no han cambiado, encima los dos estamos bastante bien, entonces eso no me preocupa, y considerando que Dios me bendijo con un hombre bastante posesivo que entiendo eso de que molesta que te pellizquen la uva mantiene bastante distancia con la flaca para evitar pajas, pero ¿hasta cuándo?

Ambos llevan tres veces más tiempo terminados del que lograron estar juntos, y esta negra sigue con el show.

Entiendo que molesta que te pateen, molesta más ver que el weon se mete con una mina de cual te habló, que tú conocías teóricamente hablando y de que probablemente echaste pestes, entiendo que cabrea la wea, sobretodo cuando te das cuenta de que terminaron por cosas que si tú hubieses manejado mejor no habrían desembocado en un quiebre, pero weon, insisto, basta.

Hay un límite.

Las compañera de oficina de Alejandro le han mencionado los distintos eventos que esta chica provoca para llamar su atención (porque él, como hombre que es, se da cuenta de menos de la mitad), y han hablado de nuestros planes y ella ha escuchado, pero sigue con la macana, como si no tuviera nada más con qué entretenerse, como si la relación que ellos tuvieron hubiese sido de esas largas, intensas, eternas, que te cambian la vida y que te dejan con gusto a poco.

Flaca, cánsate.

Igualmente, doy gracias por su existencia en la vida de Ale, nos hico bien, a los dos.

Le permitió a él darse cuenta de cosas que no hay que hacer y entonces no comete los mismos errores conmigo, qué maravilla, y me ahorra a mí ver teleseries venezolanas para entretenerme, pero ¿hasta cuándo?

Todas, de una manera o en otra, hemos estado en sus zapatos, sabemos lo que duele, no hemos sabido decir basta en el momento en que razón grita que cortemos el webeo porque más allá de jorobar no estamos consiguiendo nada excepto dejar establecido lo pendejas que podemos llegar a ser.

Pienso que uno webea hasta que se le quiten las ganas, hasta que ya no te nace.

Si te metiste a Facebook una vez para verle el muro lo vas a seguir haciendo hasta que algo más llame tu atención y se te olvide. Lo mismo si le revisaste el mail una vez o si trataste de hablar con un amigo en común para recabar información.

Esas cosas, esos psicopateos para los cuales se presta la tecnología pueden medianamente eternos si no tenemos ninguna serie de televisión buena que ver, si no tenemos algo sobre lo que escribir, pintar o esculpir o si no tenemos algún otro macho por el cual desvivirnos.

Y normalmente no llegan a nada bueno, al menos para nosotras.

¿Alguna de ustedes ha logrado volver con el ex a punta de acosarlo sutilmente?

A mí por lo menos, cuando lo intenté, no me resultó. Terminé recordándole porqué habíamos terminado en primer lugar, lo que en este caso, es bueno para mí.

Alejandro me mira y me dice “Ana otra vez me llamó” con cara de estar agotado.

Y este momento es que le tengo que dar gracias a Ana, gracias por haberlo jorobado tanto cuando estaban juntos que él optó por terminar con ella y no dudó en empezar conmigo, gracias por seguir webiándolo tanto que él se aburre y prefiere mirarme a mí que no lo webeo, gracias por haber metido la pata con él, tanto que aprendió cómo no meterla conmigo, y gracias, en definitiva, por su actitud ahora, que le confirma que terminar fue una buena decisión.

Gracias Ana. En serio.

Chicas, no sean como ella. Al menos traten.

Porque por cada Ana del mundo, jorobando al ex que ya reinició su vida, hay una Leonor besando sus labios y sonriendo, segura de que él no la va a dejar por ella.

Leonor

lunes, 26 de abril de 2010

Mudanza

Crecer tiene cosas buenas, como ahora que me voy de casa y sé que por primera vez tendré mis propios espacios donde compartir con quien quiera, mis padres ya no me retarán por quedarme hasta las tantas de la madrugada pegada al PC, no tengo que dar explicaciones si quiero pasarme el domingo entero en pijamas... todas esas cosas con las que una fantasea de una casa (o departamento) para sí sola.

Mejor cuando, como en mi caso, sabes que en un par de meses tu pareja (pierno, guatero con uña, como prefieran decirle) se te unirá y probarán si funciona o no eso de "vivir juntos", "vivir en el pecado" como dice una amiga para provocarnos risas...

Y así me he pasado las últimas semanas: haciendo cajas cada vez que tengo un rato libre, sorprendida de los cachureos que pueden acumularse en unos pocos años. Pero lejos, más allá de no saber qué hacer con las cosas inútiles pero con valor sentimental (Ejemplo: la figurita que me trajo X persona de algún viaje...), lo que más complicada me tiene son las cosas de mis Exs:

Un chaleco que alguno me prestó para capear el frío una romántica noche de otoño.
Los apuntes para una prueba que otro me pasó a condición de que se los devolviera.
El viejo celular que alguno me regaló cuando perdí el mío y decidió pasarme el que no usaba.
Una copia de su trabajo final, empastado, para guiarme en un ramo que me faltaba pasar.
Los materiales para un trabajo práctico que nunca le devolví.
Un peluche que tenía en su cama y que me rapté con permiso de mi ex.
Un álbum de fotos.
Una taza que trajo para él. (Y debe haber una que yo llevé a su casa...)
Documentos vencidos que guardaba para tener una foto suya en mi billetera.

Si sé. Soy cachurera... y eso que la mayoría de las cosas las boté y/o quemé cuando terminé con cada uno de ellos en una especie de ritual de exorcismo. Si esas cosas se quedaron fue exactamente por lo mismo que me acomplejan ahora: no sé qué hacer con ellas, porque romperlas o botarlas sería un insulto, una falta de respeto, ya que son cosas que no me pertenecen sólo a mí.

Por eso las guardé todas juntas en una caja en el rincón más profundo y oscuro de mi closet, y supongo que agradezco que al final me haya olvidado de su existencia que me torturó tantos años atrás.

Doble dilema: El lío es que con estos personajes terminamos hace tantos años que a algunos no tengo cómo ubicarlos, y a otros ya me imagino la cara que pondrán cuando los llame para decirles que pasen a buscar sus cosas, que me estorban en mi nuevo hogar... Claro, si es que primero logro acordarme del número telefónico de esos energúmenos.

Y bueno, las guardaría, pero ¿cómo le explicas al actual hombre de tu vida que tengas una licencia de conducir de un tipo del que ha escuchado pestes solamente? De ninguna forma. A mí no me gustaría que llegara a casa con una caja llena de cachivaches de sus exs. Casa nueva, vida nueva, dicen con razón. Si hasta la ropa que le regalaron le he dicho que ya está vieja y sólo serviría para trapo.

Supongo que debe ser una señal divina, de que llegó la hora de ponerle punto final a lo que fue, y claramente ya no es.

Señorita Gruñona

viernes, 23 de abril de 2010

Libertad

El día en que olvidé tu cumpleaños supe que por fin había terminado de dejarte atrás. A pesar del paso de los años desde que terminamos, siempre recordaba esa fecha, al igual que la de nuestro aniversario. No necesariamente la recordaba con tristeza ni con nostalgia, pero la recordaba. Hasta que un día no sé por qué pensé en ti y me di cuenta que tu cumpleaños había pasado hacía varias semanas y yo no lo recordé. Me sentí un poco mal, porque tu siempre recuerdas el mío y me envías al menos una señal de humo para hacérmelo saber. Pero por otro lado, no pude evitar sentir gran alivio: por fin me liberé de ti.

Quizás no lo sepas pero siempre has sido ese ex para mí. Aquél con quien inevitablemente comparé a cada nuevo prospecto que apareciera en el horizonte. Aquél con quien más tiempo pasé, con quien más veces terminé y volví, con quien más planes hice, de quien más me decepcioné y también a quien más he decepcionado. Hace años que no pienso en ti románticamente, pero tu fantasma tampoco me abandonaba por completo. Muchas veces me pregunté si algún día volvería a tener una relación como la que tuve contigo, en la que todos los sueños estaban permitidos, en la que realmente parecía factible forjar un futuro al lado de alguien. Y la pregunta ni siquiera tenía relación directa contigo, sino más bien conmigo. Con mi incapacidad de olvidar. Mi incapacidad de dejar atrás. Ese afán perverso de constantemente mirar hacia el pasado y hacerme preguntas.

Por fin ocurrió. Por fin sé que soy otra. Porque aunque hace años que borré tu número telefónico de mi memoria del celular, nunca pude olvidarlo. Y ahora, aunque lo intente, no lo recuerdo. Y es algo tan simple como eso, pequeñas cosas que se te olvidan. Pero es tan grande como eso para quienes somos esclavos de la memoria. Al liberarnos de los últimos recuerdos que quedaban y no parecían querer desaparecer, a pesar del paso del tiempo, sabemos que hemos dado un paso importante.

Recordar esas cosas no significaba mucho tampoco. Sólo que la memoria es testaruda y hay números, fechas, asociados a rostros, momentos, de los que no se quiere desligar. No significaba que aún sintiera algo por ti, pero era como un ruido molesto en el fondo de una habitación, como la estática de la televisión, pero en un volumen muy bajo, que sólo tú escuchas, sólo tú eres consciente que está ahí y hasta tú de vez en cuando puedes ignorarlo, pero a veces le vuelves a prestar atención, a ese zumbido. Y el zumbido se apagó. Soy libre.

Faye

martes, 13 de abril de 2010

Maldito Internet, maldito celular

Levante la mano, pero poquito pa’ que no se note mucho, quien le ha revisado al pololo o al ex, en algún momento de su vida que pareció pertinente, el Facebook, el celular, el mail, el Twitter, el PC, o la wea que sea.

Uy, somos varias.

Ahora levante la mano quién se sabe de memoria las claves del macho en cuestión, entiéndase claves de mail, del cel, cel blackberry, de facebook, del cajero, qué se yo, cualquiera.

Ahora cuéntenme, ¿cómo llegaron a esa información? ¿fueron regaladas con esa confianza, es decir, el pololo les dijo amor esta es mi clave? ¿o por motivos circunstanciales? Es decir, él estaba cagando en el baño y no podía perder esa llamada les pidió “mi vida, contéstame el cel, la clave es tanto” o “métete a mi mail por fa y dime si me mandaron el mail del nuevo trabajo al que estoy postulando”? O ¿fue un proceso de seguimiento? ¿de mirar bien cómo movía los dedos cuando digitaba las claves sobre el teclado, de poner alguna wea en el PC de esas que recuerdan los sitios donde se navegó o un manejo de informática más allá de los común que permitió hackear alguna cosa?

Ay, cuidado.

Meterse en eso es complejo.

Debería calificar de droga dura y ser ilegal (aunque capaz que eso lo hiciera más apetecible), por uno empieza, inocentemente, y no sabe donde para.

Yo a toda costa lo evito.

Cuando suena el cel de Ale se lo paso, amor, te está sonando el celu, contesta. Ni siquiera miro quién lo está llamando (eso no quita que después de sapa le pregunte y me entere igual).

Les cuento porqué.

Cuando todavía tenía los ojos vendados con amor e inmadurez y estaba en la época dura prequiebre de mi relación con José una vez, una sola, le revisé el celular.

¡Qué feo, Leonor, deberías quemarte en el infierno por semejante pecado! Lo sé, pero la curiosidad y la certeza de que el muy mal parido me estaba gorreando en mi cara con una amiga suya y conocida mía que buscaba incansablemente un padre para su hija pudo más.

Recuerdo que estábamos tirados en la cama viendo tele, sin pelear, y yo estaba disfrutando a concho ese momento que tanto se parecía a la época en que estábamos bien, cuando la naturaleza llamó y el fue al baño. Acto seguido, en el minuto es que escucho el pestillo en la puerta, le llega un mensaje.

El Nokia brillaba seductor sobre la mesa.

"Leoonooooor, veeeen" me decía el aparatejo de mierda.

Lo ignoré, pero sonó de nuevo.

Dos mensajes al hilo.

Wow.

José seguía en el baño. Y a riesgo de que me pillara y me pegara con el mismo teléfono lo tomé con mis manos temblorosas y apreté el maldito botón del medio.

Necesito urgente hablar contigo, de verdad, me siento solita, nos vemos más tarde, tu pequeña” Por supuesto estoy parafraseando, el SMS pero era una cosa así. El segundo era una versión un poco más intensa del primero: “La niña sigue media enferma, me acompañas al médico? Por favor, no quiero hacer esto sola, un beso, tu pequeña

Ay, no.

Este conchadesumadre (perdonen mi francés) se está pisando a esa weoncita de mierda que quedó preñada por no saber contar los días en que tenía que empezar a tomarse la dichosa pastilla. Hijo de puta. Desgraciado. Etc. Etc.

Me quedé plop.

Debo reconocer que lo más me calentó fue que la mina firmara como “tu pequeña” cuando hasta ese momento oficialmente la fucking pequeña de ese troglodita mal parido era yo.

Hijo de puta.

Debí haber puesto el hervidor pa’ tirarle agua en las partes nobles apenas saliera del baño. Por maricón.

¿Y ahora qué mierda hago?” pensé. Lo primero era borrar los mensajes para que no se diera cuenta de los había leído. Lo segundo dejar el teléfono donde estaba, meterme en la cama de nuevo, ver tele, hacer la boluda, y tratar de que mi cara tuviera el mismo color de siempre.

Me temblaban las manos, pero ahora de rabia.

José volvió, y como en esa época ya estábamos teniendo problemas ni me miró y se acostó al lado, haciéndome cariño en el pelo, el muy infeliz.

Yo trataba de adivinar cuándo y dónde se habrían acostado, cuándo había empezado el tema, y mil cosas más.

Y lo más charcha era no decir nada, porque si decía cualquier cosa él se iba escudar en el tema de que yo había violado su consagrada privacidad. Son muy cara e’ raja.

Al final, como tantas otras veces, me guardé la mierda.

Discusiones y gritos más tarde me entero, supuestamente, de que nunca pasó nada entre ellos, cosa que a estas alturas del partido medio me da lo mismo, pero ese no es el tema.

El tema es mi cara, el apretón en mi guata cuando leo aquello.

Mi stress, mi mente dando vueltas, pensando, cuestionándose, qué hice mal yo, qué mierda pasó.
Después de que terminamos la tortura continuó vía facebook. Era una maldita adicción.

Internet se convirtió en un sitio hostil donde cada página me recordaba a esta excusa de ser humano, cada vez que abría la wea me quedaba mirando como weona su pinche muro, esperando que alguna peuca le pusiera alguna wea, viendo como se cambiaba el estado, como sus amigos lo apoyaban, como se ponía “soltero” y las amigas que siempre me odiaron ponían “me gusta”, como de pronto todo el mundo lo invitaba a salir.

Qué wea más terrible.

Finalmente lo borré.

Pero el cuento no terminó ahí, oh no, porque una amiga mía lo tenía en Facebook también, entonces ella me ponía al día, me dejaba meterme con su clave pa revisar el muro de él, para enterarme de todo lo que él publicara para que todos vieran.

Y por favor basta, basta con la psicosis, basta con la pendejada, basta, basta, basta.

Eventualmente a punta de cigarros y fuerza de voluntad corté con la wea.

Y nunca más lo quiero retomar.

Ahora no me sé ninguna clave de Ale (de todos modos nunca me supe las de José), me autoimpuse una barrera de fuerza alrededor de sus bolsillos, su billetera, su PC, su teléfono y todas sus weas.

Confío en él, en serio, podría las manos al fuego porque Ale no me engañaría ni cosa por el estilo, pero no quiero nunca más pasarme rollos por un SMS que puede ser cierto y justificar mi pelá de cable o puede no serlo y solamente dañar lo que hay de bueno.

Meterse en esas cosas del pololo hace mal. Moral aparte, hace muy mal. Porque una se envicia, no puede vivir tranquila, no duerme anda pendiente, se pasa rollos, inventa weas, puede que le achunte, puede que no, pero ¿vale la pena pensar tanta wea junta?

Es como echarse mierda con ventilador, pero a una misma, sin ayuda de nadie.

No, no más.

A veces, la gran mayoría, la ignorancia es bendita.

Leonor

jueves, 8 de abril de 2010

¿La Santa?

Queridos lectores, tenemos el placer de dejar con ustedes una nueva colaboración de Gaviota, cuya primera parte podrán revisar aquí.

Les recordamos que pueden enviarnos sus historias al correo soy.la.ex@gmail.com, esperamos que disfruten de esta nueva colaboración tanto como Las Exs.


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Como ya les conté, Difunto, llama y llama, busca y busca… y al parecer tiene nervios de acero por que no se cansa…y yo tampoco por que no pienso dar mi brazo a torcer…

Menos ahora, que partí bien el 2010, soltera y regia… así que ni loca dejo mi soltería en este momento… eso no significa que no puedo tener a alguien que me trate con cariño… ahí entra “Dulcito”, es un lolito que conocí hace más de dos meses, es dos años menor que yo…un encanto realmente.

En la primera cita, que no fue nada romántico (una salida después del trabajo a almorzar), tuve que elegir: o me demuestro tal como soy, media locateli y bruja empedernida, o como una pobre niña a la que le destrozaron el corazón y que no está lista para una relación… Elegí la 2º opción, la “santa”.

Le expliqué que tuve una relación larga, la cual me dejo muy dañada, que él ha sido el único hombre en mi vida, que no estoy acostumbrada a salir, recién ahora estoy aprendiendo como son los hombres, no confío en nadie por miedo a que me dañen…y todas esas cosas que hacemos para hacernos las niñas buenas.

La cosa es que Dulcito al parecer es igual a todos los hombres, le gustan las santurronas, por que anda como perrito faldero detrás mío… Y para qué vamos a andar con cosas, cuando te hacen daño, lo único que quieres después es hacerle daño a alguien, así que ésta es la mía.

El problema es que de verdad Dulcito... es muy dulce, es tierno, preocupado, no de la forma “¡Quiero algo contigo y si no me lo das altiro no te pesco más!…” hemos salido un montón de veces, de las cuales ni un besito se ha llevado… siempre como que quiere pero yo le doy un fuerte abrazo y le digo que me encanta estar con él , que es muy lindo….

El problema radica en que es demasiado tierno como para hacerle todo lo que tengo planeado, y menos después de que me confesara que no ha conocido mujer (qué???? a sus 21 años no ha conocido mujer aún??)

Entonces tengo dos opciones, o me sigo haciendo la santa y termino haciendo que Dulcito termine completamente enamorado (o por lo menos que crea que lo está) - cosa que estoy segura que va a pasar por que ya me dice que me quiere - y crear un monstruo que destruirá mujeres años más tarde; o de verdad abro mi corazón, que obviamente tengo cerrado hace casi 7 meses….

El problema es que ya le mentí sobre mi forma de ser, ¿Cómo se hace para demostrarse bruja, sicópata y maniática compulsiva de un momento para otro, sin que piense que pelé el cable?


Gaviota.

lunes, 5 de abril de 2010

Ser la Otra

Una nueva colaboración de una de nuestras lectoras: La Otra

Hay varias formas de ser ex, pero la más terrible de todas es ser “la otra” (si, bien colombomexivenezolano, para que se entienda).

Señoritas, no nos veamos la suerte entre súper heroínas ni nos pisemos la capa entre gitanas: Las que quisimos ese tipo de relación sabíamos perfectamente donde nos metíamos, en que “zapato chino/camisa de once varas”. Si fue por el amor a lo prohibido, el riesgo, adrenalina, aburrimiento… sabíamos.

El drama de ser “la otra” es que en el minuto final no puedes desahogarte.

No puedes decirle a nadie por qué lloras, o el porqué de los ojos rojos (la típica infección ocular), pero lo peor de lo peor es no poder llamar, no poder hablar, no poder pelear ni reclamar porque “la oficial” puede dejar la grande y tú obviamente quedas de fáci... marac… put… perr… mala persona.

No me justifico. Sé que a nadie le gusta que su mino la engañe, ni a mí, pero cuando las oportunidades se dan y las ansias son demasiadas, es absolutamente humano hacerlo. Es ser pésima mina, no tener sentimientos, no tener conciencia o solidaridad de género o mil pavadas más, pero yo creo que es peor enamorarte de alguien que sólo encamarte con él o encamarte mucho con él.

¿Cuál es la forma de dejar la relación tóxica?

Peleando. Sí, peleando. Contigo y con el mundo. Comprar un punshing ball de boxeo y darle duro, porque lo que prima es la rabia de ser tan estúpida de fijarte en un mino con novia/mina/polola o el peor caso espossssaaaa.

Exorcizar su olor, la huella de sus manos y todo lo que te lo pueda recordar.

Nunca pedí paz después del “ÉL”, sólo quería recuperar la calma y quedarme con las miles de cosas buenas que vivimos. Y lo logré.

Y si me preguntan, pretendo seguir durante toda mi vida a Wilde “La mejor manera de librarse de una tentación es caer en ella”.

 
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