Si algo peor que tu ex, eso es y siempre será la ex de tu ex.
Ese espécimen que se te apareció durante tú relación recordándote que ella lo conoció antes que tú, que fue su novia antes que tú, y que del lugar al que tú vas llegando, ella ya viene de vuelta.
Hay de todos los tipos: la simpática, la cariñosa en exceso, la malhumorada que siempre te mira con cara de odio, y la que personalmente más me desagrada, la mosquita muerta. Esa última es la peor de todas porque tu pareja realmente se cree eso de que no rompe un plato. Y que el comentario medio malintencionado que te hizo o ese momento en el que la pillaste mirándote con cara de asesina en serie pero que nadie más presenció, son obras de tu imaginación. En esos casos es frecuente escuchar el “Mi amor, es que no la conoces, si hace mucho tiempo que no pasa nada con ella, somos amigos no más, estás siendo paranoica, dale una oportunidad”. Y tú sonríes, prometes intentarlo, pero sigues sintiendo que algo huele podrido, muuuy podrido.
Este tipo de exs son casi tan molestas como aquella mujer que no es la ex de tu pareja, pero sí es el amor de su adolescencia que nunca le hizo caso, o la mejor amiga que a ratos es demasiado cariñosa, y que no sabes si desconoce los límites de una amistad y el respeto por la actual pareja de su “amigo”, o si lo hace a propósito para marcar territorio y decirte disimuladamente “Esto es mío, tú sólo estás de paso, pero yo siempre he estado aquí y seguiré aquí”.
Con toda esto de rememorar me da por acordarme de Rodrigo. Rodrigo y yo solo estuvimos juntos algunos meses. Eramos muy diferentes y desde el comienzo debió haber sido obvio para mí que, pese a la mutua atracción, no iba a resultar. Quizás la primera pista fue cuando estábamos empezando a salir y me dijo que su ex, Giselle quien vivía en el norte, vino a Santiago y se iba a quedar en la casa de Rodrigo durante su estadía. Todo por abaratar costos y no hacerla gastar en un hotel o una pensión, por supuesto.
Giselle, además de tener uno de esos nombres que habría sonado bien en cualquier idioma menos el castellano y además venía acompañado de un apellido bien hispánico, era “amiga” de Rodrigo. Según él hacía mucho tiempo que ninguno sentía nada por el otro y por eso podían ser amigos. De hecho, cuando ella iba a Santiago no sólo se quedaba en su casa, sino que dormían en la misma pieza y en la misma cama, pero adivinen qué… por supuesto, él decía que no pasaba nada.
Como estábamos recién comenzando a salir y yo no sabía si nuestra relación se convertiría en algo serio o no, decidí no decir nada, y la visita de Giselle pasó sin pena ni gloria, al menos por el momento. Porque más adelante supe que cuando ella vio que él le prestaba casi nula atención, preocupado de salir conmigo y hablando de mí, ella le hizo una escenita diciéndole que por qué le hacía esto si ellos “estaban tan bien”. El se impresionó y le dijo que quizás ella estaba bien pero él no. Que no estaban juntos, que no tenían nada, y que era a ella a quien esa situación de noviazgo fingido (algo así como una relación amorosa pero sin besos ni menos sexo) le acomodaba, pero para él eran sólo amigos y que necesitaba una relación de verdad. Finalmente ella entendió y le dijo que tenía toda la razón y que no sabía por qué le había dicho todo eso en primer lugar y que lo olvidara. Por supuesto que él le creyó. Cuando me contó y yo me molesté me dijo “pero si ella misma dijo que no sabía por qué estaba reclamando y se arrepintió, fue una tontería”. Pero cosas así nunca son una tontería, y sé que ella y yo lo sabíamos.
Bueno, no todo era culpa de Giselle, en honor a la verdad. Rodrigo no ponía mucho de su parte por fijar bien los límites ni pensaba demasiado en hacerme sentir cómoda. Por ejemplo, a Rodrigo le dicen el gato, y a Giselle en consecuencia le decían la gata cuando estaban juntos. Y todos seguían llamándola así, Rodrigo incluido, lo que me crispaba los nervios, pero él se excusaba diciendo que a ella le decían así “antes de estar con él”. Un día, estando en una fiesta conmigo, lo vi sacar un llavero con un gato que sostenía un corazón entre sus patas. Le pregunté por él, y por supuesto, era un regalo de Giselle (y uno bastante reciente). “Lindo, ¿no?” me dijo con una sonrisa idiota. Me tuve que quedar callada un rato para que se me pasara la rabia, antes de poder articular palabra.
Verán, Rodrigo era de esos que decía que él pensaba distinto al común de la gente, y así excusaba sus constantes metidas de pata. Que lo que para todos los demás era obvio, a él no se le cruzaba por la mente. Así que, después de respirar hondo, le dije lo más tranquila posible pero con firmeza, que él podía pensar distinto a todos los demás, y podía estar seguro que Giselle era su amiga, pero que ahora estaba en pareja y tenía que respetarme y hacer un esfuerzo por pensar en las cosas que podían molestarme y que yo no estaba para pasar por idiota en una fiesta frente a mis amigos, porque le podía asegurar que todos iban a pensar lo mismo que yo. Y lo cierto es que, antes, siendo más niña, ya me miraron con pena porque algún idiota no supo poner límites con otra mujer y me dijeron “pobrecita, qué horrible que te haga esto”, y no pensaba pasar por lo mismo.
Me pidió disculpas algo avergonzado, pero siguieron pasando cosas. Lo más gracioso fue que meses más tarde ella volvió a venir a Santiago, y se quedó nuevamente en la casa de él. Y él me avisó un poco antes porque pensó que “me podía molestar” pero que esperaba que lo entendiera. Claro, no me quedaban muchas opciones, pensó que me podía molestar, pero la decisión ya la había tomado y la invitación ya la había hecho. Esta vez ella se iba a quedar en otra pieza, durmiendo con su sobrina, al parecer. A mí, para ser sincera, este detalle no me importaba mucho. Yo no me iría a quedar en la casa de un ex que ya tiene otra relación, que ya se veía estable y duradera, y cuya novia se queda frecuentemente en su casa (eso hacía yo). Era cosa de ubicarse. Y si un ex mío quisiera quedarse en mi casa, por muy amigos que fuéramos y por mucho que yo quisiera ayudarlo a abaratar costos de viaje, yo no lo habría aceptado. Era cosa de ubicarse. Cosa que Rodrigo y Giselle jamás estuvieron dispuestos a hacer.
Lo más gracioso es que Rodrigo después era quien no entendía por qué yo terminaba con él si “estábamos tan bien”. Ja. Y se había enojado con la gata antes por decirle la misma frase. Queridas, un consejo, cuando les digan eso, sólo significa una cosa. El está bien. Pero si ustedes están terminando con alguien o empezando con otra persona… lo más probable sea que ustedes no hayan estado bien antes y sólo quieras reestablecer el equilibrio perdido.
Pero debo decir que una parte de mí entiende a Giselle. Quizás una de las cosas más complejas de terminar con alguien a quien quisiste mucho, a quien incluso creíste amar, a la larga es eso, saber que terminarás por convertirte en su ex. Que si te quedas rondándolo por la razón que sea, otra te mirará con cara de molestia, y si desapareces, serás una vieja historia, un recuerdo borroso, después de haber sido algo tan real e importante. Lo bueno es que él también se convierte en “el ex” y por fin puedes contar todas sus anécdotas ridículas o molestas, puedes mostrar rabia hacia él, o pena, o resentimiento, o una suerte de cariño lejano diciendo noblemente “espero que esté bien”, y nadie te pueda juzgar, total, es tu ex.
Ese espécimen que se te apareció durante tú relación recordándote que ella lo conoció antes que tú, que fue su novia antes que tú, y que del lugar al que tú vas llegando, ella ya viene de vuelta.
Hay de todos los tipos: la simpática, la cariñosa en exceso, la malhumorada que siempre te mira con cara de odio, y la que personalmente más me desagrada, la mosquita muerta. Esa última es la peor de todas porque tu pareja realmente se cree eso de que no rompe un plato. Y que el comentario medio malintencionado que te hizo o ese momento en el que la pillaste mirándote con cara de asesina en serie pero que nadie más presenció, son obras de tu imaginación. En esos casos es frecuente escuchar el “Mi amor, es que no la conoces, si hace mucho tiempo que no pasa nada con ella, somos amigos no más, estás siendo paranoica, dale una oportunidad”. Y tú sonríes, prometes intentarlo, pero sigues sintiendo que algo huele podrido, muuuy podrido.
Este tipo de exs son casi tan molestas como aquella mujer que no es la ex de tu pareja, pero sí es el amor de su adolescencia que nunca le hizo caso, o la mejor amiga que a ratos es demasiado cariñosa, y que no sabes si desconoce los límites de una amistad y el respeto por la actual pareja de su “amigo”, o si lo hace a propósito para marcar territorio y decirte disimuladamente “Esto es mío, tú sólo estás de paso, pero yo siempre he estado aquí y seguiré aquí”.
Con toda esto de rememorar me da por acordarme de Rodrigo. Rodrigo y yo solo estuvimos juntos algunos meses. Eramos muy diferentes y desde el comienzo debió haber sido obvio para mí que, pese a la mutua atracción, no iba a resultar. Quizás la primera pista fue cuando estábamos empezando a salir y me dijo que su ex, Giselle quien vivía en el norte, vino a Santiago y se iba a quedar en la casa de Rodrigo durante su estadía. Todo por abaratar costos y no hacerla gastar en un hotel o una pensión, por supuesto.
Giselle, además de tener uno de esos nombres que habría sonado bien en cualquier idioma menos el castellano y además venía acompañado de un apellido bien hispánico, era “amiga” de Rodrigo. Según él hacía mucho tiempo que ninguno sentía nada por el otro y por eso podían ser amigos. De hecho, cuando ella iba a Santiago no sólo se quedaba en su casa, sino que dormían en la misma pieza y en la misma cama, pero adivinen qué… por supuesto, él decía que no pasaba nada.
Como estábamos recién comenzando a salir y yo no sabía si nuestra relación se convertiría en algo serio o no, decidí no decir nada, y la visita de Giselle pasó sin pena ni gloria, al menos por el momento. Porque más adelante supe que cuando ella vio que él le prestaba casi nula atención, preocupado de salir conmigo y hablando de mí, ella le hizo una escenita diciéndole que por qué le hacía esto si ellos “estaban tan bien”. El se impresionó y le dijo que quizás ella estaba bien pero él no. Que no estaban juntos, que no tenían nada, y que era a ella a quien esa situación de noviazgo fingido (algo así como una relación amorosa pero sin besos ni menos sexo) le acomodaba, pero para él eran sólo amigos y que necesitaba una relación de verdad. Finalmente ella entendió y le dijo que tenía toda la razón y que no sabía por qué le había dicho todo eso en primer lugar y que lo olvidara. Por supuesto que él le creyó. Cuando me contó y yo me molesté me dijo “pero si ella misma dijo que no sabía por qué estaba reclamando y se arrepintió, fue una tontería”. Pero cosas así nunca son una tontería, y sé que ella y yo lo sabíamos.
Bueno, no todo era culpa de Giselle, en honor a la verdad. Rodrigo no ponía mucho de su parte por fijar bien los límites ni pensaba demasiado en hacerme sentir cómoda. Por ejemplo, a Rodrigo le dicen el gato, y a Giselle en consecuencia le decían la gata cuando estaban juntos. Y todos seguían llamándola así, Rodrigo incluido, lo que me crispaba los nervios, pero él se excusaba diciendo que a ella le decían así “antes de estar con él”. Un día, estando en una fiesta conmigo, lo vi sacar un llavero con un gato que sostenía un corazón entre sus patas. Le pregunté por él, y por supuesto, era un regalo de Giselle (y uno bastante reciente). “Lindo, ¿no?” me dijo con una sonrisa idiota. Me tuve que quedar callada un rato para que se me pasara la rabia, antes de poder articular palabra.
Verán, Rodrigo era de esos que decía que él pensaba distinto al común de la gente, y así excusaba sus constantes metidas de pata. Que lo que para todos los demás era obvio, a él no se le cruzaba por la mente. Así que, después de respirar hondo, le dije lo más tranquila posible pero con firmeza, que él podía pensar distinto a todos los demás, y podía estar seguro que Giselle era su amiga, pero que ahora estaba en pareja y tenía que respetarme y hacer un esfuerzo por pensar en las cosas que podían molestarme y que yo no estaba para pasar por idiota en una fiesta frente a mis amigos, porque le podía asegurar que todos iban a pensar lo mismo que yo. Y lo cierto es que, antes, siendo más niña, ya me miraron con pena porque algún idiota no supo poner límites con otra mujer y me dijeron “pobrecita, qué horrible que te haga esto”, y no pensaba pasar por lo mismo.
Me pidió disculpas algo avergonzado, pero siguieron pasando cosas. Lo más gracioso fue que meses más tarde ella volvió a venir a Santiago, y se quedó nuevamente en la casa de él. Y él me avisó un poco antes porque pensó que “me podía molestar” pero que esperaba que lo entendiera. Claro, no me quedaban muchas opciones, pensó que me podía molestar, pero la decisión ya la había tomado y la invitación ya la había hecho. Esta vez ella se iba a quedar en otra pieza, durmiendo con su sobrina, al parecer. A mí, para ser sincera, este detalle no me importaba mucho. Yo no me iría a quedar en la casa de un ex que ya tiene otra relación, que ya se veía estable y duradera, y cuya novia se queda frecuentemente en su casa (eso hacía yo). Era cosa de ubicarse. Y si un ex mío quisiera quedarse en mi casa, por muy amigos que fuéramos y por mucho que yo quisiera ayudarlo a abaratar costos de viaje, yo no lo habría aceptado. Era cosa de ubicarse. Cosa que Rodrigo y Giselle jamás estuvieron dispuestos a hacer.
Lo más gracioso es que Rodrigo después era quien no entendía por qué yo terminaba con él si “estábamos tan bien”. Ja. Y se había enojado con la gata antes por decirle la misma frase. Queridas, un consejo, cuando les digan eso, sólo significa una cosa. El está bien. Pero si ustedes están terminando con alguien o empezando con otra persona… lo más probable sea que ustedes no hayan estado bien antes y sólo quieras reestablecer el equilibrio perdido.
Pero debo decir que una parte de mí entiende a Giselle. Quizás una de las cosas más complejas de terminar con alguien a quien quisiste mucho, a quien incluso creíste amar, a la larga es eso, saber que terminarás por convertirte en su ex. Que si te quedas rondándolo por la razón que sea, otra te mirará con cara de molestia, y si desapareces, serás una vieja historia, un recuerdo borroso, después de haber sido algo tan real e importante. Lo bueno es que él también se convierte en “el ex” y por fin puedes contar todas sus anécdotas ridículas o molestas, puedes mostrar rabia hacia él, o pena, o resentimiento, o una suerte de cariño lejano diciendo noblemente “espero que esté bien”, y nadie te pueda juzgar, total, es tu ex.
Faye
7 comentarios:
creo que realmente si uno razona que en cada relacion que encare desde los 15 a los 25 años ( haciendo un promedio), va a volverse a la larga una EX. se tee quitan las ganas de siquiera articular RELACIÓN
pero bueno..
el ser humano es el unico que tropieza con el mismo error :
el humano siempre vuelve a amar.
asique, es cuestion de respirar hondo y aguantar ser exs y tener exs, hasta que llegue el indicado..
pero...
¡¡¡que fiaca esperar!!!!!
Por suerte no he tenido mucho contacto con 'exs' ni de exs ni del actual. Pero sí hay una anécdota que ahora (a la luz de los años) es graciosa.
Llevábamos sólo un par de meses con mi actual novio cuando se le ocurrió juntarse con su ex y me insistió que lo acompañara (yo no quería, pero me insistió tanto que cedí. Craso error).
Tomamos algo por ahí, era simpática y todo iba piola, hasta que... mi novio le entregó el regalo que le tenía guardado desde su último cumple. Acto seguido, pasamos a buscar a su novio y ella insistió en que fuésemos a su casa a tomarnos algo los 4. Segundo craso error.
Allí, no se les ocurrió nada mejor que comenzar a revisar el regalo famoso, que era un álbum de fotos de un viaje que habían hecho juntos. Y yo al lado escuchando frases del tipo: 'uy! esta foto ¿te acuerdas?' 'acá estamos en no-sé-dónde, mira tu cara de vengo despertando'. Ja-ja-ja.
A medida que pasaban los comentarios se me iba alargando la cara, se me iba agriando el ánimo y lo único que quería era que me tragara la tierra.
Cuando nos fuimos casi lo mato... sin duda una de las grandes discusiones que hemos tenido... por suerte ahora puedo reirme de eso.
Jajaja, concuerdo con Isadora xD
A mí me solía dar miedo quedar relegada al baúl de los recuerdos viejos, no quería perder el lugar que tenía. Que muchas veces (por no decir todas), fue del segundo para abajo xD
Pero bueno, por fin aprendí que el olvido no es fácil, ni para una ni para el otro; que no hay reemplazo sino movimiento; que el tiempo es el mejor detergente, suavizante y quitamanchas... y que lo que una cree terrible, no lo es.
Bueno, eso, saludos!
La mina pesada!!!!!
Igual, ahora que lo leo, es interesante ver ciertas coincidencias...
En una de esas les mando una historia xD
lindo, pero el problema ahi no era giselle sino la comunicacion entre vos y rodrigo... ;)
son años!! jaja bueno tampoco tantos...
ante todo me encanto el nombre del blog...me voy a tomar un tiempo en mirarlo bien..jajaj beso
Como olvidarlo:
-"hola, soy la ex"
-"yo soy la hermana de la ex"
-"y tienen nombre?"
- "jajaja" (risa de wna muy wna)
y después la puteada pq la trate mal!!
fin del comentario sobre la ex
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