lunes, 28 de diciembre de 2009

La flauta

Como bien saben ustedes, queridos míos, mi relación previa terminó abruptamente (para mí, porque el muy desgraciado lo tenia pensado de hace meses, pero en su más profundo silencio) hace unos meses atrás.

Sí, fue un momento difícil, pero después de tantas cosas difíciles que me han tocado vivir, esta cuestión, pasada la primera impresión tenía pinta de ser un chiste mal contado. El tema es que vi a mi ex una sola vez después de que terminamos, tuvimos un par de llamadas telefónicas, pero en definitiva lo borré de Facebook y también de mi vida, junto con buena parte de sus amigos, y todo bien.

Excelente, de hecho.

Pero (el eterno pero) nunca pasamos por el proceso de devolverse las cosas.

Más que nada porque él trató de devolverme todas las mías cuando aún estábamos pololeando, cosa que no le acepté en su minuto porque lo encontré una mariconada de mala clase, y esa vez que nos vimos ninguno de los dos atinó a llevarlas. Y el tema quedó ahí.

Y bueno, han pasado los días, y quiero mi flauta de vuelta. Preferentemente ahora.

Entonces, pensando que un universitario de 26 años tiene cierto nivel de madurez, tal vez incluso superior al mío debido a la diferencia de los años, le mandé un mensaje al cel. Gasté $50 pesos enteros en mandarle el mensaje. Y le pedí que me dijera cuándo podía ir a buscar la flauta y mis libros a su casa.

Y ¿pueden creer que no me contestó?

Nada, ni pío.

Bueno, otro mensaje, pero por Facebook porque no iba a seguir gastando plata.

Y nada tampoco.

Lo llamé. No me contestó. Le hablé por msn, le mandé un mail, le mandé el recado con la hermana, incluso llamé a su viejo que tampoco me contestó (ahí me di cuenta de donde aprendió lo roto), le pedí ayuda a un amigo en común pero nada.

Parece que cuando terminamos este weon se quedó mudo y manco, porque no le daba ni siquiera para responder por texto.

Pasó un mes así. Entonces se me prendió la ampolleta. Ah, pensé, él no me contesta porque cree que quiero verlo para convencerlo de que volvamos. Puede ser ¿no? Entonces le mandé otro mensaje que decía yo ni siquiera quería verlo, es más, que ojala que no nos viéramos porque nada estaba (y está) más lejos de mis intenciones que volver con él y todos sus atados, pero sí quería mis cosas de vuelta.

Más silencio.

Ahí ya me entré a calentar, porque hay un mínimo de protocolo social para este tipo de cosas. Esa wea de andar haciendo la desconocida en la calle me carga. Pero no importa, dentro de todo su actitud no me sorprendió.

Resolví entonces pasar simplemente por su casa cuando pudiera y recoger mis cosas, con la esperanza de que me abrieran cuando fuera.

Entremedio de todo esto, como también saben, me puse a pololear y bueno, el mundo es sumamente chico y de la nada llegó la hermana de mi ex preguntándome cómo estaba, entonces, como soy buena persona, cuando vi a mi ex en msn le dije, con harta delicadeza, que yo estaba con otra persona, y que solamente quería mis cosas de vuelta. Nada más.

Y obvio, ahí menos me contestó.

Pasaron los días, y de pronto aparece el perla diciéndome que me puede ir a dejar a las cosas a la casa, que le diga cuándo. Pero el problema es que nunca estoy en mi casa, cosa que él sabe. Le recordé lo obvio, es más fácil que yo vaya a su casa. Y la respuesta me impactó: “perfecto, te mando la flauta por correo, TNT lo más probable”.

¿Qué onda la mala onda?

No supe si reír, enojarme, o llorar.

Al final me reí, le recordé que si él no me iba a encontrar en la casa el pobre desgraciado de TNT que fuera tampoco me iba a encontrar y más encima se iba a asustar con el tremendo perro que tenemos ahora.

Y otra vez silencio.

Me encantaría saber por qué.

Cuando terminamos yo me retiré lo más digna que pude, sin show, sin escándalo, sin más llanto del necesario, sin injurias ni nada. No me metí a su correo ni le revisé las cosas ni nada, por lo que creo que no me merezco que se ponga tan arisco.

Me pregunto qué hacen los hombres con las cosas de la ex cuando terminan.

Porque nosotras primero tomamos el chaleco olvidado debajo de la cama que todavía tiene algo de su perfume y lo usamos para limpiarnos las lágrimas antes de pasar por los distintos estados del duelo y limpiarnos otra cosa con el elemento en cuestión. Eventualmente las cosas terminan en una bolsa dentro del closet, donde mis ojos no las vean, para que no entorpezcan el proceso de superación, y después se devuelven. O incluso se botan. Así de simple.

Pero si el ex llama porque las quiere de vuelta una hace una pelotita con la bolsa para poder hacerle puntería con más eficiencia cuando llegue a buscarla, o se la entregamos en la mano, o algo, pero no guardamos silencio, cierto?. Eso es feo.

Ahora no sé qué hacer. Conociéndolo es capaz de mandarme la flauta por correo.

Pero insisto, me encantaría saber por qué tanta acidez innecesaria, si el agua que tenía que pasar por debajo del puente ya pasó, ambos superamos todo, ahora sólo nos une la custodia compartida de una flauta que, insisto, quiero de vuelta. Ahora.

Leonor

viernes, 18 de diciembre de 2009

El perro que le ladre

Hay féminas que definitivamente se ponen muy insoportables cuando se consiguen un perro que les ladre.

Me ha tocado ser amiga de un par, que son muy lindas y amorosas cuando están solteras, se portan decentemente mientras están pasándola mal en una relación (suelen buscarse malos prospectos, para más remate), pero apenas están en inicios de amoríos, es mejor que te olvides de su amistad por un buen tiempo porque simplemente borran todo lo demás de su vida y hacen de su nuevo príncipe el centro y razón de absolutamente todo lo que está sobre la tierra y bajo los cielos.

Entonces, afírmate si quieres tratar de mantener el contacto con ella.

Son de las que se pierden durante meses, te dejan plantada a último minuto porque de pronto llegó su nuevo 'algo' y se olvidó que tenía una cita contigo, o peor: llegan con él a última hora a esa junta en que se iban a poner al día, esa junta para ir a vitrinear, ese cumpleaños de sólo amistades sin acompañamiento, esa junta a la que fuiste como un estropajo o a esa comida en casa en que tienes todo patas para arriba porque sólo te permites que te vean así tus amigui-amigui... y más encima pretende que le des el visto bueno así de la nada, cuando estás con una cara de tres metros por la intrusión.

Son de las que no entienden que hay veces en que quieres verla por separado, y que más adelante, cuando tengas una idea de para dónde va la cosa (dónde se conocieron, qué hace, qué tan seria es la relación, qué pasó con su último ex... preguntas para orientarse en el mapa sentimental de la otra), y de las que probablemente ni siquiera tienen idea de cuáles son esas respuestas, y que buscan que el resto 'apruebe' su última adquisición para sentir que no metió la pata al meterse con cualquiera... 'porque me miró lindo' o 'es simpático'.

Son de las que, cuando tengas la SUERTE de pillártelas por ahí (porque, entiende, no se juntarán premeditadamente), no pararán de hablar de él: de que es tan lindo, tan dedicado, tan aquí, tan allá, salimos a tal parte y según Cosmo es mi alma gemela, que como es capricornio y yo soy aries blabláblablá... como si en realidad trataran de autoconvencerse más que de convencerte a ti de su buenísima elección.

Son de las que, si les dices que en realidad te cayó como la salmonella (u otro bicho que provoque severas enfermedades estomacales) su nuevo 'amigo' y que no quieres que lo lleve a tu próxima junta, entonces simplemente 'no tienen tiempo' y se van con el tipo, que obviamente les dice 'o ella (es decir yo) o yo (es decir él)', y las tontas aceptan pese a que su gran amor les aburre como ostra porque EN REALIDAD NO ES SU TIPO... pero no quieren admitir que, otra vez, se equivocaron.

Son de las que, luego de aguantar mucho, luego de ser maltratadas hasta, luego de sacarse la venda y ver a su Homero Simpson como el hombre simple y sin horizontes que es, llegan corriendo de vuelta a llorarte los males que tuvieron que sufrir, y tú, con cara de 'te lo dije', tienes que soportar con paciencia de santa que te diga, como si fuera descubrimiento de ella, que el muy infeliz no la dejaba ver a sus amigos y que no podía ir sola a ninguna parte, y que te juro, amiga del alma, que nunca más...

Hay algunas que nunca entienden y que pronto terminan por copar la paciencia, y terminan borradas de las listas navideñas, cumpleañeras, y te acuerdas de ellas cuando Facebook te dice que hace tiempo no interactúas con ellas.

Hay otras que logran entender que tienen un comportamiento compulsivo y simplemente tratan de molestar lo menos posible, y que cuando te ven chata y ven que, pese a todo lo que te hablan del susodicho, eres incapaz de retener su nombre, simplemente se dan por vencidas y tratan de luchar contra su instinto de 'mi vida tiene que girar en torno a él y nadie más'.

Y hay otras que terminan por rehabilitarse, y sinceramente me saco el sombrero ante ellas, porque sólo ellas saben aguantarse las miradas y gestos de excepticismo de sus amistades cuando mencionan al novio, el que al fin eligieron por algo más que un simple 'no quiero estar sola' y un 'parece que le gusto'.

Y eso que dicen que perro que ladra no muerde.


Señorita Gruñona

jueves, 10 de diciembre de 2009

No volveré a pensar a ti. Aunque me cueste, aunque me duela el alma y se me parta el corazón. No volveré a pensar en ti.

No volveré a recordar nuestras tardes eternas, tendidos en la cama, desnudos, mirándonos a los ojos, amándonos como si el mundo se fuera a acabar en ese mismo instante. No volveré a recordar nuestras tardes eternas.

No volveré a querer que regreses a mí. No quiero que que te des cuenta de la mujer que perdiste y que corras de vuelta a mis brazos. No volveré a querer que regreses a mí.

No te recordaré como el príncipe azul. No lo haré porque no lo fuiste. Porque me regalaste una fantasía y me hiciste creer que duraría para siempre, a sabiendas que no era así. No te recordaré como el príncipe azul.

No lloraré más por ti. Mis lágrimas son sagradas y las derramaré por quien de verdad valga la pena. Por alguien que haya dejado todo en cancha y que no se haya entregado a pedacitos pensando sólo en sí mismo. No lloraré más por ti.

Quiero dejarte atrás, quiero enterrarte bien profundo en el pasado y no volver a mirarte nunca más. Quiero despertar sin angustia en la mañana porque la cama me queda grande sin ti. Quiero aferrarme al fin de la historia, cuando mostrarte tu verdadero rostro. No quiero seguir sintiéndote y recordándote en cada rincón. Quiero que que esto se acabe.

Y esto se acaba ahora ya.

Juana La Loca

lunes, 7 de diciembre de 2009

Salir. Con cuidado

Después de terminar tormentosa y poco elegantemente una relación lo sano es recogerse del suelo y salir al mundo de nuevo, cierto?.

Y eso fue lo que hice.

Salí al mundo.

Hasta ahora todo bien.

En mi nuevo mundo me encontré con un conocido (digamos el amigo de una amiga, aunque bien podría haber sido el amigo de una hermana, o el hermano de una amiga, da lo mismo) y bueno, como no me gusta esperar, lo llamé y lo invité a salir.

Nunca en mi vida lo había visto, ni tampoco hablado con él, pero como siempre en estos casos las referencias eran maravillosas.

Recuerdo que me llamó de vuelta, encontró bueno mi plan de ir a un karaoke, tomar un trago y conocernos. Así que lo hicimos.

Me pasó a buscar. Obviamente pasé horas enteras arreglándome, por si acaso, uno nunca sabe.

Eran las 9 pm cuando sonó el timbre de mi casa y salí. Ahí estaba. Mirándome. Debo decir que desde el instante uno fue una especie de decepción. Si bien yo me había tomado el tiempo de ponerme sombra, perfume y checkear que mis zapatos combinaran con mi cartera, el individuo éste, llamémosle David, con suerte tenía aspecto de haberse duchado.

Bueno, será.

La cita (por ponerlo en términos gringos) estuvo buena. El trago estaba exquisito, el karaoke no era excesivamente ruidoso, canté algo que me gustaba, todo bien. Casi perfecto. Si no fuera por el casi.

Cuando me dejó de nuevo en mi casa me felicité por la valentía y me fui a dormir, con la sensación de que la próxima vez que saliera con alguien me iría mejor si levantaba un poquito la barra y no me conformaba simplemente con el hermano de una amiga (o el amigo de mi hermana).

El tema es que a él lo encontré . . . desabrido. Como una coca Light sin hielo. Y sin gas.

Bueno, pasaron los días, y de pronto me encuentro con una llamada perdida de David. Y un mail.
¿Qué onda?

Y como soy tonta, lo llamé. Resulta que quería invitarme a salir. Cuac.

La invitación fue bastante más sofisticada que la salida previa: fuimos a almorzar a la playa.

Acepté porque me picó la curiosidad, porque hace tiempo que no veía el mar, y porque no tenía nada mejor que hacer.

Hasta el día de hoy me parecen buenas razones.

Esa cita también estuvo buena. El mar olía maravilloso, la comida estaba increíble, el vino, extasiante, el postre, mágico . . . (alguien nota que de David no he dicho nada?)

Cuando terminamos de comer pensé “ok, se acabó, me irá a dejar a la casa y podré dormir o ver Dr. House”, pero no.

- ¿Vamos al cine? – me preguntó con ojos interesantes.

¿Y qué dijo la tonta?

- Ya, vamos.

Y fuimos. Otra vez, la película buena, las cabritas crujientes, la bebida helada. Todo bien. Casi perfecto.

A estas alturas del partido yo ya me estaba cuestionando quien demonios me había mandado a pasar casi doce horas con un desconocido que no me inspiraba más cariño que un hámster.

Era una lata la wea. No sé si era yo el problema, o él, o simplemente David y yo nunca debimos intercambiar palabras sin más gente presente que llenara el sempiterno vacío entre lo que yo decía y lo que él pensaba, mientras me miraba. Mucho. Creo que la palabra en inglés para eso es “to stare”.

Pero filo, a estas alturas del partido estaba considerando seriamente guardar más silencio, bancármelo, con esperanza secreta de que él captara la falta de interés y dejara de invitarme a salir.

Pero no. En alguna parte de su cabeza mis silencios tienen que haberle indicado todo lo contrario, porque una vez me dejó en la puerta de mi casa el beso de despedida se prolongó unos instante más de lo socialmente aceptable y me preguntó que cuándo nos veríamos de nuevo.

Silencio.

- Eeeh, este, eeeh, no sé. Eeeh, yo te llamo!

Claramente este weon nunca había pasado por entrevista de trabajo infructuosa.

Tres días después, como yo no lo llamaba me llamó él. Y me invitó al cine de nuevo. Y me mandó mails. Y me llamó de nuevo para insistir con el cine.

Debo reconocer que no supe qué hacer.

Toy vieja pa esto. Después de casi tres años con mi ex había perdido la práctica.

Pero bueno.

Fuimos al cine.

Y después nos tomamos un trago.

Y en el auto me tomó la mano. Y el beso de despedida fue de esos medios cuenteados. Mal. Muy mal.

Yo no hallaba donde meterme, creo que cuando me bajé del auto dejé una nube de polvo con mi forma entre la calle y mi reja . . .

Dios, ¿cuántas veces hay que hacerle el quite a un weón pa que cache que no?

Y entre medio de todo esto, mi hermana (o mi amiga) me preguntaba que cómo iba el tema. Yo le dije que me había asustado (cuando alguien intenta darte un beso y te manda mails con fotos de la salida a la playa que no cachaste en qué minuto tomó y te dice que anoche no se pudo dormir por pensar en ti da un poco de susto, no?, sobretodo si la wea no es mutua), y ella me dijo que obviamente la wea me asustaba porque yo estaba en un momento de mi vida en el que no quería comprometerme (a todo esto me voy a vivir fuera del país con unos primos, entonces claramente no voy a estar en stgo en tres meses más lo que dificulta las relaciones, sólo un poco), que era obvio que no quería engancharme, que por supuesto que David me ponía nerviosa porque él podía darme todo lo que mi ex nunca pudo, que es lo que yo siempre he querido, que tengo que entender de nuevo que es posible querer compartir la vida con alguien, que tengo que perder el miedo, que bla bla bla.

Cuando mi hermana terminó de hablar la miré, y le dije:

- Lu, eso no es problema. El tema es que David no me gusta.

- Es que claro que no te gusta porque tienes miedo, y no quieres entregarte y . . .

- No Lu, no es eso, es que NO ME GUSTA.

- Sí, pero es que escúchame, no te va a gustar mientras tú sigas asustada de una nueva relación porque él te puede ofrecer mucho y . . .

Bla bla bla. Esta weona es sorda. O burra.

En fin. Los días pasaron. Los mails llegaban. Y resulta que simultáneo a todo esto no sé cómo (bueno, sí se cómo, pero es tema para otra entrada) terminé besándome con uno de mis mejores amigos, y, bueno, era medio feo salir con uno mientras el otro ya había conseguido lo que el uno quería con solamente mirarme y acercarse.

¿Ven? Esa es la diferencia cuando alguien SÍ te gusta.

Ahora, ¿cómo mierda corto esta wea sin que sea feo? Porque David aparentemente tiene un muy buen plan de celular.

Intenté contarle a mi amiga (o hermana) mi problema.

Ella me miró, suspiró, y me dijo:

- Bueno. No creo que haya que analizar mucho el tema para darse cuenta de que prefieres estar con (digámosle) Alejandro. Claro. Sí. Eventualmente podrías terminar enamorándote de David, y casándote con él, y no quieres eso porque tu ex te cagó la cabeza. Y bueno, con Alejandro la wea no pasa de un touch-and-go (mira que notable, touch-and-go se llama ahora el atracón sin llamada posterior, me enteré la semana pasada, cómo cambian las cosas) que es exacto lo que quieres ahora, entonces . . .

- Lu, entiende. David no me gusta, Alejandro sí.

- Es que yo creo que deberías pensarlo. David tiene pega, es inteligente, es dulce . . .

- Y Alejandro también tiene pega, es inteligente, dulce, caballero y mil cosas más, y no lo conoces, por lo tanto no tienes nada que opinar.

- Bueno, si a ti te gusta andar pasando los calzones por ahí, wea tuya.
(oooh! Que feo, ¿me dijo suelta?)

- No es pasar los calzones por ahí. Es que Alejandro me genera querer pasárselos y David no, así de simple.

- Claro, porque con Alejandro no hay nada serio y con David se puede poner complicado.

- ¡No! Porque Alejandro me gusta y David no.

- Sí, pero . . .

Media hora después y ninguna conclusión. Bueno, sí, o la tiraba por la ventana o me tiraba yo.
El tema es que, sin consultarlo con ella, le mandé un mail a David. Juro por mi madre que lo hubiese llamado si esto no hubiese pasado a fin de mes cuando ya no hay saldo en el cel, pero de todos modos no lo encontré tan inapropiado. Él me mandaba hartos mails.

En el mail le puse que yo no quería seguir saliendo con él porque estaba aterrada, y confundida, porque no quería una relación, y bla bla. Me pareció razonable usar los argumentos de mi hermana, porque saltaban a la vista.

Y no me llamó más. Bakan.

Pero la llamó a ella.

Demonios.

Recuerdo también que Alejandro me dijo que si le decía a David que estaba confundida él querría intentar desconfundirme . . .noooooo, dije yo, si no es pa tanto.

Bueno. Era.

Cuento corto, dentro de lo que se puede, David le dijo a mi amiga que estaba confundido. Que no entendía qué había pasado, que era obvio que la atracción era mutua (ya . . .), que todo iba super bien, y que de la nada y sin motivo yo había cortado la wea.

Es claro que si mi hermana no sabe escuchar este weón no sabe leer, el mail que le mandé era un puto ensayo sobre la confusión y el miedo típico de empezar otra relación después de una fallida.
Mi hermana alegó que yo estaba más rayada que puerta de perrera, y que bueno, mejor aplicara retirada porque yo aparentemente soy un atajo de nervios inestable y medio nocivo. Bkn, me encanta mi hermana.

Pero David es porfiado. Él no termina las cosas por mail. Él prefiere llamar.

¡¡Weon!! ¿¿¿Terminar qué??? ¡¡Si no pasó nada!!

Más encima él va y le dice a mi hermana que él estaba conciente que yo me iba a vivir con mis primos, pero que de todos modos qué son tres horas en avión, y que perfecta podía ir a visitarme en semana santa . . . por lo tanto, dado la profundidad de la relación lo mejor era hablar en persona si es que yo de verdad quería terminar porque a lo mejor simplemente había sido pánico momentáneo pero en el fondo no quería terminar.

Dios.

Mi hermana no dijo nada, según ella.

Y yo guardé mi eterno silencio.

Bien.

Pero me llegó otro mail. “tenemos que hablar, quiero que hablemos”.

Mi amiga me dijo que lo mejor era terminar con él en persona, que terminar por mail es feo.
Insisto, ¿terminar qué? ¡¡Si nunca empezamos!!

A todo esto el Ale ya me había regalado un ramo de flores precioso, y estábamos pololeando. Cosa que prueba que mi patológico miedo al compromiso puede ser superado por una atracción espiritual y sexual (no necesariamente en ese orden), y que esas cosas pasan cuando la otra persona TE GUSTA. No creo que sea tan complicado.

Yo no quería hablar con David. Me daba lata. Encuentro el colmo tener que estar dando explicaciones a alguien con quien no tienes relación ni compromiso alguno, especialmente si esa persona se enrolló y anda metido en lan.com viendo pasajes que ni una ha visto. Horror. Yo no hice nada. Es más, jugué con la carta de la indiferencia.

Bueno, al final igual me junté con David, pero lo hice más que nada por mi amiga.

Ojala no lo hubiese hecho. Me miró y me dijo que yo era linda, que le habría encantado tener un affair conmigo, que si cambiaba de opinión o lo necesitaba que lo llamara, que podía contar con él, que si quiero él puede ir a verme a la casa de mis primos . . . dios. Yo no sabía si reír o llorar. ¿Cómo alguien puede llegar a decir eso después de ver una persona cuatro veces? O tres, no sé.
Se supone que somos las minas las que andamos con el vestido de novia en la cartera, no ellos.

En fin, está claro que uno nunca para de sorprenderse, y que los machos que se respetan también pueden comportarse como mujeres mexicanas.

Yo, por lo pronto, estoy feliz.

Por fin le pude poner a mi pololo un post en Factbook que dice que lo quiero, aún cuando me de terror decírselo.

Pero el Ale se lo merece, él no está comprando pasajes en lan.com


Leonor

jueves, 3 de diciembre de 2009

La mujer trofeo

Mucho se ha hablado de los celos, de los exs que no te dejan vivir mientras estás con ellos porque todo los inseguriza: paquean ropa, amigos, Messenger, correo, etc. En su contradicción, quiere que seas atractiva, pero sólo para él.

¿Pero, qué pasa cuando es al revés? Para algunas puede sonar al paraíso, pero no fue mi caso.

Les cuento mi historia: Fui una mujer trofeo, exhibida como adorno al orgullo.

Cuando conocí a mi ex, yo era, supuestamente, el tipo de “mina para presentarle a los amigos” Siempre con la risa a flor de piel, buena alumna, inteligente y con tema. Tenía algunos gustos “de niño”, pero no por eso era un mamarracho: siempre estaba bien vestida y arreglada. Pero detrás de tanta buena onda había un gran problema: ocultaba una autoestima pésima. Era todo lo contrario de lo que era mi ex, al que llamaremos Narciso.

Narciso no era lindo, pero él creía que lo era. Tenía ojos pequeños, el pelo desgreñado y tenía una gran panza. A diferencia de mí, era un hijo consentido, bastaba con que pidiera algo y lo conseguía inmediatamente (su frase favorita era “necesito”). Pero quizás por lo mismo, tenía una personalidad que me pareció atractivísima. Y claro, polos opuestos se atraen.

Lo que más me gustaba, es que él no era celoso, lo que en jerga amiguística llamamos “dejar ser”. Pero había algo raro: cuando sabía de alguien que me encontraba atractiva, su primera impresión era una sonrisa de satisfacción. Sí, una sonrisa, como quien luce el auto deportivo recién encerado. Se lo contaba a todo el mundo, no podía disimular que eso le encantaba. Me presentó a todos: sus amigos de colegio, su familia, sus compañeros, y me enumeró con lujo de detalles todos los comentarios. Narciso era feliz luciéndome: si alguien me miraba en una disco sonreía hacia un costado y me tomaba el brazo con un lado levemente protector, pero no lo suficiente para tapar su trofeo: yo.

Al poco tiempo, todos mis logros pasaron a ser de él. Si me destacaba en un curso, Narciso aparecía, si tenía una presentación de una actividad extraprogramática, él aparecía. Hasta ahí, todo bien, pero… el apoyo nunca fue tal. A la hora de ir a una clase, me pintaba el mono para que me quedara con él, me hacía atados cuando no tenía tiempo para verlo. Así mismo, yo le rogaba siempre que asistiera a una clase en la Universidad, que fuera a dar una prueba. Cada vez que Narciso iniciaba algo nuevo, lo comentaba con bombos y platillos, no aceptaba comentario alguno que saliera del “¡qué bien te sale!”, y al final, como tantas cosas, terminaba abandonándolo, cansado por el esfuerzo que eso implicaba.

Pronto la fachada se comenzó a caer a pedazos. La sonrisa se me borró por un buen tiempo, mi familia comenzó a tener problemas que no podía hacer a un lado. Mis problemas y derrotas no eran parte: Narciso era un dedo acusador, que me insistía en que sonriera aunque no quisiera, en que me viera feliz, sólo porque eso a Narciso lo hacía sentir bien. La formula era simple: mientras yo “luciera” bien, no importaba cuanto fuera mi esfuerzo, las cosas estaban bien con él.

El cariño supuestamente incondicional pasó a amargas amenazas. “No sé si puedo serte fiel”, “ya no sé si me gustas tanto” fueron frases que empezaron a escucharse cada vez más seguido en nuestras peleas. Algún día, me dijo algo que fue lo que me hizo reaccionar: “Antes, cuando eras fuerte, me gustabas, ahora que eres débil, eso ya no me atrae".

Y fue el principio del fin. Lo empecé a sentir como una carga pesada, alguien que se creía más de lo que era. Y, poco a poco, mi amor por él se fue acabando. Hasta que un día, harta de las amenazas, lo terminé dejando yo. Tenía pena, pero a la vez tranquilidad. Al fin podía estar triste o rabiosa si así lo sentía, no me interesaba caerle bien a todo el mundo. Al final, era libre.

Las cosas habían cambiado, pero principalmente, había cambiado yo. Y con el tiempo, encontré a alguien maravilloso que me apoya y me quiere tal cual soy. Me consuela cuando estoy triste y somos felices cuando el otro lo es. Me sigue en todas mis ideas así como yo lo sigo en ellas. Pasé de ser un trofeo a un ser digno de ser querido. Mal que mal, la culpa no es sólo del chancho, sino también del que le da el afrecho.

La Santa Gilda

 
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