lunes, 17 de noviembre de 2008

A LO MELROSE PLACE

Y en el capítulo de hoy....

Tengo una amiga, y esta amiga tiene un problema. Resulta que cual gallina descerebrada ha cagado donde come y no sabe bien como resolverlo. Es super complicado sacar una relación de un lugar que es totalmente extraño a tu círculo. Sacarlo de un espacio no contaminado sería buena idea pero una que es normalita y tiene una cúpula social reducida siempre encuentra pololos en la universidad, la pega o en las clases extra que estás tomando: natación, gym, un seminario, el bar de Moe, los talleres de cerámica (sólo para las hardcore), etc.

Mi amiga, pongámosle Anastasia a este ser, no puede contar mucho las circunstancias que llevaron a su estado actual - digamos que para proteger identidades -, pero le pasa que tiene al ex metido en la oficina y también a la ex de su actual novio. Esta última detesta a Anastasia con odio parido y le desea los mil males del infierno, de modo que ha contado la historia de la pobre mujer abandonada y de la dirty mistress que le quitó al pololo. La ha contado tan bien que las demás mujeres de la oficina han hecho acto de solidaridad, unidas ante el horror de estar casi todas solteras y amenazadas por la imagen de esta mala hierba que se dedica a robar parejas.

Resultado: mi amiga circula entre la fría amabilidad del resto, aislada de todo contacto social, sin recibir invitaciones a despedidas o bienvenidas, y trabaja sintiendo el aliento de la mala onda encima suyo, todo el rato. Además, ruega que su jefa nunca pierda la compostura de lo profesional y termine perjudicándola por un caso de celos y de amoríos mal correspondidos.

Lo gracioso es que el ex de Anastasia, que también trabaja en el mismo lugar, se desenvuelve con mayor naturalidad. Por supuesto que todavía la odia un poco, y como no? si la historia fue de tormentos fieros y acabó como el estallido del big-bang, pero existe algo distinto en el desprecio masculino, que no busca apoyo solidario en otros hombres, que intenta vivir con lo que tiene y aunque claramente no olvida, al menos la deja a una transcurrir en paz. Y es que una puede decir muchas cosas del sexo opuesto pero aunque nos duela, la verdad es que los hombres terminan perdonándose todo entre ellos, mientras que las mujeres viven ensimismadas en sus propias guerras, sacándose los ojos. ¿Eso al final no será una cualidad? ¿el poder simplificarlo todo, arreglarlo con una cerveza, sin pensar demasiado?

Es cierto, una no debe cagar donde come, pero cómo no hacerlo? cómo no implicar a tu círculo social o laboral? cómo haces para que después del affaire nadie tome partidos? Lo que más le dolió a Anastasia es que una amiga suya tomó partido por el bando contrario, así sin más, porque era lo que más le convenía, y entonces ya no hubo nada que decir.

Moraleja:

Frente a la mala onda, hágase la de la vista gorda.
Deeply Disturbed Girl

jueves, 13 de noviembre de 2008

¡Déjame tomar en paz!

La gente cuando anda empiernada cambia y es una verdad que no tiene nada de nuevo. Lo que sí llama la atención es cuánto cambia la gente. O cuánto exige el otro que cambies tú.

Me gusta salir y me gusta tomar. Soy amiga de mis amigos y cuando hay que armar un carrete todos me miran a mí para organizarlo.

Varias de mis amigas son iguales (aunque ninguna tiene una sed como la mía) y los diferentes amigos que he tenido siempre han sido buenos pa’l hueveo. Y ahora que ha pasado harto copete por mi garganta, es algo que no estoy dispuesta a transar.

A Andrés lo conocí en la Universidad, carreteando. Los carretes llevaron a las conversaciones lo que llevó a lo obvio y al poco tiempo comenzamos a pololear. Hasta ahí, todo bien. Disminuimos un poco las salidas en patota para poder pasar más tiempo juntos, lo que me pareció normal.

Pero de manera casi imperceptible comencé a pasar más y más tiempo con Andrés, hasta que se convirtió en mi único mundo. Dejé de ver a mis amigos y de ir a la U. Las salidas a carretear eran cada vez más esporádicas y con el pasar de los meses cada vez terminaban peor.

Si salíamos juntos, en el mismo momento en que mis manos se posaban en un vaso, Andrés levantaba una ceja y dejaba de interactuar con los demás, para quedarse solo en un rincón fumando, mientras yo era el centro de atención.

Como cada vez veía y salía menos con mis amigos, intentaba aprovecharlo al máximo, intentando mantener el equilibrio entre los ronaldos y las copuchas. Andrés cada vez con peor cara. Cuando yo llegaba a la tercera o cuarta copa, Andrés rumiaba un “Me voy” y se iba.

La primera vez quedé media pa’ dentro. Pensé que era una broma y cuando pasaron los minutos y no había rastro de Andrés, salí a buscarlo. Lo encontré a unos metros del local donde estábamos.

¿Por qué te fuiste?”, pregunté extrañada. “Me carga que tomes y como te pones cuando tomas. Si quieres te puedes quedar, pero yo me voy”. Tiró su pucho al piso y comenzó a caminar.

Error 1: Haber salido a buscarlo. Si no hubiese salido, el pastel se hubiese visto obligado a irse solo (era y es demasiado orgulloso) y yo hubiese seguido pasándolo bien con mis amigos.

Error 2: Haber salido demostró cuán manipulable soy. Una ceja levantada y un bufido enojado bastaban para que Andrés lograra que yo hiciera lo que él quería.

Recuerdo haber querido preguntarle (gritarle) cómo cresta podía decir que no le gustaba que tomara si me conoció media ebria carreteando en la Universidad y con o sin copete (y con y sin él) siempre sido igual de centro de mesa. Que cómo no se daba cuenta que había abandonado a las personas más increíbles de mi vida (increíbles porque aún así siguieron siendo amigos míos) solo por estar con él.

Pero la cosa no acabó ahí. Pensé que como el drama era que él me viera tomar, comencé a salir sola, con gente que él no conocía (para incluso ahorrarle las molestias de los comentarios de lo que había hecho-dicho-tomado). ¡Craso error!

No contento con armarme show antes de salir, comenzaba a llamarme cada veinte minutos para saber cómo estaba, con quién estaba y dónde estaba. Y seguía así hasta que yo llegaba a mi casa, hecha una furia con él por ser tan paco y no dejar que disfrutara mi carrete y hecha una furia conmigo por ser tan imbécil como para permitirle hacer todo eso.

La historia no duró mucho tiempo más así. Al final por insoportable se llevó la rotunda PLR y no lo volví a ver más.

Moraleja

Una puede ceder en muchas cosas. Ser más paciente, amable, tierna. Aguantar los gritos desaforados cuando juega Chile y de vez en cuando la llamada ebria “te esssstraño, mi amorrrrrr”. Filo con todo eso. He descubierto que los hombres generalmente terminan cediendo más que las mujeres en pos de evitar peleas sin sentido (de las cuales las minas tienen la culpa el 90% de las veces).

Pero hay algo que uno no debería estar dispuesta a transar jamás: la honestidad con una misma y con su forma de ser.

En mi caso particular, me enseñó a incluso poner más pino a la parte más detestable de mi persona (lo centro de mesa y buena pal gritoneo y el copete), pero más bien para usarlo como un slogan encubierto: “Hey, así soy yo, lo tomas o lo dejas”.

Y hasta el día de hoy, cada vez que me tomo una cerveza, me acuerdo de Andrés y solamente sonrío. Por la cerveza. Por la libertad.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Las cosas que hacen feliz a La Ex

Por encargo de Verónica =)



- Soy feliz cuando despierto y compruebo que por fin dormí más de 8 horas.




- Soy feliz cuando logro golosear y chanchear sin culpas…




- Soy feliz cuando escucho música movida y bailo frente al espejo sin importarme nada más que seguir el ritmo =P



- Soy feliz cuando puedo darme el gusto de dedicarme un día a mi misma y regalonearme: hacerme la manicure, ir a la peluquería y que me peinen, darme un largo baño de tina con sales aromáticas. Mejor si luego puedo salir y sentirme bella gracias a todo lo anterior.



Slds!!!

 
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