viernes, 23 de octubre de 2009

Punto de quiebre

De pronto, los días comienzan a ser más largos, hay más luz, un viento que disipa las nubes grises del invierno y nuestros sentidos nos dicen que hay que despertar... ahí está la primavera, con sus pajaritos cantando, sus mariposas volando y sus árboles florecidos, digno de una película cualquiera de Princesas de Disney. ¿No es bello?

Pues para mí no. Detesto, detesto la primavera. No sólo por las alergias que hacen que lamente verme cada mañana al espejo con los ojos hinchados, la nariz roja y sarpullido en la piel. No sólo porque me moleste el cambio de luz y pase dos meses con jaqueca, ni porque tengo que crear toda una estrategia de defensa contra los bichos voladores chicos, que me atacan impulsados por el viento. No sólo porque me da asco la 'florecencia' de la cursilería en todas partes, la gente apareándose por ahí irracionalmente, sin control alguno de sus hormonas, qué repugnante!

Parejas besándose sonoramente en el metro, toqueteándose... me dan ganas de ir a darles las gracias por hacer que el precio de mis pastillas suba cada año, con los farmacéuticos sobándose las manos por los ingresos extra que les significan esta manga de... personas afectadas por la fiebre primaveral.

Pues no, todo eso lo detesto, pero una de las razones principales de mi profundo odio hacia esta estación es que siempre termino en primavera, 'la estación del amooors´.

No sé por qué razón, entre septiembre y noviembre mis relaciones peligran. Hay quiénes creen que todos pasamos por las "crisis de los 3 meses", la "crisis del primer año", la "crisis del año y medio" y así un largo etcétera. Otros dicen que si una relación sobrevive a las temibles "vacaciones de verano" o "de invierno" es algo que va en serio. Como si la gente se demorara una cantidad de tiempo exacta en 'notar' las desaveniencias o fuera incapaz de soportar la llamada 'viudez de verano' -Aunque esto último es posible, tomando en cuenta el comportamiento hormonal de algunos-.

La verdad, no sé si para alguien se cumplan estas reglas, lo que sí sé es que la primavera ha resultado ser fatal para mis experiencias amorosas.

Es como si en esta época estuviera más predispuesta a estar chata y decir "Pta, si no se la juega él, entonces esto no va para ninguna parte". Es la época en que suceden las grandes peleas, los "tenemos que hablar", los "trataré de cambiar" y los "démonos un tiempo".

¿Seré yo? De pronto veo que hay algo: una actitud, una situación que no me gusta, y la converso, la trato de solucionar, ser colaboradora, participativa, buena onda... pero nada, vuelvo a mirar y sigue ahí, como burlándose de mí.

En septiembre noté que A era un egoísta que sólo pensaba en su carrera. En octubre terminé con R después que su manía de coquetear con una de sus amigas sobrepasara el límite de mi paciencia. En noviembre murió mi idilio con J, muy apuesto pero incapaz de juntar 3 frases coherentemente. Y de nuevo en octubre, paso por mi crisis eterna primaveral, esta vez porque encuentro que mi galán es un poco tosco y rudo a veces para expresar lo que le molesta.

Supongo que está bien decir que una tiene sus límites y que hay cosas que jamás dejará pasar, yo por ejemplo me dije mucho tiempo atrás que jamás estaré con un hombre violento, irresponsable, infiel y ególatra (basta que cumpla sólo una de estas condiciones para que no vuelva a ver mi sombra). El problema es que, al ser tan fiel a mí misma, apenas veo cualquier atisbo de problemas salgo huyendo por la puerta más cercana, tratando de no mirar atrás para no volverme sal.

Ahora, con un poco más de experiencia en el cuerpo, estoy cansada de correr y refugiarme. Estoy cansada de perder. Miro parejas que llevan 30, 40 años de casados, y son capaces de quererse y amarse como si nada. O como si mucho, porque me imagino que deben haber pasado por problemas y que, contrariamente a lo que yo hago, los deben haber resuelto.

Pero ¿cómo se logra eso, Dios mío? Vez tras vez me he topado con personas tan o más testarudas que yo, que les cuesta confiar y sobre todo ceder. O que te dicen "Está bien, lo hago" y lo dejan para más rato, con la esperanza infantil de que se te olvide. ¿Alguien ha visto que eso alguna vez funcione? ¿En la vida real?

Ah... Yo sólo quiero encontrar un gran amor, como los de antes.

Liss

lunes, 19 de octubre de 2009

El Gran Engaño

Es común que ciertos engaños surjan en una relación. Desafortunadamente, es más común de lo que quisiéramos, al menos. Hay distintos tipos de engaño. El engaño claro y evidente, en el que o te ponen el gorro o al menos te mienten descaradamente. El engaño por omisión, cuando se omite deliberadamente información que es claramente importante. Y uno de los más sutiles pero no por eso menos poderoso: las mentiras que nos contamos a nosotros mismos.

Hace un buen tiempo escuchaba a una conocida contanto que había vuelto con su novio. Que ya habían arreglado los problemas que la llevaron a terminar. Quizás se dio cuenta de cómo sonaba ese "ahora todo es diferente", razón por la cual aprovechó de bromear con lo cliché de la frase diciendo a propósito varias otras frases cliché de ese estilo para hacernos reír a quienes la escuchábamos, cosa que logró. Pese a la simpatía con la que narraba todo y lo mucho que empaticé con ella, no pude evitar pensar "esta mujer está mintiéndose a sí misma, y lo sabe".

No conocía los pormenores de su relación. A su pareja con suerte la había visto un par de veces. Pero por lo que entendí los problemas que tenía no eran de esas cosas que cambian de la noche a la mañana. Con ese "sí, ahora es totalmente distinto" me vi muy reflejada a mí misma hacía un par de años. Recordé decir casi exactamente la misma frase a una amiga al volver con un ex. Recuerdo luego de terminar definitvamente a mi amiga preguntándome "¿no que ahora era todo distinto?" y yo debí admitirle con completa honestidad "me estaba mintiendo a mí misma, era lo que quería creer".

Para mis adentros deseé que mi conocida tuviese mejor suerte que la que yo tuve, pues es una chica que me cae bastante bien. Pero esa sensación de déjà vu que tuve no me abandonó, se quedó en mi mente haciendo ruido, hasta que me enteré que la chica había vuelto a terminar con el novio, esta vez de manera definitiva. Entonces no todo había cambiado, pensé. Qué poderosas son nuestras mentes cuando no sólo queremos convencer a los demás de algo, sino que necesitamos primero convencernos a nosotros mismos. Qué triste el despertar y ser testigo de nuestro propio engaño. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice el refrán popular. Y no sé si es el peor, pero sí es peligroso. Los peligros que nos depara nuestra propia mente a veces pueden ser superiores a los externos. Al menos a los otros muchas veces sabemos que no debemos creerles. Pero, ¿qué hacer cuando sólo vemos lo que queremos ver?

Faye

martes, 6 de octubre de 2009

Soy una Ex

Estimados/as, hoy tenemos una colaboracion de una de nuestras lectoras, esperamos que la disfruten y comenten. Agradecemos a Yom por enviarnos su colaboracion y les recordaos que tambien estan bienveidos/as a hacerlo escribiendonos a soy.la.ex@gmail.com. Disfruten!

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Soy una ex…hace poco más de un mes. Fue extraño porque por primera vez después de finalizar un pololeo quedé con el corazón en trizas, no fue una relación larga…4 meses...pero pucha que lo pase bien!

Tengo 26 años. Él, 3 años menor y por alguna razón imaginé que quizás el era “the one” …pero no es así y si si sé que “todo pasa por algo” y “que todo en el amor es superable” (ese par de frases están entre mis preferidas).

¿Por qué pensé que este chiquillo (porque sí…aún es un niño) era “the one”?

¡Les voy a contar por qué!

Antes de empezar a salir con el “ex” en cuestión, yo tenía onda con alguien…pero solo eso … y este alguien me decía que ya estaba aburrido de conocer una chica y tener una relación de algunos meses y que no resultara y después conocer a otra persona y asi over and over and over… Repetir todo el proceso… Me decía que su ideal era sentar cabeza a los 26 años y quedarse con alguien para ya proyectarse.

La cosa es que cuando estuve pololeando con mi “ex”, me dije a mi misma: misma … es un buen partido (al leerlo suena muy cursi), es lindo, simpático, se llevan muy bien EN TODO, etc. Y debido a esto acoplé la idea de mi amigo a mi situación … y pensé: mmm quizás el es “the one” así que aquí me quedo con él.

¡ERROR! Cuando conocí a mi “ex”, era una mujer desilusionada y aún entusiasmada con el amiguito de la teoría… Entonces no estaba 100% para él, a veces llegaba un poco atrasada a las citas, aún recibía mensajes de texto del otro chico. Hasta que después como pensé que el era “the one", siempre estaba ahí disponible para mi pololo, si me decia vente un viernes… Ahí estaba yo. Era la que mas abrazaba, la que mas besaba. Hasta que un dia me dijo (mejor dicho me escribió por MSN) que habia besado a su mejor amiga y que sorry.

Lección chicas: Sean siempre fieles a ustedes. Mi error fue pensar que estaba todo seguro pero una nunca sabe lo que va a pasar, sea una infidelidad, la rutina, trabajo, qué se yo. Y nunca estén 100% disponibles.
He ahí mi historia, ya más superada (gracias a mis amigas que se las carretearon todas conmigo por un mes y algo) y sabiendo que otras personas tienen problemas más grandes y sufrimientos triples en su alma, al menos escribir esto puede ser como terapéutico o no? Que creen?

Yom

sábado, 3 de octubre de 2009

Banda Sonora

Siempre mi vida ha tenido música de fondo. Como en las teleseries, cada tensión, cada clímax de mi experiencia ha sido subrayado en mi cabeza por algún tema simbólico, que de alguna manera me ayuda a que en mi precaria memoria se queden los momentos más trascendentales.

Fue así como escuchaba músicas ad hoc en cada momento desde que te conocí: cuando te volteaste en tu mesa a escuchar mis opiniones políticas mientras veíamos caer las torres gemelas en un bar de la plaza, sonriéndome como pensando "y esta pendeja patuda, qué se cree que opina tanto" , y cuando me dijiste que –incoherencias aparte- escucharme hablar era como perderse en un mar extráñamente teñido de inteligencia y gracia, y cuando me llevaste con los ojos cerrados a tu terraza en donde me hiciste el amor, luego de besarme los ojos, las manos, cada parte de mi cuerpo imperfecto pero perfecto ante tus ojos, diciéndome al oído a cada beso que ese espacio de humanidad ya no era mío, sino nuestro.

Compartirnos se volvió rutina, pero no tedio, sino ceremonia, rito, aire, agua. Tus ojos, observándome desde lejos como un espía y a la vez como un admirador secreto, siempre a las 18:30, siempre en nuestra esquina, para comprar un vino, algo de comer y subir a olvidar el mundo real en nuestro pequeño pedazo de olimpo. Tu trasero desnudo caminando a la ducha, saliendo de mis sábanas se convirtió en mi desayuno, y mi almuerzo, el frescor de tus besos, cuando luego de la ducha, volvías a impregnarte con los sudores de mi cuerpo para luego irte al trabajo, sucio de mí y limpio de ansias.

Recuerdo la música lenta y dulce de tu cara, las sinfonías delirantes de nuestros coitos, recuerdo los traviesos sostenidos de piano de cuando te burlabas de mis llantos frente a la tele o de las cremas en mi cara, para luego alzarme con tus brazos fuertes, y besarme hasta quedar humedecido con mis lágrimas o embetunado con mis menjunjes.

Pero fue distinto esa tarde.

Bastó con verte en nuestra esquina, besándola a ella con esa boca que era nuestra boca y viéndome a la distancia con esos ojos que eran nuestros ojos, sin despegarte de sus labios. Con esa mirada impávida todo quedó dicho. De pronto, todas las partes de nuestros cuerpos, que eran tan nuestras, se separaron como se separa el alma del cuerpo. Así, de pronto, sin mediar palabras nos volvimos de nuevo un par de “cada unos”.

Me imagino que a cada paso, mientras la besabas y yo caminaba como sin verte, después de que ambos nos vimos tan determinantemente, tus partes y sus partes se fueron volviendo vuestras partes, mientras yo me alejaba cada vez más "una", cada vez más "solamente mía". Caminé tan desnuda de ti que me entró un viento frío por la espalda y aunque afiné el oído de mi mente todo lo que pude, no había nada más en mi interior que el más hueco silencio. Ahí lo descubrí, la música no estaba en mi cabeza. Salía de mi alma.

Otro transistor roto. Ya no los hacen como antes.

Loca de Patio

 
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