lunes, 28 de diciembre de 2009

La flauta

Como bien saben ustedes, queridos míos, mi relación previa terminó abruptamente (para mí, porque el muy desgraciado lo tenia pensado de hace meses, pero en su más profundo silencio) hace unos meses atrás.

Sí, fue un momento difícil, pero después de tantas cosas difíciles que me han tocado vivir, esta cuestión, pasada la primera impresión tenía pinta de ser un chiste mal contado. El tema es que vi a mi ex una sola vez después de que terminamos, tuvimos un par de llamadas telefónicas, pero en definitiva lo borré de Facebook y también de mi vida, junto con buena parte de sus amigos, y todo bien.

Excelente, de hecho.

Pero (el eterno pero) nunca pasamos por el proceso de devolverse las cosas.

Más que nada porque él trató de devolverme todas las mías cuando aún estábamos pololeando, cosa que no le acepté en su minuto porque lo encontré una mariconada de mala clase, y esa vez que nos vimos ninguno de los dos atinó a llevarlas. Y el tema quedó ahí.

Y bueno, han pasado los días, y quiero mi flauta de vuelta. Preferentemente ahora.

Entonces, pensando que un universitario de 26 años tiene cierto nivel de madurez, tal vez incluso superior al mío debido a la diferencia de los años, le mandé un mensaje al cel. Gasté $50 pesos enteros en mandarle el mensaje. Y le pedí que me dijera cuándo podía ir a buscar la flauta y mis libros a su casa.

Y ¿pueden creer que no me contestó?

Nada, ni pío.

Bueno, otro mensaje, pero por Facebook porque no iba a seguir gastando plata.

Y nada tampoco.

Lo llamé. No me contestó. Le hablé por msn, le mandé un mail, le mandé el recado con la hermana, incluso llamé a su viejo que tampoco me contestó (ahí me di cuenta de donde aprendió lo roto), le pedí ayuda a un amigo en común pero nada.

Parece que cuando terminamos este weon se quedó mudo y manco, porque no le daba ni siquiera para responder por texto.

Pasó un mes así. Entonces se me prendió la ampolleta. Ah, pensé, él no me contesta porque cree que quiero verlo para convencerlo de que volvamos. Puede ser ¿no? Entonces le mandé otro mensaje que decía yo ni siquiera quería verlo, es más, que ojala que no nos viéramos porque nada estaba (y está) más lejos de mis intenciones que volver con él y todos sus atados, pero sí quería mis cosas de vuelta.

Más silencio.

Ahí ya me entré a calentar, porque hay un mínimo de protocolo social para este tipo de cosas. Esa wea de andar haciendo la desconocida en la calle me carga. Pero no importa, dentro de todo su actitud no me sorprendió.

Resolví entonces pasar simplemente por su casa cuando pudiera y recoger mis cosas, con la esperanza de que me abrieran cuando fuera.

Entremedio de todo esto, como también saben, me puse a pololear y bueno, el mundo es sumamente chico y de la nada llegó la hermana de mi ex preguntándome cómo estaba, entonces, como soy buena persona, cuando vi a mi ex en msn le dije, con harta delicadeza, que yo estaba con otra persona, y que solamente quería mis cosas de vuelta. Nada más.

Y obvio, ahí menos me contestó.

Pasaron los días, y de pronto aparece el perla diciéndome que me puede ir a dejar a las cosas a la casa, que le diga cuándo. Pero el problema es que nunca estoy en mi casa, cosa que él sabe. Le recordé lo obvio, es más fácil que yo vaya a su casa. Y la respuesta me impactó: “perfecto, te mando la flauta por correo, TNT lo más probable”.

¿Qué onda la mala onda?

No supe si reír, enojarme, o llorar.

Al final me reí, le recordé que si él no me iba a encontrar en la casa el pobre desgraciado de TNT que fuera tampoco me iba a encontrar y más encima se iba a asustar con el tremendo perro que tenemos ahora.

Y otra vez silencio.

Me encantaría saber por qué.

Cuando terminamos yo me retiré lo más digna que pude, sin show, sin escándalo, sin más llanto del necesario, sin injurias ni nada. No me metí a su correo ni le revisé las cosas ni nada, por lo que creo que no me merezco que se ponga tan arisco.

Me pregunto qué hacen los hombres con las cosas de la ex cuando terminan.

Porque nosotras primero tomamos el chaleco olvidado debajo de la cama que todavía tiene algo de su perfume y lo usamos para limpiarnos las lágrimas antes de pasar por los distintos estados del duelo y limpiarnos otra cosa con el elemento en cuestión. Eventualmente las cosas terminan en una bolsa dentro del closet, donde mis ojos no las vean, para que no entorpezcan el proceso de superación, y después se devuelven. O incluso se botan. Así de simple.

Pero si el ex llama porque las quiere de vuelta una hace una pelotita con la bolsa para poder hacerle puntería con más eficiencia cuando llegue a buscarla, o se la entregamos en la mano, o algo, pero no guardamos silencio, cierto?. Eso es feo.

Ahora no sé qué hacer. Conociéndolo es capaz de mandarme la flauta por correo.

Pero insisto, me encantaría saber por qué tanta acidez innecesaria, si el agua que tenía que pasar por debajo del puente ya pasó, ambos superamos todo, ahora sólo nos une la custodia compartida de una flauta que, insisto, quiero de vuelta. Ahora.

Leonor

viernes, 18 de diciembre de 2009

El perro que le ladre

Hay féminas que definitivamente se ponen muy insoportables cuando se consiguen un perro que les ladre.

Me ha tocado ser amiga de un par, que son muy lindas y amorosas cuando están solteras, se portan decentemente mientras están pasándola mal en una relación (suelen buscarse malos prospectos, para más remate), pero apenas están en inicios de amoríos, es mejor que te olvides de su amistad por un buen tiempo porque simplemente borran todo lo demás de su vida y hacen de su nuevo príncipe el centro y razón de absolutamente todo lo que está sobre la tierra y bajo los cielos.

Entonces, afírmate si quieres tratar de mantener el contacto con ella.

Son de las que se pierden durante meses, te dejan plantada a último minuto porque de pronto llegó su nuevo 'algo' y se olvidó que tenía una cita contigo, o peor: llegan con él a última hora a esa junta en que se iban a poner al día, esa junta para ir a vitrinear, ese cumpleaños de sólo amistades sin acompañamiento, esa junta a la que fuiste como un estropajo o a esa comida en casa en que tienes todo patas para arriba porque sólo te permites que te vean así tus amigui-amigui... y más encima pretende que le des el visto bueno así de la nada, cuando estás con una cara de tres metros por la intrusión.

Son de las que no entienden que hay veces en que quieres verla por separado, y que más adelante, cuando tengas una idea de para dónde va la cosa (dónde se conocieron, qué hace, qué tan seria es la relación, qué pasó con su último ex... preguntas para orientarse en el mapa sentimental de la otra), y de las que probablemente ni siquiera tienen idea de cuáles son esas respuestas, y que buscan que el resto 'apruebe' su última adquisición para sentir que no metió la pata al meterse con cualquiera... 'porque me miró lindo' o 'es simpático'.

Son de las que, cuando tengas la SUERTE de pillártelas por ahí (porque, entiende, no se juntarán premeditadamente), no pararán de hablar de él: de que es tan lindo, tan dedicado, tan aquí, tan allá, salimos a tal parte y según Cosmo es mi alma gemela, que como es capricornio y yo soy aries blabláblablá... como si en realidad trataran de autoconvencerse más que de convencerte a ti de su buenísima elección.

Son de las que, si les dices que en realidad te cayó como la salmonella (u otro bicho que provoque severas enfermedades estomacales) su nuevo 'amigo' y que no quieres que lo lleve a tu próxima junta, entonces simplemente 'no tienen tiempo' y se van con el tipo, que obviamente les dice 'o ella (es decir yo) o yo (es decir él)', y las tontas aceptan pese a que su gran amor les aburre como ostra porque EN REALIDAD NO ES SU TIPO... pero no quieren admitir que, otra vez, se equivocaron.

Son de las que, luego de aguantar mucho, luego de ser maltratadas hasta, luego de sacarse la venda y ver a su Homero Simpson como el hombre simple y sin horizontes que es, llegan corriendo de vuelta a llorarte los males que tuvieron que sufrir, y tú, con cara de 'te lo dije', tienes que soportar con paciencia de santa que te diga, como si fuera descubrimiento de ella, que el muy infeliz no la dejaba ver a sus amigos y que no podía ir sola a ninguna parte, y que te juro, amiga del alma, que nunca más...

Hay algunas que nunca entienden y que pronto terminan por copar la paciencia, y terminan borradas de las listas navideñas, cumpleañeras, y te acuerdas de ellas cuando Facebook te dice que hace tiempo no interactúas con ellas.

Hay otras que logran entender que tienen un comportamiento compulsivo y simplemente tratan de molestar lo menos posible, y que cuando te ven chata y ven que, pese a todo lo que te hablan del susodicho, eres incapaz de retener su nombre, simplemente se dan por vencidas y tratan de luchar contra su instinto de 'mi vida tiene que girar en torno a él y nadie más'.

Y hay otras que terminan por rehabilitarse, y sinceramente me saco el sombrero ante ellas, porque sólo ellas saben aguantarse las miradas y gestos de excepticismo de sus amistades cuando mencionan al novio, el que al fin eligieron por algo más que un simple 'no quiero estar sola' y un 'parece que le gusto'.

Y eso que dicen que perro que ladra no muerde.


Señorita Gruñona

jueves, 10 de diciembre de 2009

No volveré a pensar a ti. Aunque me cueste, aunque me duela el alma y se me parta el corazón. No volveré a pensar en ti.

No volveré a recordar nuestras tardes eternas, tendidos en la cama, desnudos, mirándonos a los ojos, amándonos como si el mundo se fuera a acabar en ese mismo instante. No volveré a recordar nuestras tardes eternas.

No volveré a querer que regreses a mí. No quiero que que te des cuenta de la mujer que perdiste y que corras de vuelta a mis brazos. No volveré a querer que regreses a mí.

No te recordaré como el príncipe azul. No lo haré porque no lo fuiste. Porque me regalaste una fantasía y me hiciste creer que duraría para siempre, a sabiendas que no era así. No te recordaré como el príncipe azul.

No lloraré más por ti. Mis lágrimas son sagradas y las derramaré por quien de verdad valga la pena. Por alguien que haya dejado todo en cancha y que no se haya entregado a pedacitos pensando sólo en sí mismo. No lloraré más por ti.

Quiero dejarte atrás, quiero enterrarte bien profundo en el pasado y no volver a mirarte nunca más. Quiero despertar sin angustia en la mañana porque la cama me queda grande sin ti. Quiero aferrarme al fin de la historia, cuando mostrarte tu verdadero rostro. No quiero seguir sintiéndote y recordándote en cada rincón. Quiero que que esto se acabe.

Y esto se acaba ahora ya.

Juana La Loca

lunes, 7 de diciembre de 2009

Salir. Con cuidado

Después de terminar tormentosa y poco elegantemente una relación lo sano es recogerse del suelo y salir al mundo de nuevo, cierto?.

Y eso fue lo que hice.

Salí al mundo.

Hasta ahora todo bien.

En mi nuevo mundo me encontré con un conocido (digamos el amigo de una amiga, aunque bien podría haber sido el amigo de una hermana, o el hermano de una amiga, da lo mismo) y bueno, como no me gusta esperar, lo llamé y lo invité a salir.

Nunca en mi vida lo había visto, ni tampoco hablado con él, pero como siempre en estos casos las referencias eran maravillosas.

Recuerdo que me llamó de vuelta, encontró bueno mi plan de ir a un karaoke, tomar un trago y conocernos. Así que lo hicimos.

Me pasó a buscar. Obviamente pasé horas enteras arreglándome, por si acaso, uno nunca sabe.

Eran las 9 pm cuando sonó el timbre de mi casa y salí. Ahí estaba. Mirándome. Debo decir que desde el instante uno fue una especie de decepción. Si bien yo me había tomado el tiempo de ponerme sombra, perfume y checkear que mis zapatos combinaran con mi cartera, el individuo éste, llamémosle David, con suerte tenía aspecto de haberse duchado.

Bueno, será.

La cita (por ponerlo en términos gringos) estuvo buena. El trago estaba exquisito, el karaoke no era excesivamente ruidoso, canté algo que me gustaba, todo bien. Casi perfecto. Si no fuera por el casi.

Cuando me dejó de nuevo en mi casa me felicité por la valentía y me fui a dormir, con la sensación de que la próxima vez que saliera con alguien me iría mejor si levantaba un poquito la barra y no me conformaba simplemente con el hermano de una amiga (o el amigo de mi hermana).

El tema es que a él lo encontré . . . desabrido. Como una coca Light sin hielo. Y sin gas.

Bueno, pasaron los días, y de pronto me encuentro con una llamada perdida de David. Y un mail.
¿Qué onda?

Y como soy tonta, lo llamé. Resulta que quería invitarme a salir. Cuac.

La invitación fue bastante más sofisticada que la salida previa: fuimos a almorzar a la playa.

Acepté porque me picó la curiosidad, porque hace tiempo que no veía el mar, y porque no tenía nada mejor que hacer.

Hasta el día de hoy me parecen buenas razones.

Esa cita también estuvo buena. El mar olía maravilloso, la comida estaba increíble, el vino, extasiante, el postre, mágico . . . (alguien nota que de David no he dicho nada?)

Cuando terminamos de comer pensé “ok, se acabó, me irá a dejar a la casa y podré dormir o ver Dr. House”, pero no.

- ¿Vamos al cine? – me preguntó con ojos interesantes.

¿Y qué dijo la tonta?

- Ya, vamos.

Y fuimos. Otra vez, la película buena, las cabritas crujientes, la bebida helada. Todo bien. Casi perfecto.

A estas alturas del partido yo ya me estaba cuestionando quien demonios me había mandado a pasar casi doce horas con un desconocido que no me inspiraba más cariño que un hámster.

Era una lata la wea. No sé si era yo el problema, o él, o simplemente David y yo nunca debimos intercambiar palabras sin más gente presente que llenara el sempiterno vacío entre lo que yo decía y lo que él pensaba, mientras me miraba. Mucho. Creo que la palabra en inglés para eso es “to stare”.

Pero filo, a estas alturas del partido estaba considerando seriamente guardar más silencio, bancármelo, con esperanza secreta de que él captara la falta de interés y dejara de invitarme a salir.

Pero no. En alguna parte de su cabeza mis silencios tienen que haberle indicado todo lo contrario, porque una vez me dejó en la puerta de mi casa el beso de despedida se prolongó unos instante más de lo socialmente aceptable y me preguntó que cuándo nos veríamos de nuevo.

Silencio.

- Eeeh, este, eeeh, no sé. Eeeh, yo te llamo!

Claramente este weon nunca había pasado por entrevista de trabajo infructuosa.

Tres días después, como yo no lo llamaba me llamó él. Y me invitó al cine de nuevo. Y me mandó mails. Y me llamó de nuevo para insistir con el cine.

Debo reconocer que no supe qué hacer.

Toy vieja pa esto. Después de casi tres años con mi ex había perdido la práctica.

Pero bueno.

Fuimos al cine.

Y después nos tomamos un trago.

Y en el auto me tomó la mano. Y el beso de despedida fue de esos medios cuenteados. Mal. Muy mal.

Yo no hallaba donde meterme, creo que cuando me bajé del auto dejé una nube de polvo con mi forma entre la calle y mi reja . . .

Dios, ¿cuántas veces hay que hacerle el quite a un weón pa que cache que no?

Y entre medio de todo esto, mi hermana (o mi amiga) me preguntaba que cómo iba el tema. Yo le dije que me había asustado (cuando alguien intenta darte un beso y te manda mails con fotos de la salida a la playa que no cachaste en qué minuto tomó y te dice que anoche no se pudo dormir por pensar en ti da un poco de susto, no?, sobretodo si la wea no es mutua), y ella me dijo que obviamente la wea me asustaba porque yo estaba en un momento de mi vida en el que no quería comprometerme (a todo esto me voy a vivir fuera del país con unos primos, entonces claramente no voy a estar en stgo en tres meses más lo que dificulta las relaciones, sólo un poco), que era obvio que no quería engancharme, que por supuesto que David me ponía nerviosa porque él podía darme todo lo que mi ex nunca pudo, que es lo que yo siempre he querido, que tengo que entender de nuevo que es posible querer compartir la vida con alguien, que tengo que perder el miedo, que bla bla bla.

Cuando mi hermana terminó de hablar la miré, y le dije:

- Lu, eso no es problema. El tema es que David no me gusta.

- Es que claro que no te gusta porque tienes miedo, y no quieres entregarte y . . .

- No Lu, no es eso, es que NO ME GUSTA.

- Sí, pero es que escúchame, no te va a gustar mientras tú sigas asustada de una nueva relación porque él te puede ofrecer mucho y . . .

Bla bla bla. Esta weona es sorda. O burra.

En fin. Los días pasaron. Los mails llegaban. Y resulta que simultáneo a todo esto no sé cómo (bueno, sí se cómo, pero es tema para otra entrada) terminé besándome con uno de mis mejores amigos, y, bueno, era medio feo salir con uno mientras el otro ya había conseguido lo que el uno quería con solamente mirarme y acercarse.

¿Ven? Esa es la diferencia cuando alguien SÍ te gusta.

Ahora, ¿cómo mierda corto esta wea sin que sea feo? Porque David aparentemente tiene un muy buen plan de celular.

Intenté contarle a mi amiga (o hermana) mi problema.

Ella me miró, suspiró, y me dijo:

- Bueno. No creo que haya que analizar mucho el tema para darse cuenta de que prefieres estar con (digámosle) Alejandro. Claro. Sí. Eventualmente podrías terminar enamorándote de David, y casándote con él, y no quieres eso porque tu ex te cagó la cabeza. Y bueno, con Alejandro la wea no pasa de un touch-and-go (mira que notable, touch-and-go se llama ahora el atracón sin llamada posterior, me enteré la semana pasada, cómo cambian las cosas) que es exacto lo que quieres ahora, entonces . . .

- Lu, entiende. David no me gusta, Alejandro sí.

- Es que yo creo que deberías pensarlo. David tiene pega, es inteligente, es dulce . . .

- Y Alejandro también tiene pega, es inteligente, dulce, caballero y mil cosas más, y no lo conoces, por lo tanto no tienes nada que opinar.

- Bueno, si a ti te gusta andar pasando los calzones por ahí, wea tuya.
(oooh! Que feo, ¿me dijo suelta?)

- No es pasar los calzones por ahí. Es que Alejandro me genera querer pasárselos y David no, así de simple.

- Claro, porque con Alejandro no hay nada serio y con David se puede poner complicado.

- ¡No! Porque Alejandro me gusta y David no.

- Sí, pero . . .

Media hora después y ninguna conclusión. Bueno, sí, o la tiraba por la ventana o me tiraba yo.
El tema es que, sin consultarlo con ella, le mandé un mail a David. Juro por mi madre que lo hubiese llamado si esto no hubiese pasado a fin de mes cuando ya no hay saldo en el cel, pero de todos modos no lo encontré tan inapropiado. Él me mandaba hartos mails.

En el mail le puse que yo no quería seguir saliendo con él porque estaba aterrada, y confundida, porque no quería una relación, y bla bla. Me pareció razonable usar los argumentos de mi hermana, porque saltaban a la vista.

Y no me llamó más. Bakan.

Pero la llamó a ella.

Demonios.

Recuerdo también que Alejandro me dijo que si le decía a David que estaba confundida él querría intentar desconfundirme . . .noooooo, dije yo, si no es pa tanto.

Bueno. Era.

Cuento corto, dentro de lo que se puede, David le dijo a mi amiga que estaba confundido. Que no entendía qué había pasado, que era obvio que la atracción era mutua (ya . . .), que todo iba super bien, y que de la nada y sin motivo yo había cortado la wea.

Es claro que si mi hermana no sabe escuchar este weón no sabe leer, el mail que le mandé era un puto ensayo sobre la confusión y el miedo típico de empezar otra relación después de una fallida.
Mi hermana alegó que yo estaba más rayada que puerta de perrera, y que bueno, mejor aplicara retirada porque yo aparentemente soy un atajo de nervios inestable y medio nocivo. Bkn, me encanta mi hermana.

Pero David es porfiado. Él no termina las cosas por mail. Él prefiere llamar.

¡¡Weon!! ¿¿¿Terminar qué??? ¡¡Si no pasó nada!!

Más encima él va y le dice a mi hermana que él estaba conciente que yo me iba a vivir con mis primos, pero que de todos modos qué son tres horas en avión, y que perfecta podía ir a visitarme en semana santa . . . por lo tanto, dado la profundidad de la relación lo mejor era hablar en persona si es que yo de verdad quería terminar porque a lo mejor simplemente había sido pánico momentáneo pero en el fondo no quería terminar.

Dios.

Mi hermana no dijo nada, según ella.

Y yo guardé mi eterno silencio.

Bien.

Pero me llegó otro mail. “tenemos que hablar, quiero que hablemos”.

Mi amiga me dijo que lo mejor era terminar con él en persona, que terminar por mail es feo.
Insisto, ¿terminar qué? ¡¡Si nunca empezamos!!

A todo esto el Ale ya me había regalado un ramo de flores precioso, y estábamos pololeando. Cosa que prueba que mi patológico miedo al compromiso puede ser superado por una atracción espiritual y sexual (no necesariamente en ese orden), y que esas cosas pasan cuando la otra persona TE GUSTA. No creo que sea tan complicado.

Yo no quería hablar con David. Me daba lata. Encuentro el colmo tener que estar dando explicaciones a alguien con quien no tienes relación ni compromiso alguno, especialmente si esa persona se enrolló y anda metido en lan.com viendo pasajes que ni una ha visto. Horror. Yo no hice nada. Es más, jugué con la carta de la indiferencia.

Bueno, al final igual me junté con David, pero lo hice más que nada por mi amiga.

Ojala no lo hubiese hecho. Me miró y me dijo que yo era linda, que le habría encantado tener un affair conmigo, que si cambiaba de opinión o lo necesitaba que lo llamara, que podía contar con él, que si quiero él puede ir a verme a la casa de mis primos . . . dios. Yo no sabía si reír o llorar. ¿Cómo alguien puede llegar a decir eso después de ver una persona cuatro veces? O tres, no sé.
Se supone que somos las minas las que andamos con el vestido de novia en la cartera, no ellos.

En fin, está claro que uno nunca para de sorprenderse, y que los machos que se respetan también pueden comportarse como mujeres mexicanas.

Yo, por lo pronto, estoy feliz.

Por fin le pude poner a mi pololo un post en Factbook que dice que lo quiero, aún cuando me de terror decírselo.

Pero el Ale se lo merece, él no está comprando pasajes en lan.com


Leonor

jueves, 3 de diciembre de 2009

La mujer trofeo

Mucho se ha hablado de los celos, de los exs que no te dejan vivir mientras estás con ellos porque todo los inseguriza: paquean ropa, amigos, Messenger, correo, etc. En su contradicción, quiere que seas atractiva, pero sólo para él.

¿Pero, qué pasa cuando es al revés? Para algunas puede sonar al paraíso, pero no fue mi caso.

Les cuento mi historia: Fui una mujer trofeo, exhibida como adorno al orgullo.

Cuando conocí a mi ex, yo era, supuestamente, el tipo de “mina para presentarle a los amigos” Siempre con la risa a flor de piel, buena alumna, inteligente y con tema. Tenía algunos gustos “de niño”, pero no por eso era un mamarracho: siempre estaba bien vestida y arreglada. Pero detrás de tanta buena onda había un gran problema: ocultaba una autoestima pésima. Era todo lo contrario de lo que era mi ex, al que llamaremos Narciso.

Narciso no era lindo, pero él creía que lo era. Tenía ojos pequeños, el pelo desgreñado y tenía una gran panza. A diferencia de mí, era un hijo consentido, bastaba con que pidiera algo y lo conseguía inmediatamente (su frase favorita era “necesito”). Pero quizás por lo mismo, tenía una personalidad que me pareció atractivísima. Y claro, polos opuestos se atraen.

Lo que más me gustaba, es que él no era celoso, lo que en jerga amiguística llamamos “dejar ser”. Pero había algo raro: cuando sabía de alguien que me encontraba atractiva, su primera impresión era una sonrisa de satisfacción. Sí, una sonrisa, como quien luce el auto deportivo recién encerado. Se lo contaba a todo el mundo, no podía disimular que eso le encantaba. Me presentó a todos: sus amigos de colegio, su familia, sus compañeros, y me enumeró con lujo de detalles todos los comentarios. Narciso era feliz luciéndome: si alguien me miraba en una disco sonreía hacia un costado y me tomaba el brazo con un lado levemente protector, pero no lo suficiente para tapar su trofeo: yo.

Al poco tiempo, todos mis logros pasaron a ser de él. Si me destacaba en un curso, Narciso aparecía, si tenía una presentación de una actividad extraprogramática, él aparecía. Hasta ahí, todo bien, pero… el apoyo nunca fue tal. A la hora de ir a una clase, me pintaba el mono para que me quedara con él, me hacía atados cuando no tenía tiempo para verlo. Así mismo, yo le rogaba siempre que asistiera a una clase en la Universidad, que fuera a dar una prueba. Cada vez que Narciso iniciaba algo nuevo, lo comentaba con bombos y platillos, no aceptaba comentario alguno que saliera del “¡qué bien te sale!”, y al final, como tantas cosas, terminaba abandonándolo, cansado por el esfuerzo que eso implicaba.

Pronto la fachada se comenzó a caer a pedazos. La sonrisa se me borró por un buen tiempo, mi familia comenzó a tener problemas que no podía hacer a un lado. Mis problemas y derrotas no eran parte: Narciso era un dedo acusador, que me insistía en que sonriera aunque no quisiera, en que me viera feliz, sólo porque eso a Narciso lo hacía sentir bien. La formula era simple: mientras yo “luciera” bien, no importaba cuanto fuera mi esfuerzo, las cosas estaban bien con él.

El cariño supuestamente incondicional pasó a amargas amenazas. “No sé si puedo serte fiel”, “ya no sé si me gustas tanto” fueron frases que empezaron a escucharse cada vez más seguido en nuestras peleas. Algún día, me dijo algo que fue lo que me hizo reaccionar: “Antes, cuando eras fuerte, me gustabas, ahora que eres débil, eso ya no me atrae".

Y fue el principio del fin. Lo empecé a sentir como una carga pesada, alguien que se creía más de lo que era. Y, poco a poco, mi amor por él se fue acabando. Hasta que un día, harta de las amenazas, lo terminé dejando yo. Tenía pena, pero a la vez tranquilidad. Al fin podía estar triste o rabiosa si así lo sentía, no me interesaba caerle bien a todo el mundo. Al final, era libre.

Las cosas habían cambiado, pero principalmente, había cambiado yo. Y con el tiempo, encontré a alguien maravilloso que me apoya y me quiere tal cual soy. Me consuela cuando estoy triste y somos felices cuando el otro lo es. Me sigue en todas mis ideas así como yo lo sigo en ellas. Pasé de ser un trofeo a un ser digno de ser querido. Mal que mal, la culpa no es sólo del chancho, sino también del que le da el afrecho.

La Santa Gilda

lunes, 30 de noviembre de 2009

El truco más viejo de la historia

Había olvidado por completo que el hecho de estar soltera es entendido como que estás "disponible"... Tanto tiempo enredada en líos amorosos que ya había abandonado las búsquedas románticas, dedicada a disfrutar a concho mi soltería, mi propia compañía, mi yo solitario, sin agregados, la manifestación de mi voluntad que me decía "sal a bailar, ríete fuerte, abraza a todo el mundo si quieres, habla con desconocidos si te provocan confianza, y ese tatuaje que hace rato te querías hacer?", porque, admitámoslo, estar en pareja coarta un poco y hay decisiones para las que inevitablemente tienes que preguntar...

Bueno, en eso estaba cuando un viejo amigo de la adolescencia, J*, vino a recordarme esa OTRA parte de la soltería.

Cuando conocí a J éramos los dos un par de críos que jugaban a coquetear, pero cuando llegó el momento de la verdad y nos dimos el primer beso, noté que en realidad no me gustaba, sus besos me sabían a absolutamente nada... simplemente no era para mí. Claro, cuando me lo fui a topar años después no me acordé inmediatamente de eso, estaba demasiado feliz de pillar a alguien conocido y esquivar a un par de maleantes que le habían echado el ojo a mis pocas pertenencias...


-J!
-L... Liss? ¿Eres tú?
-Pero claro que sí, ¿quien sino?... jajaja... Qué rico veeerte!
-Créeme que el contento soy yo, qué cambiada estás mujer!
-Ni tanto... por que lo dices?
-Es que creciste... y vaya que creciste bien
-Hormonas y herencia, le dicen
-Bendita tu madre por haberte tenido...
-Perdón???
-Disculpa, es que es raro que justo la mijita rica que estás mirando te salude y resulte ser amiga tuya...


Y así empezó todo, yo solamente me reía con sus salidas jotescas, completamente exageradas según mi punto de vista, pero que al final del día agradecía porque me levantaban el ánimo y me hacían reír. El J me divertía con sus clases sobre cómo jotean los hombres, me contaba sus estrategias de seducción y luego, descaradamente, las ponía en practica conmigo, incrédulo ante mi convicción de no querer más que amistades por la vida y mi completo hastío de cualquier otro tipo de relación.

Al poco andar, las insinuaciones se volvieron cada vez mas directas y yo, pese a que me divertía con sus relatos de aventuras sentisexuales, me empecé a hartar de que no entendiera que ni 'amigos de cacha' íbamos a ser, mucho menos con la decepcionante experiencia de nuestro pasado. Finalmente debió rendirse porque dejé de recibir sus llamados en la madrugada diciéndome como me quería encontrar cuando me pasara a buscar en una hora, diciendo: "Si yo también me voy a arreglar para salir con la tremenda mina que eres tú".

Luego me enteré que una ex lo engañó con la de "sin condón, total tomo pastillas" y lo convirtió en papito corazón. No pudo dejar de darme risa que él, el más macho, el que se las sabía todas y el pierdeteuna, cayera con el cuento más viejo de la humanidad. Tal como me decía por entonces mi instinto, lo que pasa es que algunos son pura boca... y ni aun así saben besar.

Liss


* J por jote, obvio.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Sra. Flaite (o la otra reparadora de hombres)

Para aquellas que todavía piensan que “contigo pan y cebolla”.


Para aquellas menores de 25 que creen que apuntar al tipo “resuelto económicamente” es frío y calculador.

Para aquellas que creen que hay que seguir los impulsos de amor… (eufemismo de la historia que oculta nuestra natural calentura animal).

Ahí les va una pildorita….

Érase una vez una niña de unos 20, que había ido a un buen colegio, iba a una buena universidad, vivía sola en un lindo departamento y tenía un selecto grupo de amigos.

Hasta que una noche, en medio de una discotheque, polera ajustada, el cuerpo marcado, bailando como negro en carnaval, un tipo algunos años mayor se mostraba como lobo en el sudado bosque esperando la presa.
Y ahí entro yo, torpe y tincada.
No solté al prospecto guapo hasta que me dieron calambres en los gemelos, disimulados por un “¿vamos a la barra?” que salió de mis labios.
Antes de saciar la sed, nos besamos apasionadamente, mientras yo sentía que el dolor de mis calambres se escabullía por mi entre pierna hecho calor y ansiedad.
No fue hasta pedir el trago que me di cuenta de que remábamos en botes distintos.
-¿Qué vas a tomar? – Le pregunto
- No sé, lo que estés tomando tú… - Me dice con la despreocupada actitud de quien no tiene un peso para invitar a una chica…. Y no le da ni una pizquita de pudor de macho cabrío discothequero.
- Pero dime, yo te invito- Insisto

- Ya, un güisqui- Me dice

Como si esto no coronara mi íntima humillación, de camino a la pista me dice “que riiiiiiiiiicoooooo”, probando su trago. Muy bien, pidió el trago más caro porque no lo había tomado antes. O sea he sido brutalmente usada. Y dice “¡Qué rico!”, ¡Qué horror!, tengo que huí. Pero a los dos segundos de ver el mundo con cordura, me tomó entre sus brazos fuertes, me apretó con su pecho marcado, y me hizo flotar en sus bien dados besos.

Y pasó el tiempo. Y siguieron los besos, y el sexo increíble, y mis invitaciones a tomar un trago o a comer. Pero ya que la vida sigue y a cada paso pesa, convirtiendo los detalles que no vemos en el ensueño del enamoramiento en grandes detalles que vemos crecer cada día, empecé a sentir algunas disconformidades.

Sentí la enorme carencia de conversar de algo más interesante que las películas de Jean Claude Van Damme o las peripecias en su nada apasionante trabajo, empecé a cansarme de tener acción en la cama mañana, tarde y noche así, sin más, rebuscando palabras de amor, admiración y nexo que alguna vez usé con más sinceridad. Empecé a notar que ante una linda canción yo estiraba la mano y decía “¿bailemos?”, y el decía “chaaaaaaaaaa, ¿para qué?” y seguía viendo la televisión. Empecé a hartarme de que vaciara mi refrigerador después del trabajo, que usara mi cepillo de dientes, que se quedara en mi casa todos los días, que jamás me llevara un obsequio, que jamás me invitara un trago y que después de una buena cena, tomara lo restante en un pirex y me dijera “le voy a llevar lo que quedó a mi mami, para que lo pruebe, es que ella nunca ha comido de esto y está tan riiiiicooooo”.

Entonces, en un momento en que estaba encontrando, para variar, algo “riiiiicoooo”, vi, como una epifanía, mirando su cuerpo tostado, su trasero duro, sus brazos fuertes de trabajador, que ese hombre definitivamente no era para mí.

No era para mí, ni mucho menos para mis amigos, ni para mis padres, ni para nadie. De hecho ni siquiera lo amaba, pero entre la calentura y ese fuero interno compasivo que me condena, seguía con él. ¿Qué hago?, ¿Lo dejo?, ¿Lo educo?

Y ahí, es, marabunta del infierno, en que empecé a pasarte plata debajo de la mesa para que pagaras mi cuenta delante de mis amigos, que te enseñé a no sorbetear el té, a no decir “riiiiiicoooo” cada vez que probaras algo nuevo aunque estuviera realmente rico, a invitar a tu madre a comer en vez de llevarle sobras de los lugares que visitas, a lavarte los dientes antes de hacer el amor en la mañana, a no gritarme ni burlarte de mí a boca de jarro delante de la gente, a no levantarme la mano ante tus celos de mis amigos “cuicos” según tú, a ver películas que no son de acción aunque sea para disimular delante de una mujer, a decir “¿te ayudo en algo?”, a decir “No te preocupes, yo invito” y tantas otras cosas que un hombre ad portas de los 30 no puede desconocer.

Ya me había convertido en musa de Arjona con tantas cosas que te había enseñado. Además de tener el pelo más opaco, una –mi primera- arruga al costado del ojo derecho, un poco de temblor en el mismo ojo, y el colon tan dañado que pese a haberte enseñado tantos modales me convertía en la señora pedorra todas las noches.

Había envejecido diez años en 24 meses. Y en eso, toda la energía con que bailábamos esa noche de hace tanto tiempo en la discotheque, esa alegría con que tuvimos sexo como conejos durante tanto tiempo, se esfumó y ante tus ojos me volví una mujer tan carente como fuiste tú antes de tu inducción a la decencia.

Fue así como te ví hace dos semanas, después de meses sin tu ropa en mi closet, sin tu toalla del Colo-Colo en mi logia, sin tu cuerpo calientito al lado izquierdo de mi cama.

Te vi bajar de un auto que tú conducías con naturalidad –seguro lo compraste con todo lo ahorrado mientras vivías conmigo-. Entraste a un restaurante con una chica que irradiaba la alegría y la soltura de quien no ha vivido el drama de la diferencia. Ella te miraba obnubilada. Seguro le hablabas de los buenos restaurantes de Santiago, de las películas que uno no puede dejar de ver, o del sentido altruista de tu modesto trabajo.
He creado un monstruo. Pero uno que ahora sí me gusta.
Me fui con la amargura de haber hecho de ti algo cercano a lo que soñaba que fueras para mí, y que ahora lo fueras para otra. Sentí que había sido durante dos años conciente e inconciente, voluntaria e involuntariamente usada.
Sentí el impulso de devolverme, pero no lo hice. Sería una rotería. Y me guardé mi discurso para la pobre nueva víctima.

¿Sabes? Yo te lo dejé limpiecito, sin blin blin, educadito, con proyectos, con un discurso hechito para no quedar de ingnorante y un par de tips para no quedar de flaite. Pero no te libré de su entorno ni de su íntima estructura, y cuando lleguen sus amigos a embarrarte los sillones, cuando lleguen sus padres a vaciarte el refrigerador, cuando se tome unos tragos y te trate de ramera sólo por haber ido a la universidad y conocer gente que habla de corrido, cuando te levante la mano y después llore diciendo que es tu culpa, ahí te quiero ver, jovencita. Ahí te quiero ver.
Loca de Patio

domingo, 8 de noviembre de 2009

Yo, la Sicópata

Sí, lo reconozco. Sin tapujos, ni problemas. Yo soy la Ex problemática, que persigue, acosa, llama, busca y no deja nunca tranquilo al pobre ex novio. Soy la sicópata, la psycho, la peor pesadilla de cualquier mujer. Sé usar Google a la perfección y las redes sociales (Facebook y Twitter) no han hecho sino aumentar mi habilidad para conseguir información y puedo dar con números de teléfono, emails, direcciones y hasta RUT en cuestión de minutos. Saco conclusiones con una rapidez escabrosa y puedo pasar meses rogando, suplicando y arrastrándome por otra oportunidad. Pero no siempre fue así.

Una Psycho no nace, se hace. Hay ciertos defectos que si no son asumidos a tiempo, darán paso al nacimiento de una Sicópata. Principalmente, la inseguridad. Con uno misma, hacia los demás, hacia el mundo. Todos parecen mejor que tú y si alguien se fija en ti, tienes que pegarte con una piedra en el pecho.

Entonces, ocurre lo imposible: alguien te encuentra, te enamora, te hace vivir aquellos sueños y sensaciones que pensabas estabas destinada a vivir sólo en tus sueños o en películas. Eres feliz, te entregas sin tregua, planeas una vida completa con la otra persona. Hasta que se acaba. Y no es la ruptura en sí, sino la razón de la ruptura. Te engañaron, te mintieron. Traición. Incluso puede ser que hayas sido tú la que haya decidido terminar. Either way, el mundo se te viene abajo.

Y llegan las preguntas. De a poco, casi sin sentirlas. Quieres morir, saber qué hiciste mal, por qué te dejaron por otra, por qué hubo otras si te amaban tanto. Luego, al no dar con la respuesta miras hacia fuera. Y empieza el acoso.

Primero sin querer. Llamadas de la nada “Sólo para saber cómo estás, ¿qué cuentas, querido? Tanto tiempo...”. Después, empiezas a desarmar y rearmar fechas, situaciones, rostros, nombres. Y cuando empezaste a averiguar, a tener frutos de tu arduo trabajo es simplemente demasiado bueno para dejarlo. Sicopatear es una droga dura. Por eso no todos pueden, ni aguantan.

Con la aparición de los blogs y Google y Facebook y todas esas cosas, el sicopateo puede llegar a niveles increíbles. Con un par de búsquedas bien hechas, ya no sólo tienes conclusiones comprobables sólo en tu cabeza, sino información dura: comentarios sospechosos, mensajes en el muro, fotos, amigos en común, evidencia.

Pero detrás de toda sicópata (aparte de un hombre que nos cagó la siquis de por vida), está el lado que nadie quiere ver ni asumir: uno no sicopatea por gusto, sino por obligación. Porque las cosas nunca quedaron claras, por el puto “termino contigo porque no sé lo que siento”. Porque las cosas en la relación nunca quedaron claras, porque siempre hubo dudas y rincones oscuros que el otro se negó a explicar. Y esa es una semilla que nutrida por la inseguridad, la duda y el temor al abandono puede crecer y crear un monstruo. Como yo.

Sólo pido un poco más de respeto y menos lástima por la raza Psycho. Tenemos sentimientos, igual que los demás. Alguna vez tuvimos corazón, igual que los demás. Sólo que alguna vez lo hicieron tan mierda que nunca mejoró como correspondía. Somos un Frankenstein emocional, un fantasma de una persona alguna vez feliz, normal.

El problema es nuestra perversa visión del amor. El amor que una siente por el otro debería ser suficiente para superar cualquier obstáculo. Pero muchas veces no lo es. Y para algunas, eso simplemente no puede ocurrir.
Juana La Loca

martes, 3 de noviembre de 2009

Romance Ex-propiado

Dejamos con ustedes el relato de una de nuestras lectoras sobre sus amores y desamores, ¡esperamos que les guste!. Recuerden que pueden enviarnos sus colaboraciones al correo soy.la.ex@gmail.com

Desde ayer y con nada de ganas soy una más de las ex, pero una especial, soy ex de mi amante por culpa de su ex. Tal cual. Así de simple y complicado.

Para desenredar la madeja tengo que empezar diciendo que soy una mujer casada, de vida marital sin pena ni gloria y desde hace bastante poco. Como diría Kevin Johansen, las cosas no andaban bien... y justificada por esa frase supongo que me permití mirar con otros ojos y un poco más allá.

Al acecho, un hombre seis años menor, de 31, edad física al menos, la mental aún no me queda claro. Cuento corto, declaraciones de amigos en las buenas y en las malas, consejos iban y venían, jugando al correquetepillo, caí en sus brazos o él en los míos. Da lo mismo. Idilio que comenzó con apoyo del Messenger, se extendió a un par de salidas nocturnas, varias escapadas furtivas después de las 6, paseos, besos y más promesas. Un mes de felicidad y en el cielo, con el alma que creí gemela y de la cual ahora dudo.

En 48 horas todo cambia: recibe un mail de su ex de hace dos años, loca de patio diagnosticada seguramente en el hospital de Talca porque aún anda suelta. Y el muchacho que me llama, a morir y desmejorado, comienza a contarme detalles escabrosos del cúmulo de historias terroríficas de las que ha sido víctima desde que se le ocurrió terminar: atropellos, choques, improperios varios con escándalo público, quebrazón de vidrios, intentos de suicidio. Amenaza de muerte si lo ve con otra.

Descompuesto y más desmejorado, agrega que ha recibido ese fatal mensaje donde se hace alusión a nuestros nombres jugando póker en el MSN (PLOP!). Me da su veredicto: ella al parecer sabe “lo nuestro”, por lo cual “lo nuestro” ya no puede ser, y en un cerrar de ojos y sin mayor aviso, me convierto en una nueva ex, por mi propia protección.

Él pretende quedarse a vestir santos, por lo que me dice, siempre temiendo que la loca pase de las amenazas a las manos, y que yo o cualquiera otra nos convirtamos en portada de La Cuarta. Está aterrorizado, tiembla cuando me cuenta, pero no atina a más.

Me quedo con la sensación de que me deja la puerta abierta en la despedida, pero no cede ni un centímetro a mi propuesta de arriesgarme. No. Es por mi bien. Y así, después de tan sólo un mes, me cortan, me alinean, me desplazan... para protegerme, nótese, pero sin derecho a voto ni pataleo, y paso de ser ELLA, a ser nada más que el famoso trozo de hielo en la escarcha de Chayanne.

Como toda ex, he derramado las lágrimas de rigor y supongo que aún me quedan muchas más. Mi castigo es anhelar con TODA MI ALMA la risa de otro cuando tengo al lado un marido que, a pesar de todo lo malo, daría la vida por mí, y que no se achicaría ni ante un pelotón de sicópatas. ¿Será la edad? ¿Será que simplemente éste otro no me quiso?, ¿Será que es hombre?, ¿Será que soy una tonta? ¿Seré yo, maestro?

Anastassia

viernes, 23 de octubre de 2009

Punto de quiebre

De pronto, los días comienzan a ser más largos, hay más luz, un viento que disipa las nubes grises del invierno y nuestros sentidos nos dicen que hay que despertar... ahí está la primavera, con sus pajaritos cantando, sus mariposas volando y sus árboles florecidos, digno de una película cualquiera de Princesas de Disney. ¿No es bello?

Pues para mí no. Detesto, detesto la primavera. No sólo por las alergias que hacen que lamente verme cada mañana al espejo con los ojos hinchados, la nariz roja y sarpullido en la piel. No sólo porque me moleste el cambio de luz y pase dos meses con jaqueca, ni porque tengo que crear toda una estrategia de defensa contra los bichos voladores chicos, que me atacan impulsados por el viento. No sólo porque me da asco la 'florecencia' de la cursilería en todas partes, la gente apareándose por ahí irracionalmente, sin control alguno de sus hormonas, qué repugnante!

Parejas besándose sonoramente en el metro, toqueteándose... me dan ganas de ir a darles las gracias por hacer que el precio de mis pastillas suba cada año, con los farmacéuticos sobándose las manos por los ingresos extra que les significan esta manga de... personas afectadas por la fiebre primaveral.

Pues no, todo eso lo detesto, pero una de las razones principales de mi profundo odio hacia esta estación es que siempre termino en primavera, 'la estación del amooors´.

No sé por qué razón, entre septiembre y noviembre mis relaciones peligran. Hay quiénes creen que todos pasamos por las "crisis de los 3 meses", la "crisis del primer año", la "crisis del año y medio" y así un largo etcétera. Otros dicen que si una relación sobrevive a las temibles "vacaciones de verano" o "de invierno" es algo que va en serio. Como si la gente se demorara una cantidad de tiempo exacta en 'notar' las desaveniencias o fuera incapaz de soportar la llamada 'viudez de verano' -Aunque esto último es posible, tomando en cuenta el comportamiento hormonal de algunos-.

La verdad, no sé si para alguien se cumplan estas reglas, lo que sí sé es que la primavera ha resultado ser fatal para mis experiencias amorosas.

Es como si en esta época estuviera más predispuesta a estar chata y decir "Pta, si no se la juega él, entonces esto no va para ninguna parte". Es la época en que suceden las grandes peleas, los "tenemos que hablar", los "trataré de cambiar" y los "démonos un tiempo".

¿Seré yo? De pronto veo que hay algo: una actitud, una situación que no me gusta, y la converso, la trato de solucionar, ser colaboradora, participativa, buena onda... pero nada, vuelvo a mirar y sigue ahí, como burlándose de mí.

En septiembre noté que A era un egoísta que sólo pensaba en su carrera. En octubre terminé con R después que su manía de coquetear con una de sus amigas sobrepasara el límite de mi paciencia. En noviembre murió mi idilio con J, muy apuesto pero incapaz de juntar 3 frases coherentemente. Y de nuevo en octubre, paso por mi crisis eterna primaveral, esta vez porque encuentro que mi galán es un poco tosco y rudo a veces para expresar lo que le molesta.

Supongo que está bien decir que una tiene sus límites y que hay cosas que jamás dejará pasar, yo por ejemplo me dije mucho tiempo atrás que jamás estaré con un hombre violento, irresponsable, infiel y ególatra (basta que cumpla sólo una de estas condiciones para que no vuelva a ver mi sombra). El problema es que, al ser tan fiel a mí misma, apenas veo cualquier atisbo de problemas salgo huyendo por la puerta más cercana, tratando de no mirar atrás para no volverme sal.

Ahora, con un poco más de experiencia en el cuerpo, estoy cansada de correr y refugiarme. Estoy cansada de perder. Miro parejas que llevan 30, 40 años de casados, y son capaces de quererse y amarse como si nada. O como si mucho, porque me imagino que deben haber pasado por problemas y que, contrariamente a lo que yo hago, los deben haber resuelto.

Pero ¿cómo se logra eso, Dios mío? Vez tras vez me he topado con personas tan o más testarudas que yo, que les cuesta confiar y sobre todo ceder. O que te dicen "Está bien, lo hago" y lo dejan para más rato, con la esperanza infantil de que se te olvide. ¿Alguien ha visto que eso alguna vez funcione? ¿En la vida real?

Ah... Yo sólo quiero encontrar un gran amor, como los de antes.

Liss

lunes, 19 de octubre de 2009

El Gran Engaño

Es común que ciertos engaños surjan en una relación. Desafortunadamente, es más común de lo que quisiéramos, al menos. Hay distintos tipos de engaño. El engaño claro y evidente, en el que o te ponen el gorro o al menos te mienten descaradamente. El engaño por omisión, cuando se omite deliberadamente información que es claramente importante. Y uno de los más sutiles pero no por eso menos poderoso: las mentiras que nos contamos a nosotros mismos.

Hace un buen tiempo escuchaba a una conocida contanto que había vuelto con su novio. Que ya habían arreglado los problemas que la llevaron a terminar. Quizás se dio cuenta de cómo sonaba ese "ahora todo es diferente", razón por la cual aprovechó de bromear con lo cliché de la frase diciendo a propósito varias otras frases cliché de ese estilo para hacernos reír a quienes la escuchábamos, cosa que logró. Pese a la simpatía con la que narraba todo y lo mucho que empaticé con ella, no pude evitar pensar "esta mujer está mintiéndose a sí misma, y lo sabe".

No conocía los pormenores de su relación. A su pareja con suerte la había visto un par de veces. Pero por lo que entendí los problemas que tenía no eran de esas cosas que cambian de la noche a la mañana. Con ese "sí, ahora es totalmente distinto" me vi muy reflejada a mí misma hacía un par de años. Recordé decir casi exactamente la misma frase a una amiga al volver con un ex. Recuerdo luego de terminar definitvamente a mi amiga preguntándome "¿no que ahora era todo distinto?" y yo debí admitirle con completa honestidad "me estaba mintiendo a mí misma, era lo que quería creer".

Para mis adentros deseé que mi conocida tuviese mejor suerte que la que yo tuve, pues es una chica que me cae bastante bien. Pero esa sensación de déjà vu que tuve no me abandonó, se quedó en mi mente haciendo ruido, hasta que me enteré que la chica había vuelto a terminar con el novio, esta vez de manera definitiva. Entonces no todo había cambiado, pensé. Qué poderosas son nuestras mentes cuando no sólo queremos convencer a los demás de algo, sino que necesitamos primero convencernos a nosotros mismos. Qué triste el despertar y ser testigo de nuestro propio engaño. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice el refrán popular. Y no sé si es el peor, pero sí es peligroso. Los peligros que nos depara nuestra propia mente a veces pueden ser superiores a los externos. Al menos a los otros muchas veces sabemos que no debemos creerles. Pero, ¿qué hacer cuando sólo vemos lo que queremos ver?

Faye

martes, 6 de octubre de 2009

Soy una Ex

Estimados/as, hoy tenemos una colaboracion de una de nuestras lectoras, esperamos que la disfruten y comenten. Agradecemos a Yom por enviarnos su colaboracion y les recordaos que tambien estan bienveidos/as a hacerlo escribiendonos a soy.la.ex@gmail.com. Disfruten!

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Soy una ex…hace poco más de un mes. Fue extraño porque por primera vez después de finalizar un pololeo quedé con el corazón en trizas, no fue una relación larga…4 meses...pero pucha que lo pase bien!

Tengo 26 años. Él, 3 años menor y por alguna razón imaginé que quizás el era “the one” …pero no es así y si si sé que “todo pasa por algo” y “que todo en el amor es superable” (ese par de frases están entre mis preferidas).

¿Por qué pensé que este chiquillo (porque sí…aún es un niño) era “the one”?

¡Les voy a contar por qué!

Antes de empezar a salir con el “ex” en cuestión, yo tenía onda con alguien…pero solo eso … y este alguien me decía que ya estaba aburrido de conocer una chica y tener una relación de algunos meses y que no resultara y después conocer a otra persona y asi over and over and over… Repetir todo el proceso… Me decía que su ideal era sentar cabeza a los 26 años y quedarse con alguien para ya proyectarse.

La cosa es que cuando estuve pololeando con mi “ex”, me dije a mi misma: misma … es un buen partido (al leerlo suena muy cursi), es lindo, simpático, se llevan muy bien EN TODO, etc. Y debido a esto acoplé la idea de mi amigo a mi situación … y pensé: mmm quizás el es “the one” así que aquí me quedo con él.

¡ERROR! Cuando conocí a mi “ex”, era una mujer desilusionada y aún entusiasmada con el amiguito de la teoría… Entonces no estaba 100% para él, a veces llegaba un poco atrasada a las citas, aún recibía mensajes de texto del otro chico. Hasta que después como pensé que el era “the one", siempre estaba ahí disponible para mi pololo, si me decia vente un viernes… Ahí estaba yo. Era la que mas abrazaba, la que mas besaba. Hasta que un dia me dijo (mejor dicho me escribió por MSN) que habia besado a su mejor amiga y que sorry.

Lección chicas: Sean siempre fieles a ustedes. Mi error fue pensar que estaba todo seguro pero una nunca sabe lo que va a pasar, sea una infidelidad, la rutina, trabajo, qué se yo. Y nunca estén 100% disponibles.
He ahí mi historia, ya más superada (gracias a mis amigas que se las carretearon todas conmigo por un mes y algo) y sabiendo que otras personas tienen problemas más grandes y sufrimientos triples en su alma, al menos escribir esto puede ser como terapéutico o no? Que creen?

Yom

sábado, 3 de octubre de 2009

Banda Sonora

Siempre mi vida ha tenido música de fondo. Como en las teleseries, cada tensión, cada clímax de mi experiencia ha sido subrayado en mi cabeza por algún tema simbólico, que de alguna manera me ayuda a que en mi precaria memoria se queden los momentos más trascendentales.

Fue así como escuchaba músicas ad hoc en cada momento desde que te conocí: cuando te volteaste en tu mesa a escuchar mis opiniones políticas mientras veíamos caer las torres gemelas en un bar de la plaza, sonriéndome como pensando "y esta pendeja patuda, qué se cree que opina tanto" , y cuando me dijiste que –incoherencias aparte- escucharme hablar era como perderse en un mar extráñamente teñido de inteligencia y gracia, y cuando me llevaste con los ojos cerrados a tu terraza en donde me hiciste el amor, luego de besarme los ojos, las manos, cada parte de mi cuerpo imperfecto pero perfecto ante tus ojos, diciéndome al oído a cada beso que ese espacio de humanidad ya no era mío, sino nuestro.

Compartirnos se volvió rutina, pero no tedio, sino ceremonia, rito, aire, agua. Tus ojos, observándome desde lejos como un espía y a la vez como un admirador secreto, siempre a las 18:30, siempre en nuestra esquina, para comprar un vino, algo de comer y subir a olvidar el mundo real en nuestro pequeño pedazo de olimpo. Tu trasero desnudo caminando a la ducha, saliendo de mis sábanas se convirtió en mi desayuno, y mi almuerzo, el frescor de tus besos, cuando luego de la ducha, volvías a impregnarte con los sudores de mi cuerpo para luego irte al trabajo, sucio de mí y limpio de ansias.

Recuerdo la música lenta y dulce de tu cara, las sinfonías delirantes de nuestros coitos, recuerdo los traviesos sostenidos de piano de cuando te burlabas de mis llantos frente a la tele o de las cremas en mi cara, para luego alzarme con tus brazos fuertes, y besarme hasta quedar humedecido con mis lágrimas o embetunado con mis menjunjes.

Pero fue distinto esa tarde.

Bastó con verte en nuestra esquina, besándola a ella con esa boca que era nuestra boca y viéndome a la distancia con esos ojos que eran nuestros ojos, sin despegarte de sus labios. Con esa mirada impávida todo quedó dicho. De pronto, todas las partes de nuestros cuerpos, que eran tan nuestras, se separaron como se separa el alma del cuerpo. Así, de pronto, sin mediar palabras nos volvimos de nuevo un par de “cada unos”.

Me imagino que a cada paso, mientras la besabas y yo caminaba como sin verte, después de que ambos nos vimos tan determinantemente, tus partes y sus partes se fueron volviendo vuestras partes, mientras yo me alejaba cada vez más "una", cada vez más "solamente mía". Caminé tan desnuda de ti que me entró un viento frío por la espalda y aunque afiné el oído de mi mente todo lo que pude, no había nada más en mi interior que el más hueco silencio. Ahí lo descubrí, la música no estaba en mi cabeza. Salía de mi alma.

Otro transistor roto. Ya no los hacen como antes.

Loca de Patio

martes, 29 de septiembre de 2009

La Mala Ex

En esta entrada quisiera realizar una auto-crítica y una confesión. Soy una mala ex.

Si bien creo que puedo ser una buena pareja y polola, no soy una buena ex, de hecho, temo ser la ex que es la pesadilla de todo hombre. No siempre, claramente. Pero en las relaciones más significativas que he tenido, me ha costado mucho dejar atrás y creo que eso en un par de ocasiones me ha convertido en una pésima ex.

No perdono. No olvido. No quiero romper el vínculo. Sigo necesitando hablar con él después de que terminamos y me cuesta romper con la costumbre de contarle mis cosas y mis días. Lo quiero ver. Lo amo. Luego lo odio cuando me doy cuenta que no vamos a volver. En resumen, soy un desastre.

Creo que demás está decir que estas cosas no pasan cuando la relación la termino yo. Ha pasado en esos "mutuos acuerdos" de que las cosas están realmente podridas o cuando de frentón me han pateado.

Quisiera decir que he cambiado. Que ahora soy mucho más madura. Que no los persigo, que no me obsesiono con si habrán seguido adelante con sus vidas y tienen una nueva novia. Que no los resiento por meses y meses por el daño que me hicieron o lo mal que alguno me trató. Que apenas terminamos los borro de msn/facebook/memoria del celular, no los molesto ni los busco más, hasta que eventualmente perdono (si corresponde), dejo atrás y les deseo lo mejor. Y creo que he crecido un poco, sí y que antes cometí errores que no he vuelto a repetir. Pero no sé hasta qué punto.

Hace un tiempo me junté con un ex e hicimos un ejercicio realmente positivo. Nos dijimos todo. Con esto quiero decir TODO, no me guardé ninguna de las cosas que antes de encontrarme con él pensaba "quizás le digo esto pero depende". No, le dije todo y él me dijo todo lo que tenía que decirme y fue liberador. Cualquier resabio de odio o resentimiento siento que con esas palabras desapareció y también con sus disculpas. Pero no es este ex quien me preocupa, pues debo admitir que con él aprendí un poco de mis errores anteriores y no hice las cosas TAN mal al terminar. Me preocupa más cómo me comporté con un ex anterior. A él quizás yo tendría que pedirle disculpas.

Sin embargo, no me siento capaz de hacerlo. Me gustaría hablarle y saber de él. Me gustaría disculparme por mi comportamiento posterior a nuestro término. Pero lo siento injusto si él no se disculpa por su comportamiento previo a nuestro término. Lo cual a su vez sería injusto si yo no me disculpo y le doy una explicación por un mal comportamiento mío previo al suyo. Sería un montón de entuertos qué explicar y qué arreglar, disculpas qué ofrecer, cosas que en su momento no entendí y ahora veo claro qué expresar. Y siento que haciéndolo quizás sólo enredaríamos más las cosas. Porque ésa fue nuestra relación, un gran enredo, una cadena de errores, de equivocaciones, mal timing y circunstancias ajenas a nosotros como pareja que manejamos muy mal. Ambos. Responsabilidad compartida. Y a veces miro el río y siento que ya pasó demasiada agua por él.

Supongo que siento que nuestra relación fueron tantas buenas intenciones (de ambos) mal encauzadas, que temo que unas disculpas mías terminen igual. Supongo que mi mal comportamiento posterior a nuestro término se relaciona con eso. Me costaba resignarme a que tanta buena intención fracasara, a que tanto amor que alguna vez hubo muriera. Sentía que el destino me jugó una mala pasada y no lo quería aceptar. Es la relación que más me ha marcado en la vida (sin contar mi relación actual) y no sabía como lidiar con eso, cómo llevarlo. Me volví una ex molestosa, pegada con él, incapaz de cortar el vínculo. Y lo lamento. Debí haber sido más madura y aceptar las cosas como eran. Supongo que no quería. Supongo que, a veces, simplemente no queremos. Y nadie nos puede sacar de eso, salvo nosotros mismos.
Faye

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Mejor acompañada

Me gusta estar de a dos. Lo disfruto al máximo. En las buenas y en las malas, estoy en mi elemento cuando estoy emparejada. No me molesta estar sola, pero si tengo que elegir, prefiero estar emparejada. Creo que por eso mismo me cuesta tanto olvidar y dejar ir.

No soy de las minas que se mimetizan con el macho de turno, ni de las que apenas terminan con uno, se lanzan con el siguiente. De hecho, entre amor y amor ha habido un buen espacio para llorar las penas, sanar las heridas y gozar un poco. Pero estar sola no es para mí.

Me acuerdo de Pablo. Duramos un par de meses y el affaire se acabó cuando me di cuenta que a mí no me pasaba nada serio con él y a él le pasaba de todo conmigo. Y si bien fue un corte diplomático, decente, carente de drama (el único quiebre así de mi vida), pasó bastante tiempo antes que me volviera a acostumbrar a la idea de que estaba sola.

Cuando me pasaba cualquier tontera, mi primer impulso siempre era llamarlo para contarle y cuando estaba a punto de marcar, me acordaba de que ya no había nada. O de repente salía y contaban un chiste y la risa como que me salía a medias, echaba de menos la risa ronca que se llevaba tan bien con la mía.

Creo que lo que echo de menos no es necesariamente la persona, sino la sensación de saber que hay alguien allá afuera que es tu cómplice, tu amante, tu amigo. Que al final del día, cuando estás cansada y malhumorada, hay alguien que te espera en casa con una sonrisa y un casual cómo te fue que hace que las rabias queden atrás. Que tal como tienes tu refugio en él, sabes que tú también lo acoges y cobijas.

A veces pienso que nací en la época equivocada.
Juana La Loca

viernes, 11 de septiembre de 2009

Peor que maldición gitana

¿Recuerdan esas típicas películas y series gringas en que, de pronto, aparecía una persona de apariencia mística (léase gitana) y lanzaba una maldición al protagonista como castigo por ser mala persona?

Bueno, yo sí. Y con el tiempo, aprendí que al igual que en la pantalla, nunca se sabe dónde una frase maldita puede tomarte por desprevenida.

Me refiero a esas típicas cosas que, cuando estás en pareja, te dice la gente con 'buena intención', pero en realidad terminan siendo un pésimo augurio para tu idilio... porque es cierto que a veces lo malo de una relación es el resto de la gente.

Al igual que en "Por sus dichos los conocerán", voy a exponer las frases que, al menos a mí, me sacan de quicio y podrían despertar a mi Hulk interno. Pero antes de seguir, quiero agradecer a las personas que comentaron y compartieron con nosotras las atrocidades que debieron oír de sus príncipes convertidos en batracios. Seguimos leyéndoles y acompañándoles en su pesar...

Bueno, a lo que íbamos:

- "¡Qué linda pareja hacen!" (léase "qué lindos se ven", etc...)
No sé por qué azares del destino, es cosa cierta que una vez que te dicen eso tú puedes saber que la relación está cerca de terminar. Mientras más 'buena pareja' haces, más probable es que las cosas terminen mal... Tiemblo cada vez que la escucho, aunque no sea a mí a quien se la dicen, y creo que para aquellas madres que no quieren que sus retoños se involucren con cualquiera esto podría ser más eficaz que el típico "él/ella no me gusta". Al menos yo, cuando tenga hijos, pienso usarlo.


- "Qué buen/buena chic@ encontraste... Cuídal@"
A ésta le tengo una aversión especial, porque perdónenme pero, a menos que se trate de un resfrío que saque mi lado de 'holaaaa enfermeraaa'... ¡¡¡QUÉ TENGO QUE ANDAR CUIDANDO YO A UN TIPO QUE HACE RATO TIENE BARBA!!!. Antes que nada, me molesta esa idea de él (o ella) es más importante que tú así que cuídal@ (hieren mi autoestima xD) y segundo, más detesto esa idea de si no l@ cuidas te l@ van a quitar, como si tuviera que andarle comprando un cinturón de castidad o 'marcar territorio' a cada rato para que no me joteen al susodicho. Nah, lo siento, yo no estoy para Pepe Grillo ni secretaria de nadie...


- "Son la pareja emblemática"
Más común en ambientes escolares, universitarios, etc. Semejante a lo de la linda pareja, ocurre cuando la relación que mantienes con alguien de tu mismo ambiente se convierte en ícono de referencia para el resto... 'qué genial!' dirá más de alguien, pero la verdad apesta porque resulta que al ser la pareja emblemática llega un minuto en que el 70 % de la gente comenta chismes sobre ti, tu pareja, y un largo etcétera. Advertencia: puede que nunca nadie te diga esta frase, pero sólo ser considerada 'pareja emblemática' o similar es una sentencia de término.


- "Menos mal que te conoció, antes se metía con puros pasteles"
Lo peor de esta frase es que te puedes terminar pasando todos los rollos de si es un buen o un mal antecedente para ti, para tu pareja, para la relación, para el mundo que hizo que se encontraran...


- "¿Y ustedes cuándo se casan?"
Y aquí quiero hacer un llamado especial: Gente, hay cosas que no se preguntan, punto. En serio, no quieren provocar esa discusión dentro de una pareja que se ve bien, se ve estable y quizás tiene pensado proyectarse en el futuro. Apresurar las cosas desde afuera no es bueno, hay que dejar que la gente viva sus procesos, y una vez que hayan respondido a la pregunta del resto (con un probable 'no nos interesa'), probablemente no se la planteen en mucho, mucho tiempo. Idem con lo de "¿y los hijos cuándo?", son decisiones de pareja en las que nadie tiene derecho a meterse, porque a lo más van a lograr traumar a alguien con el tema.


Bueno, sólo me da para cinco, pero estoy segura de que ustedes podrán aportar con las maldiciones gitanas disfrazadas que han podido detectar...


Señorita Gruñona

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Santa Ex

Invierno. La gripe porcina arrecia y yo camino buscando una bufanda buena, bonita y barata para mi actual novio, bueno, bonito y pobre. Estoy sumida en esos afanes mundanos cuando, entre el superpoblado limbo del Paseo Ahumada, como encapsulado en una atmósfera en cámara lenta (y, por favor, imagínese la imagen con Tom Jones de fondo), aparece mi ex.

Con la simpatía tensa de los ex que han decidido seguir siendo amigos, me invita un café, que acepto sin remilgos ya que mi novio está fuera de la ciudad hasta nuevo aviso.

Nos sentamos en una shopería con olor a tiempos de universidad y deja su desordenada maraña de planos en el suelo. Con el Pitcher como bálsamo entre su cara y la mía, aparece la pregunta: “¿cuántas veces me cagaste, mujer?”

En su semi risa intuía que algún comentario mal o bien intencionado le había hecho evidente alguna de mis andanzas de la época. Y ya que me tomó por sorpresa, coquetonamente le dije, “si te engañé, no es algo que recuerde. Me importabas mucho en ese tiempo como para recordar incidentes en medio de nuestra historia”. Y entonces nos tomamos el shop coqueteando en honor al deseo oxidado, y luego nos perdimos hablando cada uno de sí mismo, de su nueva pareja, del trabajo.

Pero algo me quedó de esa tarde de nostalgia sin nostalgia. ¿Por qué soy una ex infiel?

Y haciendo cotejo de todas mis historias descubro que lo mío es por amor. Sí, por amor. Pasa que hay períodos de la relación en que la única idea en mente cada mañana es enviar al carajo al tipo que duerme al lado, porque no te entiende, porque te entiende demasiado o porque sencillamente no es lo que tú soñaste.

Entonces, una salida de fin de semana, un exceso de tequila, y despertar con un engendro mutante de nombre desconocido produce una culpa tan severa para con el amado y para contigo misma, que te sientes afortunada de tenerlo, y ante el miedo de que se entere y termine contigo sumido en un valle de lágrimas, lo tratas con más amor que nunca durante al menos un mes, y lo llenas de atención y de tu compañía, para que no quede sospecha de que lo amas y que nunca, nunca le harías daño.

Por otro lado, y me dirijo a mis exs, nunca los engañé con hombres que me gustaran más que ustedes. De hecho, lo mío es vocacional. Siempre los engañé con desvalidos, ya fuera perdedores, feos, pesados, guatones, con lentes poto de botella, etc. La idea era:
1. Brindar un servicio a la humanidad dando un rato de etílica atención al rezagado, al que sobra de la fiesta.
2. Subir mi autoestima mientras estaba ebria, pero bajarla al plano del subsuelo al ver al sujeto bajo la luz del sol, para sentirme agradecida de que mi novio pueda estar con alguien como yo.
3. Ocasionarme temor de que mi novio se entere -más allá de la infidelidad misma- del tipo horrible con el que absurdamente le engañé.
4. Convertirme por medio de todas las culpas enumeradas en la novia más atenta y buena del mundo… hasta que el tedio volviera a tomarme y tuviera que repetir la operación.

Así que a todos ustedes, sí a todos, les digo que cuando más felices fueron a mi lado, cuando les serví el desayuno en las mañanas, cuando fui a sus casas a ordenar su closet, cuando les hice aquello que tanto les gusta (para qué detallar), cuando les regalé perfumes, billeteras o cualquier cosa mayor que mi presupuesto es porque algún Milhouse o Dexter discothequero había caído en mis labios prevomitadores. ¡¡Lo hice por ustedes!! Era eso o dejar que, ante el hastío, nuestras largas y activas relaciones fueran más bien pololeos breves y pasivos.

¡¡Si duré con todos más dos años fue por mí!! Fue por mi altruísmo a la hora de cuidar y reactivar mi amor devoto por ustedes. Me induje a la culpa por darles largos períodos de amor, atenciones y alegría. ¿Porqué creen que era tan atenta?, ¿Porqué creen que era tan dispuesta?, ¿Porqué creen que no pedía nada?, ¿Realmente creen que existen las mujeres sumisas y entregadas? Ja ja ja ja ja ja ja.

Es por eso que, ex míos, uníos y escuchad: No vean lo mío como infidelidad. Lo mío es vocación. Amor al prójimo y devoción por mis novios. ¡Ah! Y al recordarme no me mencionen simplemente como su ex, sino como su Santa Ex,


Loca de Patio

domingo, 30 de agosto de 2009

¡Yo lo/la vi primero!

Querido público, hoy nos es grato comentarles que tenemos una nueva colaboración de una de nuestras lectoras, Cándida, que nos envió la siguiente historia. ¡Disfrútenla y no olviden comentar!
Si tú también quieres tu rinconcito en La Ex, no dudes en escribirnos a soy.la.ex@gmail.com
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Yo creo ser una persona generosa. Si a algún conocido le pasa algo bueno, me alegro de verdad, siempre comparto galletitas o el snack que tenga a mano por mucho que me guste, presté religiosamente todos mis apuntes cuando mi letra comenzó a ser legible y si alguien me pide algo prestado nunca se lo niego.

Por eso, nunca entendí la actitud del "yo lo vi primero", esa persona que se sentía con más derecho que otra para jotear sólo por haber declarado sus intenciones a medio Chile, joteos que por lo general siempre fracasaban, a pesar de la anticipación con la que se planeó el ataque, y que dejaban a otros mirando a la carnicería sólo por no "herir" sus putos sentimientos. Aunque estos sentimientos fueran tan duraderos como un golpeado de tequila. Es como el perro del hortelano: no come ni deja comer.

Mi primer acercamiento con este peculiar rasgo de egoísmo pasó entrando a la U, cuando, luego de ser literalmente repartida entre un grupo de amigos, resultó que terminé teniendo onda con uno que no había sido al que le habían dado permiso para jotear tranquilo (y al que ya se le había dicho que no). Las recriminaciones por el "yo la vi primero, y sabías que me gustaba" terminaron siendo una fuerte discusión... conmigo al frente. Al poco tiempo, supe que la que más había avivado la cueca con la supuesta traición había sido una ex andante del traidor, que ahora pololeaba con otro. Por lo visto, el "yo lo vi primero" no solo corría para los que buscaban pareja, sino también valía para los que ya la tenían.

Al tiempo después, y ya terminado el lío aquel, comenzamos a salir mucho con una amiga: Bastaba que un tipo sonriera bonito para que le empezara a escribir corazoncitos en sus cuadernos y a transformarse en una obsesión que era reemplazada al rato por otra. Así cada vez marcó territorio haciéndole la cruz a cualquiera futura polola o supuesta "enemiga de intereses". Las cosas se complicaron cuando pareció haber interés de uno de sus supuestos "amores" (si le podemos llamar así a encontrar rico a alguien) hacia mí. Inmediatamente comenzaron los "yo lo vi primero" y el tratar de hacerme sentir mierda por la evidente atracción de los dos. Siempre trataba de ponerme en evidencia para luego tirar el discurso: "mmm, parece que le gustas... pero cómo tan chueca hacia mí que estoy tanto tiempo soltera, búscate a otro". Yo lo había conocido antes, pero el que ella hubiera sido la primera en decir"lo encontré bueno" la hacía inmediata ganadora de su número exclusivo. Así, muchos posibles wannabe pasaron a la lista de archivados por la culpa que me generaba el coartar el excesivo campo de acción de la amiga acaparadora. Convídate uno, o por último, olvídate del que te gustó hace un par de años, por lo menos.

Así mismo, vi cómo el recurso de gritar a los cuatro vientos la intención de joteo fue parte de las peleas y webeos más grandes que he visto. Si hay algo que nunca falta, es el amigo que elige a sus anchas y deja con lo que queda al resto, alegando un supuesto derecho fundamentado escasamente en la mala suerte que debe romper, o el "ella me gusta de verdad" aunque ese gustar de verdad fuera compartido por otras veinte personas más.

Lo que más me llama la atención es que, al igual que lo que escribió Faye sobre los jotes, pareciera que la opinión del joteado no importara: él o ella se DEBEN rendir sola y exclusivamente a los encantos del que lo marcó frente a todos como su presa, y esto se mantiene aún si recibe un "no" rotundo. Estoy convencida de que el Agarra Aguirre sincero no debiera romper amistades o considerarse una deslealtad: el joteado elegirá, tal cual como los "enemigos" tuvieron la libertad de fijarse en la misma persona.

Y con los ex, parece que el asunto del Perro del Hortelano es el mismo. Siempre las que siguen son brujas, feas o maracas, en el caso de las mujeres, y unos pobres sacoweas, losers o pasteles en el caso de los hombres. Aún cuando los sentimientos se hayan acabado hace rato o se haya comenzado una nueva relación, queda a veces la sensación de que el otro te debe algo por haberte fijado en él antes, algo que lo obliga al celibato durante toda la vida. Como si la única razón de existir del pobre fuera haberse encontrado contigo.

Si ya no hay nada, yo prefiero que me olviden, que se tiren a minas lindas, que se enamoren hasta las patas y que me recuerden con cariño como parte del pasado. No me va el desear cagarle la vida a alguien por quedarse enganchado, para hacerme sentir especial y única. Que el weón encuentre a alguien con quien no tenga los problemas que tuvo conmigo, que no meta las patas de nuevo, que sean felices, que tenga varios hijos, plante un árbol y escriba un libro. Creo que es lo que menos le puedes desear a alguien que por algún momento te hizo feliz. Es también parte de olvidarlo: el desearle sinceramente lo mejor, lo más lejos de una, es el mayor síntoma de que estás recuperada.


La Cándida

jueves, 27 de agosto de 2009

Un amor platónico

Johannes va a unas juntas a las que me invitó una amiga cinéfila. Él me llamó la atención apenas lo vi; primero, porque se parecía a Froilán, pero después cobró colores propios cuando lo escuché hablar.


Sabe conversar de manera entretenida y callar cuando es necesario. Es ingenioso, alegre, comenta cosas interesantes y -al igual que con Amigo-, me siento cómoda con él. No tengo la sensación de estar fuera de lugar si le digo algo y tampoco me pongo muy nerviosa si me dirige la palabra.

Es y será sólo un amor platónico, porque tiene un hijo y una esposa. Se trata de una pequeña familia feliz y, en realidad, me alegra que así sea. Se ve contento con su vida, por eso me gusta tanto.

También me gusta porque me demostró que existen hombres más alegres que Froilán, más divertidos para conversar, con temas mucho más interesantes que su carrera, su (ex)pareja o sus amigos, con una mirada y una sonrisa mucho más simpáticas y, lo más importante... hay hombres realmente felices, con mayor capacidad para compartir y hacer sentir bien al resto.


¡Aún hay patria, ciudadanos(as)!



MilDiez

lunes, 24 de agosto de 2009

Córtenla con el morbo!

¿Les ha pasado que, justo después de terminar una relación, a veces sienten que el resto del mundo los observa, que la gente para de conversar cuando se acercan al grupo y, más encima pareciera que todos los vieran con cara de pooooobreeeciiiit@!? Bueno, eso es normal, la gente cree que una anda más sensible y por un tiempo como que te conviertes en la entretención del resto: desde el típico chismorreo de "supiste lo de paquito y juanita??" hasta los amigos que tratan de sacarte a pasear para cambiarte el ánimo.

Con el tiempo, las ganas de 'ayudar' de algunas personas comienzan a convertirse en puro y simple morbo, en las ganas de ver cómo reaccionas cuando te cuentan un sabroso detalle del que ahora ostenta el título de Ex, uno más en tu prontuario de relaciones.

El problema es cuando ya han pasado más de dos años del término oficial de la relación, tu estás en otra y la gente sigue llegando a contarte chismes. "¿Sabes de qué me enteré el otro día, juanita? me contaron que después que terminaste con paquito el muy pobre creía que iban a estar separados unos meses e iban a volver... estaba arrepentido de lo que te hizo...", o "Supiste que paquito se metió con menganita? sucedió cuando menganita justo había roto con su novio de toda la vida, pero paquito la cargoseó tanto que menganita al final volvió con su novio y todos felices...".

Gente, ¿¿¿qué les hace pensar siquiera que tengo GANAS de oír esas cosas???

O sea, es mi Ex, pasé AÑOS de mi vida tratando de entenderlo y si hay alguien a quien no sabe mentirle es a su madre y a mí. Yo lo único que sé es que él incumplió su promesa, me traicionó y no hay más que decir.

Por favor, no quiero saber nada más que me puedan contar de él.

Me encantaría poder sentarme algún día a conversar con él, tirar la talla un rato y luego dejarlo hablar, que me cuente todo lo que realmente pasó porque creo que ahí hay muchas cosas que aclarar (y yo como maldita obsesiva no puedo dejar algo pendiente...). Pero el problema radica en que yo siempre fui sincera, y creo que él no. Sus razones habrá tenido, y espero que algún día entienda que no lo voy a condenar por ello, sólo quiero escuchar la verdad.

I'm going to ask you some questions, and I want you to tell me the truth. However, therein lies a dilemma. Because, when it comes to the subject of me, I believe you are truly and utterly incapable of telling the truth, especially to me, and least of all, to yourself. And, when it comes to the subject of me, I am truly and utterly incapable of believing anything you say..."

- El gran David Carradine interpretando a Bill, Kill Bill 2



Liss

martes, 18 de agosto de 2009

Vieja chica

Al revés de lo que le pasa al 90% de la población mundial, a mí no me gusta la etapa inicial de la relación de pareja. Ese tiempo en el cual una anda siempre como salida de la peluquería y el otro siempre anda con aliento fresco. No soy muy amiga de las mariposas en el estómago y definitivamente me carga tener que hacerme la linda frente a un hombre.


No es que no sirva, sencillamente no me gusta. No me gusta andar con la sonrisa en el rostro cada vez que lo veo, ni hacer miraditas, ni coquetear. No me gusta el juego de esperar a que el otro llame y cuando lo hace, hacerme la tonta y fingir como que su llamada era lo último que tenía en mente. No me gustan las presentaciones frente a los amigos y la familia, ni menos tener que buscar su aprobación. Toda esa etapa, que para la mayoría es la más "linda" y la que recuerdan con más cariño, para mí es un verdadero fastidio.


Me carga tener que ir develando de a poco que no soy una mina tan bacán, ni simpática, ni perfecta. Me carga ese puto juego de dame-que-doy donde la imagen perfecta del que está enfrente mío se va volviendo menos idealizada y más real. Me carga todo el proceso porque a mí me gusta exactamente eso: la realidad.


Me gusta cuando uno ya conoce las mañas del otro. Me gusta discutir porque dejaron la tapa del W.C levantada o restos de barba en el lavamanos. Me gusta llegar estilando a la casa después de un largo día y que me estén esperando con un chocolate caliente y tostadas con palta. Me gusta quedar tendida en la cama discutiendo cómo le vamos a poner a nuestro hijo o en qué colegio lo matricularemos. Me gusta esa cómoda y tranquila seguridad que te invade en las noches cuando despiertas de un mal sueño y tienes a la media naranja durmiendo a pata suelta a tu lado, diciéndote en silencio que todo lo malo ocurre allá afuera, no aquí dentro.


Me gustan las comidas familiares y las tallas que van y vienen. Me gusta pensar en un futuro en común y nada me hace más feliz que imaginarme en una casa, nuestra casa, rodeados de niños, juguetes, deudas y la más pura y simple felicidad, aquella que es tan mal mirada en este tiempo de mujeres profesionales, hombres inseguros y donde la regla es el one night stand y si te he visto, no me acuerdo.


Veo mi título profesional y veo la vida que llevo y lo único que pienso es en las ganas que tengo de compartirla con alguien más. Pero compartirla de verdad. Que me reten por lo despilfarradora que soy o porque se me olvidó pagar el gas. Acostarse el viernes y no moverse hasta el lunes. Hacer nudos de corbatas, pasearme por los dormitorios diciendo "Buenas noches, mi cielo, que sueñes con los angelitos" y si hay tiempo leer un cuento.


Soy una vieja chica o una chica enchapada a la antigua. Quiero matrimonio por la Iglesia (la fiesta no me podría importar menos) y antes de los 30 tener al menos un hijo. Quiero encontrar a alguien que se haya dado cuenta que la verdadera revolución es la normalidad.

Juana La Loca

Imagen: http://www.lochers.com

domingo, 16 de agosto de 2009

La reemplazante de una ex

Querido público, hoy queremos compartir con ustedes la historia que nos ha enviado Dudosa, una fiel lectora de nuestro blog, para que lean y comenten. No olviden que pueden hacernos llegar sus escritos al correo soy.la.ex@gmail.com, que tengan un buen día!


Demasiados años que no sabíamos nada el uno del otro, pero gracias a cosas de la vida y un milagrito comenzamos a hablar…

Me encantó su forma de ser, no podía creer que ese niño que conocí hace muchos años atrás estaba convertido en ese “hombre” que, inevitablemente estaba comenzando a atraerme.

Me caí del PC el día que me hizo el comentario por algo que le dije: “aaah mi polola…”. No podía ni quería creerlo, lamentablemente ese Hombre que me atraía tanto ¡tenía polola! Por qué no lo había mencionado antes, gracias a Dios no había hecho ninguna alusión a lo que me estaba pasando, pero a pesar de todo no podía evitar el sentirme atraída por él.

Bueno llegó el día: nos juntamos, conversamos, nos reímos y bebimos vino blanco, que por coincidencia es nuestro favorito, la novia no salió al aire en ningún momento de nuestras conversaciones y el único momento en que se nombró fui yo quien lo hizo cuando lo miré y le dije “que lata que estés pololeando”. Al final de la noche/madrugada nos aprestábamos a despedirnos, lo besé en el rostro, cuando él me toma y me besa...fue el beso más romántico que me habían dado en años, y no podía creer ¡me estaba besando! Fue sólo ese beso y me fui.

Al otro día nos volvimos a juntar en una “cita” que escapa de toda imaginación y fue… es que no tengo palabras para describir lo que me pasa cuando estoy con él. Ese día me dijo que terminaría con su polola y yo me asusté…le dije que no quería ser la causa del quiebre de una relación de años, a lo que me contestó que yo no era la razón, que las cosas ya se estaban dando mal entre ellos desde hace mucho tiempo atrás.

Me sentí mal y lo único que le pedí fue que no le contara a ella que estaba saliendo con otra, porque yo como mujer me ponía en su lugar y me dolería mucho.
Bueno, terminaron según él, de mutuo acuerdo.

Al mes de estar saliendo, de una forma bastante particular le pedí pololeo, se “sintió” por que lo había presentado a un amigo como “mi amigo” y le dije que si no quería que lo presentara así siempre estaba la posibilidad de decir que era mi ¿pololo?… y esa misma noche fue la primera discusión por “La Ex”, en un momento bastante inoportuno llegó un mensaje suyo a su celular, a lo que me confesó que aún tenía contacto con ella, que aún eran amigos.

Sé que los celos al comienzo de una relación nunca son un buen presagio, pero me escocía cada vez que ella le escribía cosas en su página de FB, y en serio me estaba arrepintiendo de haberle pedido que no le contara que estaba conmigo.

La nota alta fue cuando por cosas del destino me enteré que el último día que lo había visto y que me había dicho que comería con su familia, bueno su familia era “La Ex” que le había pedido una última reunión, no me había dicho por que temía que me molestara, y de hecho fue mejor enterarme "después de”.

Él ha tratado de dejar las cosas claras pero parece que ella simplemente no quiere dejarlo ir… le ha dicho de mil formas que las cosas ya no funcionan, que ya no quiere estar con ella.
Le dije que cuánto tiempo más tendría que esperar para que se enterara de nuestra relación y me dijo que no sabía, que por el momento prefería que las cosas siguieran así.

Y me duele, me duele mucho cada vez que se pone en su lugar y no en el mío, “ella sufre por todo y no quiero hacerla sufrir yo”, “no está en un buen momento, esperemos un tiempo” y cuanta excusa barata (por lo menos para mí) he tenido que escuchar, han tenido conversaciones bastante complejas con respecto a lo que fue su relación y ella (al igual que yo haría en su lugar) esta dejando todo en la cancha.

Pero entonces qué pasa con mis sentimientos, con mi sentir en los momentos que pienso: y si habló con ella hoy; y si ella está logrando que él tenga dudas de haber terminado y quiera volver... y comienza la película en mi cabeza, tonteras e inseguridades típicas de una reemplazante de una ex… pero que a la larga están logrando hacer nido en mi cabeza.

Sé que me ama (más que a su música como dice él y créanlo eso es demasiado), no por que me lo repita mil veces al día, sino por que ha hecho cosas por mí que no había hecho por ninguna mujer, y me consta que es así, no se engañen, nuestra relación es increíblemente magnífica, pero es ese el “detalle”: que ella no puede enterarse aún y me llena de dudas, dudas tontas lo sé, pero que dentro de todo es comprensible, creo yo…



Dudosa

miércoles, 12 de agosto de 2009

BUSCO HOMBRE SIN GRACIA ( O desgraciado, da lo mismo)

A veces pienso que traigo puesto un cartel atrás que me hace sedientamente atractiva, como siempre se me han antojado son los enormes culos de las cebras (¿se han fijado en que no falta la foto de una cebra, mirando hacia atrás, como diciendo “no te metas con mi cucu”?).

Vuelvo al tema. Siento que ese atractivo cartel dice: “tomo hombres con, traumas, mala educación y los convierto en hombres relativamente decentes”.

Y no hablo por autocompasión, porque lo mío sean los hombres poco atentos, o excornudos y actualmente traumatizados. Hablo de una especie de instinto por el hombre de estructura mental dramática, con un pasado familiar al cual la tan citada “disfuncionalidad” le cae como piropo, más que como diagnóstico. Lo mío es una derecha inclinación al macho zeta, dañadito, ni rudo ni suicida, pero con escasas posibilidades de una supervivencia digna.

De alcohólicos, por ejemplo, tengo varios: el pololo curadito simpático, que te hace reír en los primeros tres carretes, pero luego, al cuarto carrete hace una arcada en pleno beso de retorno a casa, y lo que es peor, luego vienen las erecciones fallidas o el priapismo alcohólico (ese al que curado no se le bajan los instintos ni con mostrarle un foto de Teresita Reyes).

O el lunático, ese que te ama intensamente de lunes a miércoles, y el resto de la semana anda ensimismado y de mal genio, acusándote de cuanto mal hay en el mundo.

Al profundo, ese que es como un emo desfasado en el tiempo, ese que tiene una vida interior según él, tan compleja, que no quiere involucrarte en su complejidad, entonces está contigo, pero después ya no, y luego sí porque tú eres la luz, pero su oscuridad es tan profunda que mejor te vas al carajo y el huevón, llora.

Y sin ir más allá tuve uno que al cabo de reacciones raras y medio violentas terminó siendo esquizofrénico, y otro que, sin más comentarios, me pegó justificándose en que yo era demasiado linda, atractiva e inteligente, lo que hacía que hubiera muchas posibilidades de que los hombres me buscaran y por ende, le pusiera el gorro, entonces me castigaba de antemano, para que ni me atreviera a engañarlo.

Demanda por medio, se volvió otro tormentoso recuerdo en el obituario de mis amores.

Miro hacia atrás y todas mis relaciones son intensas, pero tormentosas, llenas de esfuerzos para no terminar en homicidio. Miro hacia atrás, pero más cerca en el tiempo y los veo a todos levemente mejorados, pero ante esa leve mejora, han dejado de estar conmigo.

Entonces me limito a pensar que definitivamente hay mujeres que no amamos. Simplemente compadecemos apasionadamente.


Loca de Patio

 
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