jueves, 30 de octubre de 2008

Entre cuáticos no se entienden

Estimadas lectoras (y algunos lectores tambien). Hoy tenemeos el agrado de presentarles una colaboracion de una de nuestras lectores. Disfruten y comenten!


El otro día salí con un español. Habíamos sido ciber amigos por muchos años y tocó la casualidad que vino a Chile. Nos conocimos por medio de estas conversaciones bonachonas sobre el mundo, la paz, Dios y todas aquellas cosas.

Entonces, claro, yo tenía una súper impresión de este gallo, pero no lo quería para nada más que para conversar porque yo venía saliendo de otra tortuosa, muy tortuosa historia.
Quedamos en juntarnos y el mismísimo día me manda un mensaje, diciendo que no podría ir porque estaba con caña. La siguiente vez pasó lo mismo. Otra vez me dijo que no porque no quería enamorarse de ninguna mujer. Después que no, porque tenía miedo. Y yo, tonta mujer de orgullo herido, seguía insistiendo. Es que… ¿cómo no quería juntarse conmigo? ¿ah? Si soy tan bacán…

Finalmente, al enésimo intento quedamos en que él me iría a buscar a mi pega, porque yo ya no estaba dispuesta a esperarlo en ninguna parte. Increíblemente llegó con ese paso de estudiante lana que tienen algunos y fuimos por el café.

Con su eterna pedantería, me soltó que tenía poco tiempo, así que apenas me tragara el último sorbo de mi cortado se largaba. Picada, opté por tomar sorbos diminutos, hasta que se aburrió y me preguntó si salíamos a bailar.

"¿No te atreves?", me desafió. Eran las 8:15 pm de un martes y la invitación era para el momento mismo, porque me había advertido que su miedo lo haría correr hasta el infinito y más allá y quizás no nos volvíamos a ver.

Salimos y caminamos un buen rato hasta llegar a un sucucho de Suecia que recién se abría. Éramos los únicos clientes de la noche. Al rato me sacó a bailar.
Entre Madonna y Black Eyed Peas, empezó a insinuarse hasta terminar preguntando si me tincaba andar con él. "Noooooo, no quiero andar, no quiero nada que sea ni siquiera un poco serio", me salió del alma. "¿Y andar por el rato?", me preguntó con toda la frescura del viejo continente.

Lo pensé un buen rato. Tiendo a ser muy conservadora, pero mi orgullo pedía compensación. Así que bueno, qué más daba si las piñas coladas estaban ricas.
Al día siguiente, desperté con esa sensación de OMG, qué he hecho. Una amiga me llamó temprano para saber todos los detalles. No había mucho que contar, los besos no fueron la gran maravilla y tampoco me sentí más winner . Al contrario, hasta me sentía un poco culpable, pero después de cortar respiré tranquila.

Hasta que… me llegó un mail del susodicho explicándome básicamente que éramos unos pecadores porque nos dejábamos llevar por los bajos instintos y que debíamos pedirle perdón a Dios inmediatamente por ello. Además agregaba que no me quería ver ni en pintura porque seguro volvía a pasar (chaaaa!) y que se encerraría un par de días a meditar al respecto.
Nuevamente por orgullo, pero en mayor medida por esa preocupación de mamá gallina que tenemos las mujeres, traté de hablar con él para asegurarme de que no se le hubiese zafado un tornillo.

Me pidió perdón por el mail y me dijo que siguiéramos siendo sólo ciber amigos. Acepté y conversamos un par de veces más hasta que se me ocurrió preguntarle por qué no quería que nos viéramos. "Porque no aguanto las ganas de darte como caja", me soltó tajante.
Obviamente al día siguiente mandó otro mail culpógeno, pidiendo que mejor no fuéramos ni amigos.

La conclusión señores y señoritas es: Peor que que una mina cuática se agarre a un tipo, es que ese tipo sea más cuático que ella.

Buenas Noches.

Lala, la ingenua

sábado, 25 de octubre de 2008

Pasta o Tequila

Hace más de un año, pensaba seriamente en terminar con Rodrigo. El problema era que no encontraba la razón. Nuestros problemas de comunicación, las peleas y hasta la extraña relación que tenía con su ex, hibernaban apaciblemente, y no estábamos pasando por un período problemático en ese momento. Todo iba, en teoría, bien, pero yo tenía mis dudas. No lo suficientemente fuertes para terminar con él, pero lo bastante molestas como para no dejarme continuar tranquila en la relación.

Cuando se lo comenté a una amiga, para mi sorpresa, en vez de decirme cosas como "piénsalo bien", o "si tienes dudas es porque ya no lo quieres", me responde lo siguiente:


Ella: Pero termina con él, ¡si estar soltera es muy entretenido! Es como estar en un supermercado, llena de opciones…
Yo: Sí, lo sé, pero siento que estoy en ese supermercado, y a pesar de ver las opciones sigo eligiendo la apuesta segura, los tallarines, cuando sé que podría llevar el tequila…


Y se resumió a eso. Pasta o Tequila. La pasta sabes que es segura, nunca está de más, es bienvenida en toda casa y sabes que eventualmente (aunque sea cuando no se te ocurra nada más qué cocinar o tengas poco tiempo) la vas a usar. Quizás no es la comida ideal, pero es aceptable. Siempre está ahí, siempre es una opción. En cambio el tequila no. Es riesgoso. Sólo en ciertas ocasiones tenemos el coraje de beberlo, y quién sabe qué estragos causará. Qué haremos bajo su influencia, y qué resaca nos llegará al día siguiente.

Lo mismo podría decirse de ciertos hombres. Hay unos que siempre están ahí, son seguros, confiables. Quizás no son los más emocionantes ni entretenidos, pero no acarrean riesgos, sabes que no te fallarán. Mientras que otros… de ninguna manera puedes aguantarlos todos los días. Demasiado riesgo, demasiada inestabilidad. Sólo están bien en ciertas ocasiones especiales. Nunca sabes qué pasará alrededor de ellos, ni qué desastre dejarán después. Pero aunque sea por unas breves horas, ¡cómo disfrutas de su presencia! Producen el mismo placer que hacer algo prohibido, que sabes que está mal, y entre más lo sabes, más ganas te entran de hacerlo. Son deseables, pero insostenibles en el tiempo. Sabes que si los tuvieras todos los días o bien te agotaría ese ritmo de peligrosidad o bien te hartarían, como te harta el sabor de algo que te gustaba mucho pero que tuviste que comer (en este caso beber) todos los días y a todas horas hasta que te aburre.

Sé que hay muchas otras clases de hombres. Que hay maravillosos términos medios que son aquellos con quienes finalmente sostenemos relaciones duraderas, porque equilibran la estabilidad y la confiabilidad con la magia y la pasión. Pero dio la casualidad que en ese tiempo, mientras yo no me decidía a dejar los espaguetis, me reencontré con ese viejo tequila que tienes escondido en un rincón para que no te baje la tentación de abrirlo. Y resulta que no pude aguantarme las ganas y lo abrí…

continuará

Faye

domingo, 19 de octubre de 2008

El otro fantasma: La novia de mi ex

No sé por qué una tiene tanta obsesión con la otra. Seré por que derrepente pensamos que ella es lo que nos faltó a nosotras o porque creemos que está en un lugar que tú deberías estar ocupando. El caso es que a mí nunca me había pasado eso de querer saber quién era ella, necesitar enterarme de sus razones, sus supuestas virtudes. Es bonita? Más que yo? Posiblemente pero ese no era el caso, nunca lo es.

Ahora yo eso lo tengo claro: nunca importa que una o la otra sea más linda, más virtuosa, sonría más, lo comprenda más o whatever. Y aquí va la clave chicas: en estas cosas rudas del amor nada esta ganado, ese click o atracción entre las personas no es siempre el mismo y las razones por las cuales la gente se une varían infinidad de veces. Nada está dicho, ella podrá tener mil verrugas y tú las pechugas de Pamela Anderson y el palurdo podría escogerla a ella de todos modos, dejándote a ti con tus escotes face-melting y tus vestidos lindos, toda arreglada y alborotada en un rincón oscuro de la fiesta. O sea, que la otra sea linda en verdad no importaba, pero hace un tiempo yo no podía dejar de pensar en eso.

Y como ya casi no podía dormir, la angustia me comía la guata y el pecho me apretaba ,tenía que hacer algo más que pasármela frente al pc escribiendo mis tribulaciones. Así toda empijamada con pantalones de rayitas rosas y un tomate en la cabeza, intenté averiguar de qué trata esto de la chica mas bella del mundo, que él había escogido, que me rondaba el pasado aún, aquella con la que yo no podía competir. Pero por qué? por qué? por qué??

Para saber precisamente "por qué" fui casi corriendo hasta la esquina de su casa. Era una zona vecinal muy agradable asi que no había gente en la calle a esas horas de la madrugada, y como de pronto mi curiosidad, o mi angustia por buscar respuesta, fue más poderosa que ninguna otra cosa, me convertí en escaladora de árboles. Ahí la vi: sentada en el living leyendo una revista (encima soy muy ciega asi que jamas lograría averiguar qué leía exactamente). Comía papas fritas, tambien llevaba un tomate en la cabeza y tenía bonito perfil. Así sentada con cero arreglo se veía mejor que aquellas veces en fiestas donde usaba muchísimo maquillaje. Quise ser ella por un tiempo - el hecho de que su familia tuviera mucha plata y fuera una nena consentida tambiçen ayudaba a querer estar en su lugar - y pensé que en otro tiempo hasta habríamos podido ser amigas (Ja!). Y en esas divagaciones estaba cuando una rama se soltó y me fui literalmente a la cresta. Ya que estaba consciente de mi caso extremo, de que posiblemente terminaría en carabineros por stalker (patética stalker en todo caso), me aferré lo más posible a mi árbol para que mi descenso fuera piola, aprete los dientes para no gritar del susto y terminé toda raspada, de pies a cabeza. (Luego inventé que había sido un gato, que me caí de la bici, pero obvio, nadie me creyó mucho).

Después de la caída la angustia no se me pasó. Seguí cual enfermita pensando en lo mismo una y otra vez, hasta que terminé en el diván de un sicoanalista explicando por qué sentía que ella era mi otro yo, o viceversa. La angustia, esa vez, no se fue con la terapia ni con chupísticas olimpicas o salidas al cine, sino que desapareció por un rato cuando entró en la escena otro clavo. Quizás no desapareció sino que se movilizó a otro objeto de deseo, con la falsa sensación de que había arreglado las cosas, que estaba en paz.


Moraleja: Si vas a subir a un árbol a espiar a la mina de tu ex, ponte ropa acolchada. Si te pillan, simula esquinozofrenia temporal.

Isa, o deeply disturbed girl.

jueves, 16 de octubre de 2008

Juntas: dinamita

Nunca he entendido porqué los hombres se sienten atacados cuando dos (o más) de sus exs se conocen y, por casualidades de la vida, logran entablar amistad... para ellos eso es peor que un segundo ataque a las torres gemelas, el día del juicio final y las 7 plagas de Egipto juntos.

Al menos como yo lo veo, dos personas que estuvieron con la misma persona tienen muchas más cosas en común que "mira tú! yo también anduve con Juanito, notaste ese tick que tiene?.... ah sí!".

Pues a mí me pasó con Esteban y Francisca, que fueron pareja mucho antes que se me ocurriera siquiera pensar en estar con Esteban. Yo conocía levemente a Francisca, y de lejos me parecía una mujer simpática, de esas que conversan cosas interesantes y me sentí bastante identificada con ella porque hasta habíamos tenido experiencias similares en nuestras vidas, pero luego que ellos terminaron y yo empecé mi relación con Esteban, dejamos de conversar tan seguido y pasamos a simplemente sonreirnos amablemente cuando nos topábamos por ahí.

Una de las causas del alejamiento con la Fran fue que por ese entonces mi ex censuraba sutilmente mi amistad con ella, podíamos conversar de cualquier amiga y todo bien, pero cuando la mencionaba a ella él se quedaba callado hasta que yo me aburrriera de hablar sola, rellenando a veces con un 'supongo' o un simple 'anhá'.

Luego de meses, cuando terminé con Esteban, Francisca seguía siendo una cara amable y sonriente para mí así que decidí retomar los lazos y terminé descubriendo que, efectivamente éramos personas muy afines, de esas amigas que pareciera que las conoces de toda la vida, lo que claramente no le cayó para nada bien a Esteban.

No sé, quizás pensó que nos confabulábamos contra él (como si no tuviéramos nada más interesante que hacer con nuestras vidas) y que íbamos a ir a buscar una por una a sus futuras conquistas para asegurarnos de que no le resultara, la cosa es que cada vez que nos veía juntas se ponía pálido y un par de veces me dijo que 'dejara de webiar', sugiriendo que lo hacía todo por venganza... mal.

Un día, conversando con la Fran, llegamos a la conclusión que, al menos, Esteban tenía buen gusto para elegir mujeres y empezamos a bromear con que si no nos gustaran tanto los hombres haríamos una buena pareja lesbiana. Todo el mundo nos seguía el juego y hasta lo encontraban divertido, así que empezamos a hacer coreografías, jugando a que parecíamos hermanas un día, diciéndole a nuestras parejas ocasionales que sólo eran una fachada otro día. 'Tú le das lo carnal, pero yo le doy lo que tú no le puedes dar'.

Nunca lo hicimos de mala fe, pero para Esteban esa fue la gota que rebalsó el vaso, y las pocas veces que lo veía y le hablaba de 'mi Fran' me miraba con una mezcla de asco, odio y profundo temor que se repetía cuando nos miraba a lo lejos conversando un té. Un amigo llegó a bromear diciendo que la cara de Esteban cuando empezábamos a bailar o nos tomábamos de la mano, simplemente era algo 'priceless'.

Pero bueno, Esteban es ese tipo de hombres que juran que el mundo gira alrededor de sus pelotas, así que no me impresiona que hasta el día de hoy piense que todo es parte de un gran plan para destruirle la vida en cualquier minuto, lo cual es absolutamente absurdo. Si me preguntan a mí, él solito puede encargarse de ese trabajo, sin necesidad de la ayuda de nadie.



Liss.

sábado, 11 de octubre de 2008

Manual para tratar con Solteros Recientes

Seguramente te has topado con un soltero reciente, que todavía tiene la PLR marcada en los pantalones. ¡Alerta, son como las sirenas de la mitología griega! Pueden ser encantadores, sensibles y despertar tus deseos inconscientes de que (también) te pongan en un altar. Si tienes muy claras las cosas, ya tienes los tapones de cera en los oídos. Pero si no, sigue leyendo:

  1. De partida, una persona que siempre mete a un ex en una conversa -que no tiene nada que ver con ellos- carga un drama sin resolver. Ej.:

    - ¿Viste "Piratas del Caribe 3"? Es muy buena...
    - Sí, la vi con mi ex.

    Ojo, es bueno saber sobre el pasado de la pareja, pero eso debe hablarse en contadas ocasiones, bien determinadas. Y ojalá todo de una vez, para no joder mucho.

    Fuera de esas ocasiones, puedes optar por decirle claramente lo que piensas de su cochino fantasma del pasado, pero con diplomacia. A veces no se dan cuenta, se les sale. A todos se nos puede salir.

    Si no entiende por las buenas y sigue dando jugo, márcale la PLR en la otra nalga. No hay que tener anestesia, porque ellos no la tendrán contigo. Dirán que "nunca quisieron hacerte daño", pero el daño sin querer es tan dañino como el intencional.

  2. Los solteros recientes no necesitan una pareja, porque no están emocionalmente listos para entablar una relación estable. Primero, tienen mucha mierda que drenar. Necesitan una AMIGA que los escuche y les dé palmaditas en la espalda. Si es con ventaja, mejor.

    Van a llorar sus penas, o van a putear a su ex, la van a pelar o se quedarán callados, pero reventarán. No aman lo que tienen, extrañan lo que perdieron y les duele el orgullo. Quizás te admiren y te aprecien por haberlos aguantado, pero no es probable que te amen. No cuando tienen sólo un mes de recuperación.

    Puede que lo mejor que logres con ellos sea prepararlos para que puedan encontrar a otra persona. Serás su relación de transición en el peor de los casos. Esto es recomendable si posees una personalidad estilo Sor Teresa de Calcuta. Si no es así, huye.

  3. Es muy probable que se desquite contigo por cualquier nimiedad.

  4. Hay casos clínicos que te cuentan TODO sobre su ex. No recomiendo escuchar, por ningún motivo, bajo ninguna circunstancia. Es una falta de respeto, por lo que debes despacharlo de inmediato si no entiende cuando le pides que pare.

  5. Probablemente, esta persona te encantará por algún motivo: te excita; te conversa de mil temas por horas, sin aburrirte; te mata su mirada, etcétera. Te costará dejarle ir.

    Si estás en esa situación, recuerda que sólo te gusta un fragmento suyo. A él no puedes tenerlo, ya que sigue siendo parte de una mujer del pasado. Estás en segundo plano y siempre lo estarás mientras no supere sus rollos.

    Lo peor es que, mientras estés a su lado aguantándole todo, no superará nada.

  6. Jamás mantengas amistad con él. Ni siquiera si te entiende mejor que cualquier persona. Tú no quieres ser su amiga, quieres que se dé cuenta de lo buena que fuiste con él y de lo mucho que te gusta.

    Tampoco creas que "podrás manejar la situación". Esas son las primeras que caen.

    El motivo obvio para distanciarte es que, cuando quieras sacarle celos, él se sentirá feliz de que por fin hayas encontrado a alguien que te entregue lo que él no te pudo dar.
    Asimismo, te contará que invitó a salir a una mina y tendrá todo el derecho. PWNED!!1!!

  7. Si cometiste la imbecilidad de decirle que su amistad es muy importante para tí y la wea... Somos dos. Veo las siguientes soluciones:

    a. Confesarle todo, desearle suerte y botar los puentes.

    b. No decirle nada y botar los puentes de a poco.

    c. Enojarte con él por cualquier cosa y mandarlo a la mierda (no creo que sea bueno si le has contado tus problemas y te ha ayudado con buena intención... damn).

    ¿Qué opinan?

    Nota: Bloquearlo y borrarlo de MSN sin explicación es cobarde. Dignidad ante todo.

  8. Esto también se puede aplicar a las solteras recientes.

  9. Las excepciones confirman la regla.

Mil Diez

lunes, 6 de octubre de 2008

La recaída

Las recaídas por aburrimiento son las más comunes y las que nos pueden dejar más de alguna anécdota para la posteridad. Son aquellas que pasan porque hace tiempo que no pasa nada de nada, no tienes qué hacer y empiezas a recordar viejos tiempos y te acuerdas de ese (o esa, ahora que tenemos uno que otro macho entre nuestros lectores) ex con el cual no terminaste en mala, pero por cosas de la vida nunca volviste a ver. Y te acuerdas de él. Que qué habrá sido de su vida, si se acordará de ti.

Con José nos conocimos en primer año de Universidad, en la Fiesta Mechona. Salimos por un par de meses hasta que me bajó la zorriática* y me hice humito. Nunca más lo volví a ver. Él siguió intentando contactarme de alguna manera, pero yo eludía sus acercamientos magistralmente. No me acordé de él durante mucho tiempo hasta que el año pasado algunas circunstancias de la vida lo trajeron de vuelta a mi vida. Y me vi enviándole un mensaje de texto, preguntando qué era de su vida, si quería que nos tomáramos algo, for old times sake.

Nos juntamos y nos fuimos a un bar de mala muerte a beber unas cervezas. El tugurio era un asco (de hecho, hasta me robaron la mochila), pero a medida que pasaban y pasaban las cervezas, me fue invadiendo una sensación extrañísima.

Él seguía igual. No había cambiado su manera de vestir, ni de hablar. Estaba tomándose un semestre sabático de la universidad y sus padres finalmente se habían separado hace un tiempo atrás. Seguía con esa manía que tiene tanta gente de exigir que la miren a los ojos cuando hablen. Y seguía tratándome con una delicadeza con la cual muy pocas personas me han tratado en la vida.

Gracias al alcohol fuimos adentrándonos en terrenos más escabrosos. Él me habló de su ex, yo del mío. Nuestros caminos se habían desarrollado casi en paralelo, siempre a punto de volverse a encontrar. Él me dijo que se había cansado de buscarme, que incluso se había pegado varios piques a mi campus con la esperanza de encontrarme en algún rincón riéndome a carcajadas con una chela en la mano. Yo le confesé que siempre me había sentido pésimo por no haber intentado siquiera esbozar una explicación.

Al darme cuenta que mi mochila había desaparecido (con mi pase, las llaves de la casa y la plata de devolución de impuestos en la billetera) ya tenía tanta cerveza en el cuerpo que me dio lo mismo. José se ofreció a irme a dejar, yo le respondí que se quedara en mi casa esa noche (¡¡¡Juro que sin segundas intenciones!!!).

Llegamos a la casa y como lo único que teníamos era una sed gigante, abrimos una botella de vino que quedaba por ahí. Seguimos conversando sobre mil y una cosas, hasta que en un momento sentí su brazo a mi alrededor y al sentirlo tan cerca, fue como si algo se rompiera dentro mío.

Nos besamos y acariciamos por un largo rato y fue raro. Rarísimo. A él le gustaba bastante el asunto y se había empezado a entusiasmar bastante. Yo, por el contrario, lo único que quería era que se mandara a cambiar y recordé porqué me había mandado a cambiar: con él no me pasaba nada. Me encantaba su pasión por la política y su solidaridad con los demás. Me gustaba como me trataba y me hacía sentir como si fuera lo único importante en el Universo. Congeniábamos increíblemente, pero solo en un nivel mental/sicológico/idealista. A nivel carnal, no pasaba nada. O al menos a mí no me pasaba nada con él. Hasta me acordé de la una vez que valientemente se había atrevido a tocarme una pechuga y yo respondí con un combo en la guata. Cuando esto llegó a mi memoria, la carcajada no la pude contener y él, que estaba más preocupado de otras cosas me quedó mirando con cara de plop. Hubo un instante de silencio en el cual ambos tomamos cuenta el tiempo que había pasado entre los dos y nos dimos cuenta porqué las cosas habían sido como habían sido.

Para alivianar la tensión le dije: “Sigues igual. Hasta hueles igual a como yo recordaba”. A lo que él me respondió “Tú no…” y sin darme tiempo para responder o, por último, descifrar su expresión, se dio media vuelta y se puso a dormir.

Yo me quedé ahí, mirando el techo, sin saber qué pensar. Pero el alcohol pudo más y me quedé dormida también.

A la mañana siguiente, me levanté en silencio y me arreglé para ir a la Universidad. Lo desperté cuando yo ya estaba lista (obvio, ni ahí con que me viera con el rímel hasta el cuello y cara de caña infinita) y nos fuimos.

Ese viaje en metro debe haber sido el más largo de mi vida. José miraba al horizonte en esa expresión indefinible que tenía cuando estaba pensado en muchas cosas, mientras yo no hallaba qué hacer/decir para que el viaje no fuera tan terriblemente silencioso e incómodo.

Los altoparlantes del metro anunciaron que estábamos en la combinación donde él se tenía que bajar. Me miró, me abrazó y me susurró al oído “Que te vaya bien”, se dio media vuelta y se alejó lentamente entre la multitud.

Nunca más nos volvimos a ver.

La Rabiosa

* Zorriática: dícese del ataque de pánico/miedo/asco/sentimiento indescrptible que le bajan a las muejeres de vez en cuando y que las hace ponerse cuáticas. O sea, la zorriática a mi esa vez me hizo salir corriendo. También ha hecho que trague el orgullo y aguante las del infierno. O que me agarre con una amiga de años por puras estupideces. Es peor que la regla y los cambios de humor hormonales. Es la zorriática.

miércoles, 1 de octubre de 2008

La evolución de un ex

Dentro de todo debo admitir que he tenido suerte con mis exs. La mayoría ha sido bastante buena gente. Claro que ser buenas personas no quita otras cosas. A veces pueden ser inmaduros, estar emocionalmente lisiados, ser medios psicópatas, hijitos de su mamá o que cuando estaban contigo tenían una ex o un viejo amor que nunca superaron totalmente. A veces tienes suerte y no es nada de eso, las cosas se acaban simplemente porque se gastan, porque no dan más y es casi un mutuo acuerdo, liberarse mutuamente y empezar de cero. Esos son los mejores porque son los que hay alguna posibilidad de amistad futura (ya les contaré sobre un chico con el que estuve apenas una semana, pero yo sentía una considerable falta de química, ahora somos muy buenos amigos).


El punto es que en general creo que si han hecho daño o se han mandado alguna cagada, ha sido sin querer (en general tampoco han sido tan graves, independiente del daño que puedan hacer, en especial cuando se acumulan muchas). Cuando era más chica, refiriéndome no a relaciones de pareja, sino a relaciones humanas en general, tendía a pensar en los peligros que supone la gente que se manda muchas “cagadas” sin querer. Porque a diferencia del que lo hace intencionadamente, no pueden evitarlo, no se dan cuenta, y nunca sabes cuando lo volverán a hacer. Porque no consigues alejarte de ellos, sabiendo que “no son mala gente, no lo hacen con mala intención” y no te das cuenta y pasó algo de nuevo. Pero ese es el riesgo de toda relación humana… y también de las amorosas.


Me gusta ver que uno que otro ex (claramente no "el" ex, con él se complica más el terreno) ha madurado y cambiado. Y dado que en general eran buenas personas, se han convertido en tipos bastante decentes. Como Carlos, que parecía tener un enorme miedo al compromiso cuando lo conocí. Querría pensar que era yo, que simplemente era conmigo con quien las cosas no resultaban, pero como no terminamos enojados, como fue casi un mutuo acuerdo de “esto no funciona”, pude seguir hablando con él y observarlo. Y por un buen tiempo, no me gustaba lo que veía. Repetía la misma conducta una y otra vez, con otras chicas. Cuando yo empecé con Alonso, Carlos me preguntaba que para qué lo hacía, como si me estuviera traicionando a mí misma, si decía que era mejor seguir con las relaciones meaningless, fugaces y de no mucha importancia. Yo pensaba “¿Qué demonios anda mal con este tipo? Si he tenido relaciones así no ha sido porque sienta que van conmigo o porque elija eso, sino que porque no había encontrado a alguien que realmente valiera la pena y ahora lo hice. ¿Por qué rayos no se alegra por mí?”. Luego comprendí muchas otras cosas. Que en realidad no hablaba de mí, sino de sí mismo al decirme eso. Supe también por una amiga en común que él nunca quiso que termináramos, pero que se asustó por una serie de razones que jamás me comunicó en ese tiempo, y huir le pareció una mejor idea. Claramente yo tampoco era muy madura cuando lo conocí. No me esforcé mucho por hablar las cosas y darle una oportunidad real a la relación. Yo también me asusté al ver su desapego al compromiso y en vez de hablarlo, preferí alejarme. Tenía 18 años en ese tiempo, y no es que crea que la edad justifica las acciones, pero en el caso de Carlos y yo, claramente explicaba muchas cosas. Porque ambos cambiamos con los años venideros, y creo que fue lo mejor.


El año pasado supe que Carlos estaba en una relación. Estable, llevaba más de un año pololeando ya. Por esas cosas de la vida lo vi una vez con la novia. Una chica simpática e inteligente (al menos en apariencia, uno nunca sabe lo que las apariencias esconden, pero al menos estas prometían bastante). Me gustó conocerla. Me gustó verlos juntos. Pensé que ésa era la persona en la que Carlos eventualmente se tenía que convertir. Alguien feliz (cuando yo lo conocí era un alma torturada) y capaz de estar en una relación que no era vacía, que evidentemente le entregaba muchas cosas a él y a su polola. Vi como bromeaban y reían. Le dije “Cuídala” y me respondido “Eso intento”. Sonreí.


Me da esperanzas pensar en Carlos. Parece que ahora tiene algunos problemas con la chica, pero parece determinado en intentar solucionarlos, cosa que antes no habría hecho. Quizás los arreglen. O quizás no y la próxima sea en realidad la vencida. Sólo estoy segura de una cosa. No voy a ser yo. Y no lo digo como algo malo, todo lo contrario. Cuando llega el momento en que puedes alegrarte de la felicidad de “algo así como un ex” (porque nunca pololeamos formalmente) sabes que lo mejor es que sean amigos. Que quizás siempre debieron ser amigos. O quizás no, porque esa fugaz relación que tuvimos fue lo que impulsó que nos conociéramos en primer lugar y dio pie para la posterior amistad.


Faye

 
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