lunes, 30 de marzo de 2009

Mirando el pasado

No deja de sorprenderme como al mirar al pasado ves ciertas cosas y no sólo no te parecen malas, sino que son cosas que crees que pudieron haber sido muy buenas, incluso increíbles, si las situaciones se hubiesen dado de una manera distinta o tú o quizás alguien más hubiese hecho algo diferente. Hasta que estás realmente bien, como nunca soñaste que podías estar, y entonces ves el pasado y… es sólo eso, pasado.

Más que conocido es el dicho de que “el pasto siempre es más verde en otro lado”, y que cuando las cosas no andan muy bien en nuestras propias vidas nos ponemos a mirar las ajenas, o incluso, añoramos algo que tuvimos y que consideramos mejor que el presente. Eso no tiene nada de raro. Lo que me causa gracia es como la percepción de la propia historia puede cambiar, no necesariamente en la medida que creces, sino en la medida en que cambian tus circunstancias.

Yo solía idealizar mi relación con Alonso o, al menos, un período de ella. Cuando las cosas estaban bien, no teníamos aún ningún problema y sólo nos amábamos y éramos felices. Creo que por mucho tiempo pensé que quizás manejando las cosas de otra forma, esa felicidad idealizada se podría haber mantenido por mucho tiempo más. En mis relaciones posteriores a la que tuve con él, si bien tuvieron cosas buenas y malas como todas las relaciones, curiosamente aguanté cosas más graves que los problemas que tuve con Alonso. No porque haya estado con mala gente, -como he dicho antes, considero que he tenido bastante suerte con mis exs ya que todos son buena gente- sino porque permití que ciertas situaciones se perpetuaran por más tiempo del que debí haberlo hecho y acaso porque eran personas que si bien no sé si sus demonios interiores eran mayores que los de Alonso, pero definitivamente los manejaban peor. Al menos en un caso, esto era muy notorio, pero ésa es otra historia.

Ahora que las situaciones han seguido cambiando y por fin me encuentro realmente bien, miro hacia atrás, y sin la más mínima intención de menospreciar lo que tuve, puedo decir que por fin pude dejar de idealizarlo y darme cuenta que las cosas nunca fueron perfectas. Que él nunca fue un ser perfecto (bueno, eso siempre lo supe, pero alguna vez lo consideré, al menos, perfecto para mí) a quien las circunstancias le jugaron en contra. Aún en ese período en que no teníamos grandes problemas y éramos muy felices, ya comenzaban a notarse los problemas subyacentes, que más tarde cobrarían fuerza y se convertirían en nuestros problemas, los que llevaron nuestra relación al inminente fracaso.

Ahora me doy cuenta que si bien ambos pudimos manejar mejor muchas situaciones, habían cosas que al menos yo, no podía cambiar. Como su escasa empatía. Estamos hablando de una persona que ni siquiera podía identificar sus propios problemas. Con razón no lograba entender los míos, ¡y para qué hablar de los que tuvimos como pareja! Era alguien a quien podías decirle infinidad de veces “esto anda mal”, lo reconocía, lo aceptaba, y no hacía nada al respecto, o al menos no por mucho tiempo. Era alguien a quien podías contarle tus más angustiantes temores y te miraba con cara de “¿para qué te preocupas tanto de eso?”. Una vez estuve tentada a responderle que yo, a diferencia de él, enfrentaba mis problemas para poder superarlos, en vez de ignorarlos y bloquearlos como hacía él, para que crecieran y crecieran y luego no supiera por donde empezar.

Ese era Alonso, y una parte de mí siente pena de que sea así, y espera que realmente haya aprendido de sus experiencias, cambiado y crecido. Porque no es que fuese un tipo insensible, al contrario, conociéndolo aprendí que sentía muchas cosas, pero generalmente las bloqueaba porque, por la forma en que vivía su vida en el momento en que nos conocimos, no había espacio para dejar sus sentimientos, miedos, angustias o preocupaciones libres. Así que los reprimía, y ni él mismo era totalmente consciente de ellos. Cuando se deprimió, no sabía ni entendía qué le pasaba, mucho menos qué había provocado su estado. Ahora comprendo tan claramente, siempre fue así, aún cuando “estaba todo bien”. ¿Cómo podía yo pretender que alguien sin el más mínimo dominio ni comprensión de sus emociones lograra comprender nuestros problemas de pareja, intentar enfrentarlos y solucionarlos?

No puedo guardarle rencor a Alonso. Admito que por algún tiempo lo hice. Por un sinfín de razones que serían material para otro post, totalmente distinto. Pero ahora ya no puedo. No ahora que entiendo todo de la forma en que lo hago. No ahora que veo que nuestra historia, simplemente, nunca estuvo destinada a tener un romántico final feliz. Hay historias que no lo están, y eso no las hace malas, ni tristes, ni a quienes intentamos construirlas unos fracasados por no haber logrado ese anhelado final de película. Simplemente somos seres humanos, que nos caemos, nos levantamos con dificultad, intentamos aprender de nuestros errores, nos sobamos los golpes y las heridas, esperamos a que cicatricen, y volvemos a comenzar. La mayor parte de las personas lo hacemos con la mejor intención del mundo. A veces fallamos, pero es sólo para prepararnos para esa historia que sabes que sí tendrá un final feliz. A veces nos falla la paciencia también, y sentimos que nunca llegará. Pero de que llega, llega, y de pronto todas las experiencias vividas se convierten en un aprendizaje necesario. Todas las personas a las que hemos conocido, en importantes piezas de un puzzle que vamos armando para convertirnos en la mejor persona posible que podíamos llegar a ser. Y Alonso y yo no somos ni más ni menos que eso, dos personas honestas, que lo intentaron, honestamente lo intentaron, cometieron errores y además les fallaron un poco las circunstancias, personas que no estaban destinadas a tener un romántico final feliz, pero sí un final feliz al fin y al cabo, por separado, con otras personas y el mutuo aprendizaje que logramos gracias a nuestra relación. Y siempre le estaré agradecida por eso.

Faye

miércoles, 25 de marzo de 2009

Yo... La no superada

Me da un poco de vergüenza esta entrada, para qué ando con cosas. Todas estas chiquillas tan avanzadas, superadas, maduras y yo aquí en el polo opuesto, pegada con la misma canción hace tanto tiempo.

No me entiendan mal. Ahora estoy emparejada y feliz, con planes de convivencia en el mediano plazo, enamorada hasta las patas de un hombre simplemente maravilloso. Pero en el background de mi propio musical perfecto de Hollywood, sigue sonando una marcha fúnebre con tintes de rock industrial rabioso de fondo.

El 19 de marzo de este año (tengo una memoria monumental) se cumplieron cuatro (¡¡¡cuatro!!!) años desde que me convencí que la cosa no iba para más y terminé con Innombrable. Desde que me di cuenta que el amor no lo puede todo, que la traición cala hondo (muy hondo) y que la mentira duele más cuando uno no ve ni un atisbo arrepentimiento en los ojos del otro.

En realidad es un poco menos de tiempo, tomando en cuenta las recaídas vergonzosas que tuve, pero esa es la fecha que se marcó a fuego en mi memoria y que tiene al lado escrito “¿Liberación?”. Y sigo sintiendo la misma rabia, bronca y furia que sentí a los pocos meses después de haber terminado todo, cuando me seguía enterando de nuevos engaños y nuevas mentiras. De hecho, me seguido enterando de cosas hasta el día de hoy y juro por mi santa madre que me entero porque sí, no porque ande sicopateando (ya no).

Por un tiempo (época pre–novio maravilloso y espectacular) pensé que era porque aún le quería, razón por la cual tuve un par de recaídas (que de puro recordarlas me dan asco). Que si del amor al odio hay un solo paso, pues la cosa a lo mejor también funcionaba a la inversa. Pero me di cuenta que aquí no había amor, sino un odio profundo, oscuro y perverso, de esos que uno lee en las tragedias griegas o en Shakespeare. Un odio que incluso se ve reflejado en una aversión física tal, que las pocas veces que me acuerdo de cuando estuvimos juntos, la piel se me eriza y me dan ganas de vomitar (y ojala fuera solo para dramatizar el asunto).

Siguió pasando el tiempo y creí que el odio y la furia habían amainado. Incluso logré volver a hablar con él y compartir un par de metros cuadrados sin querer cercenarle el pene, sacarle el corazón, hundir su cabeza en aceite hirviendo y escupir en lo poco que quedaba. Pero ese lapso fue muy breve y duró lo que la vida se demoró en hacerme llegar nueva información sobre sus andanzas cuando aún estaba conmigo.

Y básicamente esa es la historia hasta ahora: logro que el odio amaine un poco, establecer relaciones diplomáticas y ya sea por cahuines o hasta por un mal sueño, el rencor vuelve en gloria y majestad a instalarse en mi cabeza.

Si tan solo supieran la cantidad de veces que, sencillamente mirando el infinito, me acuerdo de alguna cosa, algún detalle, una imagen, una sensación, un intercambio de palabras y de nuevo a sentir todo ese odio iracundo y eterno. Llega a niveles casi enfermizos. A veces, acordarme me deja mal y cansada y triste. No es que ande buscando acordarme. Paso una buena parte del tiempo sin pensar en él, pero mi inconciente me ataca cuando me pilla mirando el horizonte y no me deja jamás en paz.

Reconozco que estoy picada. Que creo que una parte no menor de la rabia que tengo se debe a que siento que me pasaron gato por liebre y que (quizás) en parte, yo misma lo permití. También sé que la bronca que tengo es porque me jugaron chueco una y otra vez y yo ahí, siempre ofreciendo la otra mejilla (¿tendrán idea mis padres de lo profundo que llegaron sus enseñanzas?). Y también sé que la furia es porque siento que él no lo pasó mal. Que él me mintió, me engañó, que hizo lo que quiso conmigo, que no fue capaz de darme más explicación que "lo hice porque podía", sin ni siquiera pedir disculpas y después anduvo pasándolo a todo chancho y que ahora me hierve la sangre de sólo pensar que es feliz con otra mina (que casualmente fue una de las perras con las que me gorreó).

Incluso mientras escribo todo esto, en un ejercicio en vano por intentar dilucidar el meollo del asunto, siento cómo me voy enojando, cómo los nefastos recuerdos de casi 3 años de relación inundan mi mente en flashes macabros y como las lágrimas quieren escaparse a toda costa.

Y pienso que la vida es injusta. Que mi sufrimiento fue en vano, que mis lágrimas se derramaron porque sí y que todo lo que hice y aguanté y soporté jamás fue tomado en cuenta por él. Y es como un círculo vicioso del que no puedo salir...

Pero lo tengo asumido. De alguna manera sé que jamás podré hacer las paces con esa parte de mi historia. Que siempre tendré más preguntas que respuestas, que ninguna explicación será suficiente y que pase lo que pase, jamás podré olvidar todo lo que pasó. Ni hablar de perdonar.

Tristemente,

La Rabiosa

sábado, 21 de marzo de 2009

¡Por fin!

Una vez dije que había cometido un error al decirle a Froilán que su amistad era muy importante para mí. En realidad, el único error fue no decirle más cosas.

Hace unos meses logré entender mis sentimientos hacia él. Durante harto tiempo pasé borrándolo y agregándolo a mi MSN, me agradaba hablar con él pero me dolía que no sintiera lo mismo, que no demostrara interés en mí como amiga o persona (para qué hablar de algo más).

Finalmente, la conclusión llegó: lo quiero. Con minúsculas y sin fuegos artificiales. Aunque me haya dejado con urticaria a las ex y a los solteros recientes hasta el fin de mis días. Acepto sus virtudes y también sus defectos aún si él no acepta los míos, me gusta estar con él y me da igual si le intereso o no. Basta con que a mí me interese. Y no, no lo imagino como pareja ni como un mejor amigo.

Después de eso, mi actitud hacia él ha mejorado.

Un día viernes, le hablé por MSN y le mencioné que andaba triste por un tema -problemas del corazón pero, como no quiero que me haga la misma después, no entré en detalles-. Para sacarme información y hacer que me abriera emocionalmente, empezó a hablarme de su ex-ex, la que estuvo siempre presente entre nosotros. Afortunadamente, no me dolió volver a leer sobre ella y, más aún, incluso le di algunas ideas y consejos (porque parece que ella no tuvo tanta suerte como yo para superar la relación).

Ahí aproveché de mencionarle su anterior obsesión por la ex-ex y, sin pena ni rabia, le ennumeré todas las cosas innecesarias que me contó de ella y las actitudes que demostraron mi segundo lugar. De muchas no se acordaba y le creo, porque no es mal tipo.

Lo lindo es que admitió sus errores y me comentó que fui importante para él, porque le entregué apoyo y cariño en un momento difícil de su vida. Yo, que juraba haber sido egoísta.

Así que ahora soy libre, por fin: no le guardo rencor, no me importa su ex-ex, no me duele haber sido la relación de transición porque ahora tengo la certeza de haber hecho un excelente trabajo, sé que fui importante y que, si cometí algún error... ¡no fueron tantos como los que cometió él!

Moraleja: Ten claro lo que sientes por tu ex y admítelo, sea lo que sea. Una vez que te sinceras contigo mismo/a, te cuesta menos vivir con su recuerdo.

MilDiez

martes, 17 de marzo de 2009

El regreso de los muertos vivientes, versión xx

Después del suyo habían pasado varios cuerpos, algunos mejores que otros. Yo ni siquiera guardaba cartas, fotografías, lo había enterrado cual N.N. y no esperaba volver a verlo, al menos en esta vida.


Una sabionda amiga mía me dijo una vez que el Innombrable regresaría, pero que lejos de ser un alivio para mí se convertiría en una molestia, porque después de tanto tiempo ya no sabría qué hacer con él. Creo que mi amiga era pitonisa o simplemente más vieja que la incertidumbre, porque el chico aquel volvió cuando menos me lo esperaba, diciéndome todas las cosas que esperé ansiosamente cuando estábamos juntos.

El Innombrable tuvo un regreso como de película hollywoodense, porque justo cuando estaba a punto de dar el sí ante el altar se acordó que siglos atrás tuvo una "amiguita" (así me decía) con la que se desbandó entero y quiso saber qué era de ella. Yo acababa de descubrir, tras década y media de sangrientas luchas en el battlefield, lo que significaba tener una relación sana, libre de angustias. De modo que se me aparece este ser, que me dejó en un triste camino hacia la depresión más fulminante, y de buenas a primeras me dice: "cómo estás, ¿sabes que te echo de menos?".

Fue pesadillezco, quizás la primera vez en la vida que no supe qué decir. Este no era el ex con el cual todavía tenía issues, era un difunto ser de la vida anterior que cobraba vida cual zombie y encima tenía plantado sobre la cabeza el velo de novia (Siempre pensé que era un poco mina el pobre). Así , con vestido de novia - tal como me lo imaginaba cuando me contaron que se casaba- me pedía perdón por los maltratos, la miopía, el abandono, y luego proclamaba su renovado amor, que no sé de dónde salió porque yo me lo recordaba ennoviado de lo más feliz con su ex pololita virgen del liceo.

"Te lo encontrarás, él te buscará, te dirá todo lo que quieres que te diga ahora pero tú no sentirás nada, nada de nada", me dijo mi sabia amiga hace varios años un día que yo estaba tirada en cama, con accesos de llanto insospechados para la época post adolescente. Mi amiga la Margie no me estaba dando consejos, me estaba contando lo que iba pasar y ni siquiera alcanzaba para consuelo, sus palabras se parecían más bien a una maldición.

Ella tuvo razón en todo menos en una cosa: sí me dio algo, una rabia descontrolada que jamás había alcanzado a sentir por el Innombrable, unas ganas de vengarme ahí mismo con cualquier jugarreta ridícula. Me encontré a mí misma preguntándome cómo es que con todas las cosas que tengo por hacer me di el tiempo para ver a este gusano, que ahora jura amor eterno, proclama que antes tuvo miedo, justo cuando dentro de pocas semanas va a casarse. ¿Y su novia qué? , me pregunté yo, pensando en que por solidaridad femenina debería agarrar a hachazos a este mal ejemplar de hombre.

No sé por qué guardé la compostura, pensé en el dulce hombre que me esperaba en casa con una copa de vino tinto, me dije que tenía que volver a LO NORMAL, dejar lo insano de una vez por todas, y sobretodo, dejar a este triste zombie con sus miserias.

"No te cases", dije como único consejo. "Eres un peligro público".

Me sequé las lágrimas antes de salir del bar (cual heroína de teleserie mexicana), me fumé un cigarro camino al metro y poco después supe que se había casado igual.



Deeply Disturbed Girl

domingo, 15 de marzo de 2009

Aprendizaje tardío

Los seres humanos aprendemos distintas lecciones, en distintos momentos de nuestras vidas, unos antes y otros después, pero cada uno, sin duda, a su propio tiempo. En términos de relaciones esto también es válido. A algunas nos toca aprender antes o después que a otras ciertas cosas que vistas desde lejos parecen evidentes y simples, pero que cuando estás involucrada pierden esa nitidez que les da la distancia.

Hay cosas que, simplemente, nadie te puede enseñar. Por más que valores sus consejos y sus experiencias, por más que intentes seguir o alejarte de sus ejemplos, hay cosas que tienes que aprender por ti misma. O yo, por lo menos, soy de las que aprende de sus golpes y caídas (por eso me caigo tan seguido, para aprender más, obvio :P ), lo que la propia experiencia me va dejando, y aunque siempre escucho lo que me dicen y recomiendan, me cuesta integrarlo a mi vida si yo siento algo distinto. Tengo que experimentarlo por mi misma.

Cuando iba al colegio, la mayoría de las chicas que me rodeaban y algunas amigas parecieron comenzar a forjarse esa experiencia desde los 15, 16 años, con sus primeras parejas. Yo, bastante mas retraída y desadaptada que las otras niñas, no tuve mi primer “intento” de relación sino hasta cerca de cumplir 18, y ni siquiera calificó como una relación como tal, más bien fue una “amistad con ventaja”, sin reglas claras, entre dos amigos que de pronto descubrieron una nueva dimensión a su amistad.

En ese tiempo yo no sabía lo fácil que era involucrarse más de la cuenta en algo que teóricamente no es serio (especialmente cuando eres adolescente y las emociones te gobiernan con mucha mayor facilidad de lo que lo harán después en tu vida mas adulta, aunque algunas sencillamente no cambiamos mucho), y darle una idea errónea al otro sino expresas tus deseos y tus sentimientos con claridad. No sabía que debía establecer ciertas reglas para hacerme respetar, aunque en realidad lo que no sabía era que tenía el derecho a hacerme respetar, a decir “esto no es suficiente para mí”, a pedir más, y si no me lo daban, marcharme. Estaba desesperada por algo de afecto, y dispuesta a conformarme con lo que me dieran, sin comprender que si me conformaba con algo que no era lo que yo realmente quería, solo terminaría más dañada.

Today I know better. Aún hay mucho que no sé, pero todas mis caídas me han enseñado algo. Quizás pude haber sido mucho más inteligente y haber aprendido de otras experiencias, de voces más sabias que intentaron aconsejarme, o de quienes cometieron errores similares antes que yo.

¿Saben lo que dicen de las mujeres a quienes sus parejas las tratan mal? Que es en parte culpa de ellas por permitirlo. Y es cierto. Si bien nada justifica el maltrato, les aseguro que dando las pautas correctas y sabiendo cuándo alejarse a su debido tiempo, cualquiera puede evitarlo. Después de mi intento fallido de relación en la adolescencia, tuve varias relaciones de verdad, con mayor compromiso, y otras más pasajeras, para pasar el rato. En algunas me dejé manipular, en otras me dejé maltratar, en otra permití que me dieran por sentada y descuidaran la relación. Permití que me pasaran a llevar. Di más oportunidades de las que debí haber dado. Y no solo permití cosas, evidentemente tambien me permitieron más de la cuenta. Y ahora que por fin estoy bien, bien como siempre me merecí estar, comprendo qué es lo que debí haber exigido desde un principio, y cómo me debí haber comportado si realmente lo quería.

Pero quizas no lo quería. No realmente. Decía quererlo, pero por algún tiempo también fui medio adicta al sufrimiento. ¿Por qué? ¿Candy Candy, Remi, Marco, la muerte de la mamá de Bambi o cuando separan a Dumbo de su madre calaron tan hondo a toda una generación de mujeres? Porque me consta que no soy la única. También he visto a amigas y no-tan-amigas perpetuar malas relaciones por mucho más tiempo del que deberían. Quizás cuando no has sido precisamente la chica linda que ha tenido todo (aunque las apariencias engañan y dicen que hasta ésas tienen problemas) también te cuesta aprender cuánto realmente vales, y qué es lo que realmente mereces. Y aun cuando crees darte cuenta, te cuesta tomar los pasos necesarios para conseguirlo.

Al menos yo creo que ya lo aprendí. Y nadie me hará olvidarlo. Espero que ustedes también lo hayan hecho, y si no lo han hecho, estén camino a aprenderlo. Aunque sea un camino con bastantes tropiezos.

Faye

jueves, 12 de marzo de 2009

Mundo de ex-traños

Hace un par de días tuve una conversación reveladora a la hora del cafecito de rigor en la oficina, y hace referencia al tema que quisiera tocar hoy acá (sólo por si no se dieron cuenta).

Podría decirse que cuando das o te dan la patada en una relación, sabes más o menos lo que te espera en un corto plazo, al menos en mi caso suele ser: pensar mucho en las mil y una formas en que se pudo salvar tu relación, los cambios en tu rutina para evitar todo lo que te pueda recordar a 'esa' persona, llanto, y luego la convicción de que la libertad es algo maravilloso... y entonces, cuando resucitas y empiezas a sentirte mejor, vas a buscar a tus amigos para contarles 'la buena nueva'.

Lo que no te esperas es exactamente lo que viene después, cuando llegas a encontrarte con la ensalada en que se convirtió tu mapa de amistades durante los últimos días.

De pronto, te topas con gente que de la noche a la mañana dejó de saludarte, te evita y ya no se levanta a media cuadra cuando te ve llegar sólo para decirte "Gaia! qué rico verte!" - válido también para "me encanta tu ropa/zapatos/etc", "Qué buena onda/tierna/linda eres" -, y que incluso personas con las que lograste cierta cercanía no saben qué hacer cuando se pillan contigo en el Metro.

Y es que todas esas amistades satélites que existían en torno a tu relación parecieran haberse esfumado por arte de magia, no importando si conocías a Fulano y Mengana hace años, hubieras compartido vacaciones, peleas y hasta un riñón con ellos. Desde el minuto en que terminaste con tu nuevo ex, dejaste de existir en sus sistemas... y seguramente si volvieras con él, Fulano y Mengana se harían los locos y "Querida, tan divina como siempre..." otra vez.

Según mi compañera de oficina, lo que pasa es que uno siempre trata de mantener la buena onda con las parejas de tus amigos, sólo por si acaso, porque si te agarran mala te pueden hacer la vida imposible y terminar quitándote a tus amigos. Entonces cuando terminan, todo vuelve a foja cero, y como no sé si terminaron bien o mal, no sé si el/la ex me odia... es mejor guardar las distancias y si te he visto no me acuerdo...

Bastante entendible, creo, pero la primera vez que me pasó me dio asco por todo aquello de no arriesgar nada por conocer a alguien nuevo, no importando cómo llegue a tu vida. Tengo excelentes opiniones de muchos amigos de mis exs, y con agunos de ellos hasta mantengo el contacto porque descubrí que simplemente saben separar aguas y no se hacen atados de más. Claro, son de los pocos. Pero hace poco empecé a preguntarme si valía la pena 'conocer a los amigos de mi pareja', tomando en cuenta que muchos de ellos no podrán sacarse el filtro de "es la novia de" para conocerme mejor.

Y he llorado por eso tanto como por una ruptura, aunque dicen que lo que hace sufrir no es el amor, sino las expectativas.

Sería una interesante teoría sino fuera porque yo siempre voy esperando lo mejor de la gente.




Liss

lunes, 9 de marzo de 2009

Por culpa de Disney

Estimadas y estimados, hoy dejamos con ustedes el aporte de Alma, para que disfruten y comenten. Recuerden que sus colaboraciones son más que bienvenidas en soy.la.ex@gmail.com


Había una vez una chica, (y no empiezo así precisamente por que esto sea un cuento de hadas) que encontró a su verdadero amor, y fue feliz compartiendo con él los mejores momentos y las más lindas cosas de la vida... ¡ay! ¡ay! EL PRIMER AMOR.


Resulta que el tiempo, enemigo a muerte del amor, se encargó de desgastar todo lo que se había fortalecido entre los dos... fue así que la chica y su amor al cabo de varios años de estar juntos, decidieron separarse. Los dos detestaban los puntos medios y prefirieron cortar por lo sano, quedando en buenos términos.


Para bien o para mal, ustedes sabrán juzgarlo según su parecer, ellos nunca perdieron contacto, nunca hubo una última vez. Hubo muchos intentos de despedidas pero nada logró romper esa profunda unión, que los hacía verse de tanto en tanto, amarse de tanto en tanto...


Eso hizo que ambos por mucho tiempo no pudieran entablar una relación con alguien más, hasta que ese momento llegó...y sí, mujeres, esa chica es quien les escribe.


Como es de imaginarse, fue él quien lo hizo. Empezó un amorío con una chica, y en ese momento mi corazón se partió literalmente en mil pedazos... porque aunque no había promesas entre nosotros, existían esos buenos momentos que aún nos unían. Y ahora aparecía ella en la escena, en mi escena, haciéndome perder protagonismo, obviamente. Logré superar verla con él, sin morirme de dolor.


Juré -juramos los dos- nunca más vernos. El se decidía a empezar algo y yo por mi lado debía hacer lo mismo, no era bueno para ninguno de los dos...


Y así es que si se trata de cuestiones de amor, me saco el sombrero y lo felicito por poder pensar y sentir de esa manera, me enseñó, va, con el aprendí que no eran de verdad los amores para toda la vida en los que yo creía, y con los que siempre soñé, con los que siempre soñamos.


Pero el amor, la vida, el destino o qué se yo, tienen sus vueltas y al cabo de un mes y días, llegó el contacto... ese mensaje que inconscientemente deseaba que dijera:

-"QUIERO VERTE!!".


Y sí, mujeres, a veces el cuerpo es débil, y nos vimos... y fui lo que una chica nunca aspiraría ser en su vida: “la pata de lana”. Empezaron las confesiones (de él, obvio). "No sé si la quiero, nadie se va a comparar con vos, ni va a poder superarte... ni siquiera puedo entablar un tema de conversación, me miente y creo que me engaña...".

LO ULTIMO QUE ME FALTABA: YO DE HOMBRO PARA LLORAR...

Lo peor de todo era que él no me estaba usando, me necesitaba de verdad, y bueno, yo no podía fallarle.


La investigué (por decirlo de alguna manera), le seguí el rastro hasta que di con lo que necesitaba: las pruebas del engaño y no puedo explicarles el odio tremendo que sentí hacia esta mina que lo estaba haciendo sufrir. Se pelearon. Si fui el motivo no me lo dijo expresamente pero me lo dio a entender, así que no sólo fue el engaño.

En estas idas y vueltas...¿donde quedó el amor? el mío al menos siempre quedó intacto, pero cuál es el punto de quiebre entre el enamoramiento y la obsesión, no lo sé. El punto de ruptura entre "te amo" y "te amo hasta la locura".


No soy una ex resentida. Sí se puede decir soy una ex que no quiere perder papel principal por ser la mejor.

Hasta el día de hoy pienso en ella, a veces veo sus cosas en Internet, fue mi competencia, es loco porque yo soy la ex y ella también, pero no quiero que ella me quite el protagonismo.


El esta conmigo ahora... NO SE ALEGREN, no es mi novio pero, al fin y al cabo, sin legalidad está conmigo, me eligió una vez más y yo también lo elijo pero... siempre hay un pero.


Si se sigue tratando de cuestiones de amor, hoy creo que puedo confirmar lo que ya sentía, hoy lo expreso claramente: quisiera creer en amores de novelas, pero la realidad no es así, y puedo decir que creo EN AMORES (por ahora) PARA SIEMPRE.


Seria algo así como por ahora te amo para siempre, si después me canso o se me cura (por que el amor es un mal a veces) se acabó el amor para siempre pero fue lindo mientras duró.




Alma

 
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