viernes, 26 de diciembre de 2008

Tempus fugit

Esta entrada es un poco atípica de acuerdo al tema que nos convoca a quienes escribimos aquí, pero como estamos en Navidad, supongo que podemos sacarnos un rato la bronca y pensar un poco más positivamente. Entonces, esta vez no hablaremos de alguno de mis demoníacos Ex's, sino más bien de las dudas que se presentan a lo largo de una relación y que tiene que ver con algo sumamente delicado y subjetivo: el tiempo.

Para nadie es novedad que el tiempo es relativo. Cuando uno está esperando a alguien, a "ese" alguien, cinco minutos son una eternidad y dan pie a un millón de reflexiones sin sentido. Al contrario, cuando estamos con ese alguien, las noches se nos hacen cortas y siempre quedamos pidiendo un poco más... De tiempo (qué más vamos a pedir, mal pensadas, ¡¡¡jajaja!!!). Por otra parte, cada persona tiene sus tiempos. Lo que para una persona puede tomar meses, para otra es cuestión de segundos. esto me acerca al meollo de esta entrada: ¿cuándo uno sabe que las mariposas en la guata son el preámbulo de algo más serio o son sólo eso, bichos molestando un rato cortito? O una vez que las mariposas en el estómago se vuelven constantes, ¿cuánto tiempo debe pasar para dar el próximo paso? Entiéndase próximo paso como ponerse a pololear, comprometerse, casarse, divorciarse, etc.

Una amiga me contaba hace unos días atrás que el chico con que estaba saliendo aún no quería enseriar todo el asunto. No por un tema de compromiso, sino porque en su opinión todo tenía su tiempo y quería que las cosas se fueran dando así como de manera natural: conocerse, gustarse, enamorarse, pololear. Lo raro del asunto es que lo único que en realidad falta en su relación es ponerle la etiqueta de pololeo, porque todo el resto ya está. Pero en fin, el tema es que él mencionó algunas cosas claves: tiempos y procesos.

¿Cuál es el tiempo correcto para poder enseriar una relación? Más aún, ¿existe efectivamente un tiempo correcto para ponerle ciertos nombres o etiquetas a una relación de pareja? Obviamente todo el mundo tiene su propio reloj interno que le indica cuándo, pero ¿qué pasa cuando ese reloj no conguja con los demás o el de tu pareja?

Porque si es complicado hacer el rayado de cancha al principio de la relación, ¿qué pasa cuando los sentimientos se intensifican y se profundizan? Cuando de repente te das cuenta que la persona que tienes a tu lado es la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida, ¿cómo explicas que eso ocurra un par de meses después de conocerse? Yo nunca he creído en esos pololeos de mil años que terminan en el altar (y que terminan todo un par de meses después), pero tampoco me provocan mucha confianza esos amores fugaces de "Te vi, me enamoré y casémonos 3 meses después". Si se supone hay un tiempo y un lugar para todo, ¿por qué las cosas no son más evidentes?

Volviendo un poco a lo de mi amiga, me llamó la atención cuando me decía que claro, había que esperar a que se enamoraran y de ahí construir algo más concreto. Pero cómo, me pregunté, ¿estás saliendo con alguien por un par de meses ya y aún no están enamorados? Puede ser la pésima influencia de las películas románticas, de las novelas rosa, pero ¿no se supone que el enamoramiento es lo automático y es el amor el que se demora en llegar? El enamoramiento es el clic, es la química, las mariposas en el estómago y la ropa interior de encaje sólo por si acaso. El enamoramiento llega de sopresa y es el amor el que toma tiempo.

Y una vez que el amor ya ha llegado, ¿cómo saber que hay etapas que se han quemado y es hora de tomar una nueva y más arriesgada dirección? ¿Es solamente cuestión de sentarse y esperar que el tiempo pase? ¿O se toma la iniciativa, sin importar el lugar o, peor, el tiempo?

El tiempo pasa y su huella es evidente. Pero las decisiones que acompañan al paso del tiempo, no.

Atte.,

La Rabiosa Dudosa

viernes, 19 de diciembre de 2008

"Yo te avisé"

Lucas me dijo, cuando empezamos a pololear, que no me engañaría con otra. "Prefiero terminar contigo antes que ponerte el gorro", sentenció.

Semanas después, me habló de una mina que le estaban presentando: rica, inteligente, música y que mostraba interés en él, pero no le armé escándalo. Para qué, si confiaba en él.

A los dos meses y medio, me dejaba por "incompatibilidad de caracteres".
Lloré mucho. Menos mal que tenía vacaciones, por lo que pude viajar y despejarme.

Pasó poco más de un mes y me llamó para saber cómo estaba. No sé cómo salió el tema, pero me dijo que estaba pololeando. Con la mina que le habían presentado la otra vez.

- Ah, mira tú. ¿Cuánto llevan?
- Un mes.

Saqué cuentas...

- Aaahh.

Ya me daba lo mismo para ese entonces. Debe haber sido por la advertencia inicial. Sabía que no me engañaría, así que me dejé estar. Y cuando supe que estaba con otra, entendí que había sido una profecía autocumplida.

Supongo que por eso pude recibir la noticia sin inmutarme demasiado.

La cosa es cuando te lo dicen y te enganchas. Pueden salir con que "yo te avisé" y quedar tan tranquilos con su conciencia, mientras tú sufres por ellos.

Tampoco se trata de dejarse estar y pensar como lo hice yo, porque no tiene mucho sentido.

Quizás vuelvan después, quizás no, pero ya sabes que pueden tener su excusa bajo la manga y que si dicen "no te agarres de mí, porque blablabla", es así. No lo vas a cambiar. Punto. Así que házle caso, disfrútalo mientras dure y listo. Si ves que una botella dice por todos lados que es desechable, ¿te vas a sentir mal por botarla? (ojo, no estoy generalizando, así que no me crean una desalmada).




Otra cosa: mucho ojo si de pronto tu mino empieza a olvidar que el sábado iban a verse, o te invita a ver un DVD y cuando llegas te sale con que "olvidó que el reproductor de DVD está malo", o no tiene nada de tiempo para verte ni propone una fecha en que sí pueda. Esos, generalmente, son los preliminares de un sobre azul como el cielo.

Si te interesa, investiga bien si es porque se le acabó el amor o anda muy estresado por otras cosas. Si no tienes ganas de vivir una telenovela, cambia de actor.

Puedes hacerles las cosas fáciles, salir contenta y patearlos. O estirar el chicle hasta que no puedan soportarlo más, dejarlos con la (ligera) sensación de que se portaron como unos malditos al dejarte y salir más herida que gallo de pelea.

Como sea, por culpa mía no puedes decir que nadie te avisó. Pero igual puedes crear una estrategia ;)


Mil Diez

martes, 9 de diciembre de 2008

Solidaridad Femenina

Hay una escena en “Jerry Maguire” (película por lo demás increíblemente sobrevalorada, como todas las de Cameron Crowe) que creo describe a la perfección la solidaridad femenina.

Está un grupo de mujeres (mujeres, no minas, porque todas tenían cara o de que se les había pasado el tren o que se tuvieron que bajar a la fuerza) reunidas en la casa del personaje de Renee Zelweger. Están todas quejándose a horrores de los hombres. Que son hediondos, que son insensibles, que siempre dejan arriba la tapa del water. Y así hasta el infinito hasta que entra en escena Tom Cruise.

Y a todas se les olvida de pronto las calamidades del género masculino y muy poco discretamente se empiezan a asomar escotes, piernas, sonrisas y cuanta invitación no verbal “Tómame y hazme el amor aquí y ahora”.

Para mí esa es la descripción perfecta de la solidaridad femenina: contigo, pan y cebolla… Hasta que aparezca un pico (perdón el vocabulario) de por medio, porque ahí cada cual se las arregla como puede.

Claramente existe la amiga fiel, la que apaña en las buenas y en las malas. La que celebra que hayas encontrado al fin un pinche y la que te espera con la botella en la mano porque el huevón de turno se mandó a cambiar con otra. La que te dice que estás gorda y deberías cerrar la boca y la que se preocupa cuando estás demasiado delgada. Su existencia es a las mujeres algo tan sagrado que muchos hombres temen, de verdad, a la mejor amiga. Pero la mejor amiga es singular, no plural. Y la solidaridad femenina no se resume al tácito pacto de fidelidad entre amigas, sino que se aplica al género entero.

Debo reconocer que mi opinión es un poco negativa y totalmente determinada por todas las amigas que tuve en la adolescencia que me juraron de guata “Ay, si en serio que no me gusta” y a la semana siguiente se andaban besuqueando con el chico que me gustaba. Pero también es algo que he podido observar repetirse en todas partes donde me ha tocado desenvolverme socialmente.

Los hombres cuando se juntan se tiran chanchos, ven fútbol, juegan Play y se ríen de la víctima de turno. Lo sé, porque en los últimos años he pasado rodeada de hombres y he terminado siendo parte clan (¿alguien dijo “My Boys”?). Y cuando uno de los machos lo está pasando mal, a no ser que la mina en cuestión haya sido muy perra hay un código implícito para resolver estas situaciones: aguantar, callar y beber cerveza. Pero nunca, jamás, descuerar a la mina en cuestión e irse en la mala.

En cambio las mujeres, una no alcanza a decir que ha terminado y ya están encima descuerando al rey muerto. Que era feo, que tenía mal aliento, que “igual siempre me miraba como buscando algo más” y, la clásica, “la tenía chica” (eso de que el tamaño no importa es mentira). ¿Qué tipo de solidaridad es esa?

Claro, pueden alegar y decir “es que una amiga no te diría eso”, pero recuerden que no estamos hablando de la amigui de la vida, sino del género en general, valga la redundancia.

¿O acaso nunca se han dado cuenta que es cuestión de minutos antes de que minas que jamás se han visto en la vida sean capaces de dar rienda suelta a los comentarios más ponzoñosos y malignos sobre X, Y o Z?

Por eso, a mí cuando me hablan de solidaridad femenina y Girl Power y toda esa patraña, prefiero mirar al cielo y hacerme la huevona (que igual no me cuesta).

Nada menos confiable y solidario y más peligroso que un grupo de minas con tiempo para ponerte atención.

La Rabiosa

lunes, 17 de noviembre de 2008

A LO MELROSE PLACE

Y en el capítulo de hoy....

Tengo una amiga, y esta amiga tiene un problema. Resulta que cual gallina descerebrada ha cagado donde come y no sabe bien como resolverlo. Es super complicado sacar una relación de un lugar que es totalmente extraño a tu círculo. Sacarlo de un espacio no contaminado sería buena idea pero una que es normalita y tiene una cúpula social reducida siempre encuentra pololos en la universidad, la pega o en las clases extra que estás tomando: natación, gym, un seminario, el bar de Moe, los talleres de cerámica (sólo para las hardcore), etc.

Mi amiga, pongámosle Anastasia a este ser, no puede contar mucho las circunstancias que llevaron a su estado actual - digamos que para proteger identidades -, pero le pasa que tiene al ex metido en la oficina y también a la ex de su actual novio. Esta última detesta a Anastasia con odio parido y le desea los mil males del infierno, de modo que ha contado la historia de la pobre mujer abandonada y de la dirty mistress que le quitó al pololo. La ha contado tan bien que las demás mujeres de la oficina han hecho acto de solidaridad, unidas ante el horror de estar casi todas solteras y amenazadas por la imagen de esta mala hierba que se dedica a robar parejas.

Resultado: mi amiga circula entre la fría amabilidad del resto, aislada de todo contacto social, sin recibir invitaciones a despedidas o bienvenidas, y trabaja sintiendo el aliento de la mala onda encima suyo, todo el rato. Además, ruega que su jefa nunca pierda la compostura de lo profesional y termine perjudicándola por un caso de celos y de amoríos mal correspondidos.

Lo gracioso es que el ex de Anastasia, que también trabaja en el mismo lugar, se desenvuelve con mayor naturalidad. Por supuesto que todavía la odia un poco, y como no? si la historia fue de tormentos fieros y acabó como el estallido del big-bang, pero existe algo distinto en el desprecio masculino, que no busca apoyo solidario en otros hombres, que intenta vivir con lo que tiene y aunque claramente no olvida, al menos la deja a una transcurrir en paz. Y es que una puede decir muchas cosas del sexo opuesto pero aunque nos duela, la verdad es que los hombres terminan perdonándose todo entre ellos, mientras que las mujeres viven ensimismadas en sus propias guerras, sacándose los ojos. ¿Eso al final no será una cualidad? ¿el poder simplificarlo todo, arreglarlo con una cerveza, sin pensar demasiado?

Es cierto, una no debe cagar donde come, pero cómo no hacerlo? cómo no implicar a tu círculo social o laboral? cómo haces para que después del affaire nadie tome partidos? Lo que más le dolió a Anastasia es que una amiga suya tomó partido por el bando contrario, así sin más, porque era lo que más le convenía, y entonces ya no hubo nada que decir.

Moraleja:

Frente a la mala onda, hágase la de la vista gorda.
Deeply Disturbed Girl

jueves, 13 de noviembre de 2008

¡Déjame tomar en paz!

La gente cuando anda empiernada cambia y es una verdad que no tiene nada de nuevo. Lo que sí llama la atención es cuánto cambia la gente. O cuánto exige el otro que cambies tú.

Me gusta salir y me gusta tomar. Soy amiga de mis amigos y cuando hay que armar un carrete todos me miran a mí para organizarlo.

Varias de mis amigas son iguales (aunque ninguna tiene una sed como la mía) y los diferentes amigos que he tenido siempre han sido buenos pa’l hueveo. Y ahora que ha pasado harto copete por mi garganta, es algo que no estoy dispuesta a transar.

A Andrés lo conocí en la Universidad, carreteando. Los carretes llevaron a las conversaciones lo que llevó a lo obvio y al poco tiempo comenzamos a pololear. Hasta ahí, todo bien. Disminuimos un poco las salidas en patota para poder pasar más tiempo juntos, lo que me pareció normal.

Pero de manera casi imperceptible comencé a pasar más y más tiempo con Andrés, hasta que se convirtió en mi único mundo. Dejé de ver a mis amigos y de ir a la U. Las salidas a carretear eran cada vez más esporádicas y con el pasar de los meses cada vez terminaban peor.

Si salíamos juntos, en el mismo momento en que mis manos se posaban en un vaso, Andrés levantaba una ceja y dejaba de interactuar con los demás, para quedarse solo en un rincón fumando, mientras yo era el centro de atención.

Como cada vez veía y salía menos con mis amigos, intentaba aprovecharlo al máximo, intentando mantener el equilibrio entre los ronaldos y las copuchas. Andrés cada vez con peor cara. Cuando yo llegaba a la tercera o cuarta copa, Andrés rumiaba un “Me voy” y se iba.

La primera vez quedé media pa’ dentro. Pensé que era una broma y cuando pasaron los minutos y no había rastro de Andrés, salí a buscarlo. Lo encontré a unos metros del local donde estábamos.

¿Por qué te fuiste?”, pregunté extrañada. “Me carga que tomes y como te pones cuando tomas. Si quieres te puedes quedar, pero yo me voy”. Tiró su pucho al piso y comenzó a caminar.

Error 1: Haber salido a buscarlo. Si no hubiese salido, el pastel se hubiese visto obligado a irse solo (era y es demasiado orgulloso) y yo hubiese seguido pasándolo bien con mis amigos.

Error 2: Haber salido demostró cuán manipulable soy. Una ceja levantada y un bufido enojado bastaban para que Andrés lograra que yo hiciera lo que él quería.

Recuerdo haber querido preguntarle (gritarle) cómo cresta podía decir que no le gustaba que tomara si me conoció media ebria carreteando en la Universidad y con o sin copete (y con y sin él) siempre sido igual de centro de mesa. Que cómo no se daba cuenta que había abandonado a las personas más increíbles de mi vida (increíbles porque aún así siguieron siendo amigos míos) solo por estar con él.

Pero la cosa no acabó ahí. Pensé que como el drama era que él me viera tomar, comencé a salir sola, con gente que él no conocía (para incluso ahorrarle las molestias de los comentarios de lo que había hecho-dicho-tomado). ¡Craso error!

No contento con armarme show antes de salir, comenzaba a llamarme cada veinte minutos para saber cómo estaba, con quién estaba y dónde estaba. Y seguía así hasta que yo llegaba a mi casa, hecha una furia con él por ser tan paco y no dejar que disfrutara mi carrete y hecha una furia conmigo por ser tan imbécil como para permitirle hacer todo eso.

La historia no duró mucho tiempo más así. Al final por insoportable se llevó la rotunda PLR y no lo volví a ver más.

Moraleja

Una puede ceder en muchas cosas. Ser más paciente, amable, tierna. Aguantar los gritos desaforados cuando juega Chile y de vez en cuando la llamada ebria “te esssstraño, mi amorrrrrr”. Filo con todo eso. He descubierto que los hombres generalmente terminan cediendo más que las mujeres en pos de evitar peleas sin sentido (de las cuales las minas tienen la culpa el 90% de las veces).

Pero hay algo que uno no debería estar dispuesta a transar jamás: la honestidad con una misma y con su forma de ser.

En mi caso particular, me enseñó a incluso poner más pino a la parte más detestable de mi persona (lo centro de mesa y buena pal gritoneo y el copete), pero más bien para usarlo como un slogan encubierto: “Hey, así soy yo, lo tomas o lo dejas”.

Y hasta el día de hoy, cada vez que me tomo una cerveza, me acuerdo de Andrés y solamente sonrío. Por la cerveza. Por la libertad.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Las cosas que hacen feliz a La Ex

Por encargo de Verónica =)



- Soy feliz cuando despierto y compruebo que por fin dormí más de 8 horas.




- Soy feliz cuando logro golosear y chanchear sin culpas…




- Soy feliz cuando escucho música movida y bailo frente al espejo sin importarme nada más que seguir el ritmo =P



- Soy feliz cuando puedo darme el gusto de dedicarme un día a mi misma y regalonearme: hacerme la manicure, ir a la peluquería y que me peinen, darme un largo baño de tina con sales aromáticas. Mejor si luego puedo salir y sentirme bella gracias a todo lo anterior.



Slds!!!

jueves, 30 de octubre de 2008

Entre cuáticos no se entienden

Estimadas lectoras (y algunos lectores tambien). Hoy tenemeos el agrado de presentarles una colaboracion de una de nuestras lectores. Disfruten y comenten!


El otro día salí con un español. Habíamos sido ciber amigos por muchos años y tocó la casualidad que vino a Chile. Nos conocimos por medio de estas conversaciones bonachonas sobre el mundo, la paz, Dios y todas aquellas cosas.

Entonces, claro, yo tenía una súper impresión de este gallo, pero no lo quería para nada más que para conversar porque yo venía saliendo de otra tortuosa, muy tortuosa historia.
Quedamos en juntarnos y el mismísimo día me manda un mensaje, diciendo que no podría ir porque estaba con caña. La siguiente vez pasó lo mismo. Otra vez me dijo que no porque no quería enamorarse de ninguna mujer. Después que no, porque tenía miedo. Y yo, tonta mujer de orgullo herido, seguía insistiendo. Es que… ¿cómo no quería juntarse conmigo? ¿ah? Si soy tan bacán…

Finalmente, al enésimo intento quedamos en que él me iría a buscar a mi pega, porque yo ya no estaba dispuesta a esperarlo en ninguna parte. Increíblemente llegó con ese paso de estudiante lana que tienen algunos y fuimos por el café.

Con su eterna pedantería, me soltó que tenía poco tiempo, así que apenas me tragara el último sorbo de mi cortado se largaba. Picada, opté por tomar sorbos diminutos, hasta que se aburrió y me preguntó si salíamos a bailar.

"¿No te atreves?", me desafió. Eran las 8:15 pm de un martes y la invitación era para el momento mismo, porque me había advertido que su miedo lo haría correr hasta el infinito y más allá y quizás no nos volvíamos a ver.

Salimos y caminamos un buen rato hasta llegar a un sucucho de Suecia que recién se abría. Éramos los únicos clientes de la noche. Al rato me sacó a bailar.
Entre Madonna y Black Eyed Peas, empezó a insinuarse hasta terminar preguntando si me tincaba andar con él. "Noooooo, no quiero andar, no quiero nada que sea ni siquiera un poco serio", me salió del alma. "¿Y andar por el rato?", me preguntó con toda la frescura del viejo continente.

Lo pensé un buen rato. Tiendo a ser muy conservadora, pero mi orgullo pedía compensación. Así que bueno, qué más daba si las piñas coladas estaban ricas.
Al día siguiente, desperté con esa sensación de OMG, qué he hecho. Una amiga me llamó temprano para saber todos los detalles. No había mucho que contar, los besos no fueron la gran maravilla y tampoco me sentí más winner . Al contrario, hasta me sentía un poco culpable, pero después de cortar respiré tranquila.

Hasta que… me llegó un mail del susodicho explicándome básicamente que éramos unos pecadores porque nos dejábamos llevar por los bajos instintos y que debíamos pedirle perdón a Dios inmediatamente por ello. Además agregaba que no me quería ver ni en pintura porque seguro volvía a pasar (chaaaa!) y que se encerraría un par de días a meditar al respecto.
Nuevamente por orgullo, pero en mayor medida por esa preocupación de mamá gallina que tenemos las mujeres, traté de hablar con él para asegurarme de que no se le hubiese zafado un tornillo.

Me pidió perdón por el mail y me dijo que siguiéramos siendo sólo ciber amigos. Acepté y conversamos un par de veces más hasta que se me ocurrió preguntarle por qué no quería que nos viéramos. "Porque no aguanto las ganas de darte como caja", me soltó tajante.
Obviamente al día siguiente mandó otro mail culpógeno, pidiendo que mejor no fuéramos ni amigos.

La conclusión señores y señoritas es: Peor que que una mina cuática se agarre a un tipo, es que ese tipo sea más cuático que ella.

Buenas Noches.

Lala, la ingenua

sábado, 25 de octubre de 2008

Pasta o Tequila

Hace más de un año, pensaba seriamente en terminar con Rodrigo. El problema era que no encontraba la razón. Nuestros problemas de comunicación, las peleas y hasta la extraña relación que tenía con su ex, hibernaban apaciblemente, y no estábamos pasando por un período problemático en ese momento. Todo iba, en teoría, bien, pero yo tenía mis dudas. No lo suficientemente fuertes para terminar con él, pero lo bastante molestas como para no dejarme continuar tranquila en la relación.

Cuando se lo comenté a una amiga, para mi sorpresa, en vez de decirme cosas como "piénsalo bien", o "si tienes dudas es porque ya no lo quieres", me responde lo siguiente:


Ella: Pero termina con él, ¡si estar soltera es muy entretenido! Es como estar en un supermercado, llena de opciones…
Yo: Sí, lo sé, pero siento que estoy en ese supermercado, y a pesar de ver las opciones sigo eligiendo la apuesta segura, los tallarines, cuando sé que podría llevar el tequila…


Y se resumió a eso. Pasta o Tequila. La pasta sabes que es segura, nunca está de más, es bienvenida en toda casa y sabes que eventualmente (aunque sea cuando no se te ocurra nada más qué cocinar o tengas poco tiempo) la vas a usar. Quizás no es la comida ideal, pero es aceptable. Siempre está ahí, siempre es una opción. En cambio el tequila no. Es riesgoso. Sólo en ciertas ocasiones tenemos el coraje de beberlo, y quién sabe qué estragos causará. Qué haremos bajo su influencia, y qué resaca nos llegará al día siguiente.

Lo mismo podría decirse de ciertos hombres. Hay unos que siempre están ahí, son seguros, confiables. Quizás no son los más emocionantes ni entretenidos, pero no acarrean riesgos, sabes que no te fallarán. Mientras que otros… de ninguna manera puedes aguantarlos todos los días. Demasiado riesgo, demasiada inestabilidad. Sólo están bien en ciertas ocasiones especiales. Nunca sabes qué pasará alrededor de ellos, ni qué desastre dejarán después. Pero aunque sea por unas breves horas, ¡cómo disfrutas de su presencia! Producen el mismo placer que hacer algo prohibido, que sabes que está mal, y entre más lo sabes, más ganas te entran de hacerlo. Son deseables, pero insostenibles en el tiempo. Sabes que si los tuvieras todos los días o bien te agotaría ese ritmo de peligrosidad o bien te hartarían, como te harta el sabor de algo que te gustaba mucho pero que tuviste que comer (en este caso beber) todos los días y a todas horas hasta que te aburre.

Sé que hay muchas otras clases de hombres. Que hay maravillosos términos medios que son aquellos con quienes finalmente sostenemos relaciones duraderas, porque equilibran la estabilidad y la confiabilidad con la magia y la pasión. Pero dio la casualidad que en ese tiempo, mientras yo no me decidía a dejar los espaguetis, me reencontré con ese viejo tequila que tienes escondido en un rincón para que no te baje la tentación de abrirlo. Y resulta que no pude aguantarme las ganas y lo abrí…

continuará

Faye

domingo, 19 de octubre de 2008

El otro fantasma: La novia de mi ex

No sé por qué una tiene tanta obsesión con la otra. Seré por que derrepente pensamos que ella es lo que nos faltó a nosotras o porque creemos que está en un lugar que tú deberías estar ocupando. El caso es que a mí nunca me había pasado eso de querer saber quién era ella, necesitar enterarme de sus razones, sus supuestas virtudes. Es bonita? Más que yo? Posiblemente pero ese no era el caso, nunca lo es.

Ahora yo eso lo tengo claro: nunca importa que una o la otra sea más linda, más virtuosa, sonría más, lo comprenda más o whatever. Y aquí va la clave chicas: en estas cosas rudas del amor nada esta ganado, ese click o atracción entre las personas no es siempre el mismo y las razones por las cuales la gente se une varían infinidad de veces. Nada está dicho, ella podrá tener mil verrugas y tú las pechugas de Pamela Anderson y el palurdo podría escogerla a ella de todos modos, dejándote a ti con tus escotes face-melting y tus vestidos lindos, toda arreglada y alborotada en un rincón oscuro de la fiesta. O sea, que la otra sea linda en verdad no importaba, pero hace un tiempo yo no podía dejar de pensar en eso.

Y como ya casi no podía dormir, la angustia me comía la guata y el pecho me apretaba ,tenía que hacer algo más que pasármela frente al pc escribiendo mis tribulaciones. Así toda empijamada con pantalones de rayitas rosas y un tomate en la cabeza, intenté averiguar de qué trata esto de la chica mas bella del mundo, que él había escogido, que me rondaba el pasado aún, aquella con la que yo no podía competir. Pero por qué? por qué? por qué??

Para saber precisamente "por qué" fui casi corriendo hasta la esquina de su casa. Era una zona vecinal muy agradable asi que no había gente en la calle a esas horas de la madrugada, y como de pronto mi curiosidad, o mi angustia por buscar respuesta, fue más poderosa que ninguna otra cosa, me convertí en escaladora de árboles. Ahí la vi: sentada en el living leyendo una revista (encima soy muy ciega asi que jamas lograría averiguar qué leía exactamente). Comía papas fritas, tambien llevaba un tomate en la cabeza y tenía bonito perfil. Así sentada con cero arreglo se veía mejor que aquellas veces en fiestas donde usaba muchísimo maquillaje. Quise ser ella por un tiempo - el hecho de que su familia tuviera mucha plata y fuera una nena consentida tambiçen ayudaba a querer estar en su lugar - y pensé que en otro tiempo hasta habríamos podido ser amigas (Ja!). Y en esas divagaciones estaba cuando una rama se soltó y me fui literalmente a la cresta. Ya que estaba consciente de mi caso extremo, de que posiblemente terminaría en carabineros por stalker (patética stalker en todo caso), me aferré lo más posible a mi árbol para que mi descenso fuera piola, aprete los dientes para no gritar del susto y terminé toda raspada, de pies a cabeza. (Luego inventé que había sido un gato, que me caí de la bici, pero obvio, nadie me creyó mucho).

Después de la caída la angustia no se me pasó. Seguí cual enfermita pensando en lo mismo una y otra vez, hasta que terminé en el diván de un sicoanalista explicando por qué sentía que ella era mi otro yo, o viceversa. La angustia, esa vez, no se fue con la terapia ni con chupísticas olimpicas o salidas al cine, sino que desapareció por un rato cuando entró en la escena otro clavo. Quizás no desapareció sino que se movilizó a otro objeto de deseo, con la falsa sensación de que había arreglado las cosas, que estaba en paz.


Moraleja: Si vas a subir a un árbol a espiar a la mina de tu ex, ponte ropa acolchada. Si te pillan, simula esquinozofrenia temporal.

Isa, o deeply disturbed girl.

jueves, 16 de octubre de 2008

Juntas: dinamita

Nunca he entendido porqué los hombres se sienten atacados cuando dos (o más) de sus exs se conocen y, por casualidades de la vida, logran entablar amistad... para ellos eso es peor que un segundo ataque a las torres gemelas, el día del juicio final y las 7 plagas de Egipto juntos.

Al menos como yo lo veo, dos personas que estuvieron con la misma persona tienen muchas más cosas en común que "mira tú! yo también anduve con Juanito, notaste ese tick que tiene?.... ah sí!".

Pues a mí me pasó con Esteban y Francisca, que fueron pareja mucho antes que se me ocurriera siquiera pensar en estar con Esteban. Yo conocía levemente a Francisca, y de lejos me parecía una mujer simpática, de esas que conversan cosas interesantes y me sentí bastante identificada con ella porque hasta habíamos tenido experiencias similares en nuestras vidas, pero luego que ellos terminaron y yo empecé mi relación con Esteban, dejamos de conversar tan seguido y pasamos a simplemente sonreirnos amablemente cuando nos topábamos por ahí.

Una de las causas del alejamiento con la Fran fue que por ese entonces mi ex censuraba sutilmente mi amistad con ella, podíamos conversar de cualquier amiga y todo bien, pero cuando la mencionaba a ella él se quedaba callado hasta que yo me aburrriera de hablar sola, rellenando a veces con un 'supongo' o un simple 'anhá'.

Luego de meses, cuando terminé con Esteban, Francisca seguía siendo una cara amable y sonriente para mí así que decidí retomar los lazos y terminé descubriendo que, efectivamente éramos personas muy afines, de esas amigas que pareciera que las conoces de toda la vida, lo que claramente no le cayó para nada bien a Esteban.

No sé, quizás pensó que nos confabulábamos contra él (como si no tuviéramos nada más interesante que hacer con nuestras vidas) y que íbamos a ir a buscar una por una a sus futuras conquistas para asegurarnos de que no le resultara, la cosa es que cada vez que nos veía juntas se ponía pálido y un par de veces me dijo que 'dejara de webiar', sugiriendo que lo hacía todo por venganza... mal.

Un día, conversando con la Fran, llegamos a la conclusión que, al menos, Esteban tenía buen gusto para elegir mujeres y empezamos a bromear con que si no nos gustaran tanto los hombres haríamos una buena pareja lesbiana. Todo el mundo nos seguía el juego y hasta lo encontraban divertido, así que empezamos a hacer coreografías, jugando a que parecíamos hermanas un día, diciéndole a nuestras parejas ocasionales que sólo eran una fachada otro día. 'Tú le das lo carnal, pero yo le doy lo que tú no le puedes dar'.

Nunca lo hicimos de mala fe, pero para Esteban esa fue la gota que rebalsó el vaso, y las pocas veces que lo veía y le hablaba de 'mi Fran' me miraba con una mezcla de asco, odio y profundo temor que se repetía cuando nos miraba a lo lejos conversando un té. Un amigo llegó a bromear diciendo que la cara de Esteban cuando empezábamos a bailar o nos tomábamos de la mano, simplemente era algo 'priceless'.

Pero bueno, Esteban es ese tipo de hombres que juran que el mundo gira alrededor de sus pelotas, así que no me impresiona que hasta el día de hoy piense que todo es parte de un gran plan para destruirle la vida en cualquier minuto, lo cual es absolutamente absurdo. Si me preguntan a mí, él solito puede encargarse de ese trabajo, sin necesidad de la ayuda de nadie.



Liss.

sábado, 11 de octubre de 2008

Manual para tratar con Solteros Recientes

Seguramente te has topado con un soltero reciente, que todavía tiene la PLR marcada en los pantalones. ¡Alerta, son como las sirenas de la mitología griega! Pueden ser encantadores, sensibles y despertar tus deseos inconscientes de que (también) te pongan en un altar. Si tienes muy claras las cosas, ya tienes los tapones de cera en los oídos. Pero si no, sigue leyendo:

  1. De partida, una persona que siempre mete a un ex en una conversa -que no tiene nada que ver con ellos- carga un drama sin resolver. Ej.:

    - ¿Viste "Piratas del Caribe 3"? Es muy buena...
    - Sí, la vi con mi ex.

    Ojo, es bueno saber sobre el pasado de la pareja, pero eso debe hablarse en contadas ocasiones, bien determinadas. Y ojalá todo de una vez, para no joder mucho.

    Fuera de esas ocasiones, puedes optar por decirle claramente lo que piensas de su cochino fantasma del pasado, pero con diplomacia. A veces no se dan cuenta, se les sale. A todos se nos puede salir.

    Si no entiende por las buenas y sigue dando jugo, márcale la PLR en la otra nalga. No hay que tener anestesia, porque ellos no la tendrán contigo. Dirán que "nunca quisieron hacerte daño", pero el daño sin querer es tan dañino como el intencional.

  2. Los solteros recientes no necesitan una pareja, porque no están emocionalmente listos para entablar una relación estable. Primero, tienen mucha mierda que drenar. Necesitan una AMIGA que los escuche y les dé palmaditas en la espalda. Si es con ventaja, mejor.

    Van a llorar sus penas, o van a putear a su ex, la van a pelar o se quedarán callados, pero reventarán. No aman lo que tienen, extrañan lo que perdieron y les duele el orgullo. Quizás te admiren y te aprecien por haberlos aguantado, pero no es probable que te amen. No cuando tienen sólo un mes de recuperación.

    Puede que lo mejor que logres con ellos sea prepararlos para que puedan encontrar a otra persona. Serás su relación de transición en el peor de los casos. Esto es recomendable si posees una personalidad estilo Sor Teresa de Calcuta. Si no es así, huye.

  3. Es muy probable que se desquite contigo por cualquier nimiedad.

  4. Hay casos clínicos que te cuentan TODO sobre su ex. No recomiendo escuchar, por ningún motivo, bajo ninguna circunstancia. Es una falta de respeto, por lo que debes despacharlo de inmediato si no entiende cuando le pides que pare.

  5. Probablemente, esta persona te encantará por algún motivo: te excita; te conversa de mil temas por horas, sin aburrirte; te mata su mirada, etcétera. Te costará dejarle ir.

    Si estás en esa situación, recuerda que sólo te gusta un fragmento suyo. A él no puedes tenerlo, ya que sigue siendo parte de una mujer del pasado. Estás en segundo plano y siempre lo estarás mientras no supere sus rollos.

    Lo peor es que, mientras estés a su lado aguantándole todo, no superará nada.

  6. Jamás mantengas amistad con él. Ni siquiera si te entiende mejor que cualquier persona. Tú no quieres ser su amiga, quieres que se dé cuenta de lo buena que fuiste con él y de lo mucho que te gusta.

    Tampoco creas que "podrás manejar la situación". Esas son las primeras que caen.

    El motivo obvio para distanciarte es que, cuando quieras sacarle celos, él se sentirá feliz de que por fin hayas encontrado a alguien que te entregue lo que él no te pudo dar.
    Asimismo, te contará que invitó a salir a una mina y tendrá todo el derecho. PWNED!!1!!

  7. Si cometiste la imbecilidad de decirle que su amistad es muy importante para tí y la wea... Somos dos. Veo las siguientes soluciones:

    a. Confesarle todo, desearle suerte y botar los puentes.

    b. No decirle nada y botar los puentes de a poco.

    c. Enojarte con él por cualquier cosa y mandarlo a la mierda (no creo que sea bueno si le has contado tus problemas y te ha ayudado con buena intención... damn).

    ¿Qué opinan?

    Nota: Bloquearlo y borrarlo de MSN sin explicación es cobarde. Dignidad ante todo.

  8. Esto también se puede aplicar a las solteras recientes.

  9. Las excepciones confirman la regla.

Mil Diez

lunes, 6 de octubre de 2008

La recaída

Las recaídas por aburrimiento son las más comunes y las que nos pueden dejar más de alguna anécdota para la posteridad. Son aquellas que pasan porque hace tiempo que no pasa nada de nada, no tienes qué hacer y empiezas a recordar viejos tiempos y te acuerdas de ese (o esa, ahora que tenemos uno que otro macho entre nuestros lectores) ex con el cual no terminaste en mala, pero por cosas de la vida nunca volviste a ver. Y te acuerdas de él. Que qué habrá sido de su vida, si se acordará de ti.

Con José nos conocimos en primer año de Universidad, en la Fiesta Mechona. Salimos por un par de meses hasta que me bajó la zorriática* y me hice humito. Nunca más lo volví a ver. Él siguió intentando contactarme de alguna manera, pero yo eludía sus acercamientos magistralmente. No me acordé de él durante mucho tiempo hasta que el año pasado algunas circunstancias de la vida lo trajeron de vuelta a mi vida. Y me vi enviándole un mensaje de texto, preguntando qué era de su vida, si quería que nos tomáramos algo, for old times sake.

Nos juntamos y nos fuimos a un bar de mala muerte a beber unas cervezas. El tugurio era un asco (de hecho, hasta me robaron la mochila), pero a medida que pasaban y pasaban las cervezas, me fue invadiendo una sensación extrañísima.

Él seguía igual. No había cambiado su manera de vestir, ni de hablar. Estaba tomándose un semestre sabático de la universidad y sus padres finalmente se habían separado hace un tiempo atrás. Seguía con esa manía que tiene tanta gente de exigir que la miren a los ojos cuando hablen. Y seguía tratándome con una delicadeza con la cual muy pocas personas me han tratado en la vida.

Gracias al alcohol fuimos adentrándonos en terrenos más escabrosos. Él me habló de su ex, yo del mío. Nuestros caminos se habían desarrollado casi en paralelo, siempre a punto de volverse a encontrar. Él me dijo que se había cansado de buscarme, que incluso se había pegado varios piques a mi campus con la esperanza de encontrarme en algún rincón riéndome a carcajadas con una chela en la mano. Yo le confesé que siempre me había sentido pésimo por no haber intentado siquiera esbozar una explicación.

Al darme cuenta que mi mochila había desaparecido (con mi pase, las llaves de la casa y la plata de devolución de impuestos en la billetera) ya tenía tanta cerveza en el cuerpo que me dio lo mismo. José se ofreció a irme a dejar, yo le respondí que se quedara en mi casa esa noche (¡¡¡Juro que sin segundas intenciones!!!).

Llegamos a la casa y como lo único que teníamos era una sed gigante, abrimos una botella de vino que quedaba por ahí. Seguimos conversando sobre mil y una cosas, hasta que en un momento sentí su brazo a mi alrededor y al sentirlo tan cerca, fue como si algo se rompiera dentro mío.

Nos besamos y acariciamos por un largo rato y fue raro. Rarísimo. A él le gustaba bastante el asunto y se había empezado a entusiasmar bastante. Yo, por el contrario, lo único que quería era que se mandara a cambiar y recordé porqué me había mandado a cambiar: con él no me pasaba nada. Me encantaba su pasión por la política y su solidaridad con los demás. Me gustaba como me trataba y me hacía sentir como si fuera lo único importante en el Universo. Congeniábamos increíblemente, pero solo en un nivel mental/sicológico/idealista. A nivel carnal, no pasaba nada. O al menos a mí no me pasaba nada con él. Hasta me acordé de la una vez que valientemente se había atrevido a tocarme una pechuga y yo respondí con un combo en la guata. Cuando esto llegó a mi memoria, la carcajada no la pude contener y él, que estaba más preocupado de otras cosas me quedó mirando con cara de plop. Hubo un instante de silencio en el cual ambos tomamos cuenta el tiempo que había pasado entre los dos y nos dimos cuenta porqué las cosas habían sido como habían sido.

Para alivianar la tensión le dije: “Sigues igual. Hasta hueles igual a como yo recordaba”. A lo que él me respondió “Tú no…” y sin darme tiempo para responder o, por último, descifrar su expresión, se dio media vuelta y se puso a dormir.

Yo me quedé ahí, mirando el techo, sin saber qué pensar. Pero el alcohol pudo más y me quedé dormida también.

A la mañana siguiente, me levanté en silencio y me arreglé para ir a la Universidad. Lo desperté cuando yo ya estaba lista (obvio, ni ahí con que me viera con el rímel hasta el cuello y cara de caña infinita) y nos fuimos.

Ese viaje en metro debe haber sido el más largo de mi vida. José miraba al horizonte en esa expresión indefinible que tenía cuando estaba pensado en muchas cosas, mientras yo no hallaba qué hacer/decir para que el viaje no fuera tan terriblemente silencioso e incómodo.

Los altoparlantes del metro anunciaron que estábamos en la combinación donde él se tenía que bajar. Me miró, me abrazó y me susurró al oído “Que te vaya bien”, se dio media vuelta y se alejó lentamente entre la multitud.

Nunca más nos volvimos a ver.

La Rabiosa

* Zorriática: dícese del ataque de pánico/miedo/asco/sentimiento indescrptible que le bajan a las muejeres de vez en cuando y que las hace ponerse cuáticas. O sea, la zorriática a mi esa vez me hizo salir corriendo. También ha hecho que trague el orgullo y aguante las del infierno. O que me agarre con una amiga de años por puras estupideces. Es peor que la regla y los cambios de humor hormonales. Es la zorriática.

miércoles, 1 de octubre de 2008

La evolución de un ex

Dentro de todo debo admitir que he tenido suerte con mis exs. La mayoría ha sido bastante buena gente. Claro que ser buenas personas no quita otras cosas. A veces pueden ser inmaduros, estar emocionalmente lisiados, ser medios psicópatas, hijitos de su mamá o que cuando estaban contigo tenían una ex o un viejo amor que nunca superaron totalmente. A veces tienes suerte y no es nada de eso, las cosas se acaban simplemente porque se gastan, porque no dan más y es casi un mutuo acuerdo, liberarse mutuamente y empezar de cero. Esos son los mejores porque son los que hay alguna posibilidad de amistad futura (ya les contaré sobre un chico con el que estuve apenas una semana, pero yo sentía una considerable falta de química, ahora somos muy buenos amigos).


El punto es que en general creo que si han hecho daño o se han mandado alguna cagada, ha sido sin querer (en general tampoco han sido tan graves, independiente del daño que puedan hacer, en especial cuando se acumulan muchas). Cuando era más chica, refiriéndome no a relaciones de pareja, sino a relaciones humanas en general, tendía a pensar en los peligros que supone la gente que se manda muchas “cagadas” sin querer. Porque a diferencia del que lo hace intencionadamente, no pueden evitarlo, no se dan cuenta, y nunca sabes cuando lo volverán a hacer. Porque no consigues alejarte de ellos, sabiendo que “no son mala gente, no lo hacen con mala intención” y no te das cuenta y pasó algo de nuevo. Pero ese es el riesgo de toda relación humana… y también de las amorosas.


Me gusta ver que uno que otro ex (claramente no "el" ex, con él se complica más el terreno) ha madurado y cambiado. Y dado que en general eran buenas personas, se han convertido en tipos bastante decentes. Como Carlos, que parecía tener un enorme miedo al compromiso cuando lo conocí. Querría pensar que era yo, que simplemente era conmigo con quien las cosas no resultaban, pero como no terminamos enojados, como fue casi un mutuo acuerdo de “esto no funciona”, pude seguir hablando con él y observarlo. Y por un buen tiempo, no me gustaba lo que veía. Repetía la misma conducta una y otra vez, con otras chicas. Cuando yo empecé con Alonso, Carlos me preguntaba que para qué lo hacía, como si me estuviera traicionando a mí misma, si decía que era mejor seguir con las relaciones meaningless, fugaces y de no mucha importancia. Yo pensaba “¿Qué demonios anda mal con este tipo? Si he tenido relaciones así no ha sido porque sienta que van conmigo o porque elija eso, sino que porque no había encontrado a alguien que realmente valiera la pena y ahora lo hice. ¿Por qué rayos no se alegra por mí?”. Luego comprendí muchas otras cosas. Que en realidad no hablaba de mí, sino de sí mismo al decirme eso. Supe también por una amiga en común que él nunca quiso que termináramos, pero que se asustó por una serie de razones que jamás me comunicó en ese tiempo, y huir le pareció una mejor idea. Claramente yo tampoco era muy madura cuando lo conocí. No me esforcé mucho por hablar las cosas y darle una oportunidad real a la relación. Yo también me asusté al ver su desapego al compromiso y en vez de hablarlo, preferí alejarme. Tenía 18 años en ese tiempo, y no es que crea que la edad justifica las acciones, pero en el caso de Carlos y yo, claramente explicaba muchas cosas. Porque ambos cambiamos con los años venideros, y creo que fue lo mejor.


El año pasado supe que Carlos estaba en una relación. Estable, llevaba más de un año pololeando ya. Por esas cosas de la vida lo vi una vez con la novia. Una chica simpática e inteligente (al menos en apariencia, uno nunca sabe lo que las apariencias esconden, pero al menos estas prometían bastante). Me gustó conocerla. Me gustó verlos juntos. Pensé que ésa era la persona en la que Carlos eventualmente se tenía que convertir. Alguien feliz (cuando yo lo conocí era un alma torturada) y capaz de estar en una relación que no era vacía, que evidentemente le entregaba muchas cosas a él y a su polola. Vi como bromeaban y reían. Le dije “Cuídala” y me respondido “Eso intento”. Sonreí.


Me da esperanzas pensar en Carlos. Parece que ahora tiene algunos problemas con la chica, pero parece determinado en intentar solucionarlos, cosa que antes no habría hecho. Quizás los arreglen. O quizás no y la próxima sea en realidad la vencida. Sólo estoy segura de una cosa. No voy a ser yo. Y no lo digo como algo malo, todo lo contrario. Cuando llega el momento en que puedes alegrarte de la felicidad de “algo así como un ex” (porque nunca pololeamos formalmente) sabes que lo mejor es que sean amigos. Que quizás siempre debieron ser amigos. O quizás no, porque esa fugaz relación que tuvimos fue lo que impulsó que nos conociéramos en primer lugar y dio pie para la posterior amistad.


Faye

domingo, 28 de septiembre de 2008

Otra vez la misma historia

De pronto, retrocedo en el tiempo y me veo igual: resumiéndolos a todos (mis exs) en uno, estoy sentada frente al hombre ideal, me ama (o por lo menos hasta entonces, aún no sé si en el futuro se convertirá en un patán) y se preocupa por mí... yo lloro como una Magdalena y él trata de arreglar algo, como si yo fuera una muñeca rota que reparar. Así me siento, como si algo se hubiese roto dentro de mí y marcara el instante preciso en que todo se empieza a cansar, a gastar.

¿Qué pasó? me pregunto, la pena que siento es más grande y más antigua de lo que cualquiera pueda pensar. Momentos antes conversábamos, discutíamos sobre alguna estupidez y de pronto algo, un movimiento brusco, el enojo en su mirada, la mueca en los labios, algo me lo recordó. Ante mis ojos fuiste convirtiéndote en ese otro hombre que nunca supo lidiar con una discusión y ante la más mínima chispa daba rienda suelta a su furia: mi padre.

Recuerdo que luego de quebrarle al menos una costilla a mi madre, el hombre desaparecía días enteros para luego llegar con regalos, literalmente 'engañitos' para que olvidáramos, como él, lo que había pasado, pobre de quien fuera a preguntar... Pero tú no sabes que por eso detesto que te hagas el tonto una vez que lanzaste la piedra, si algo aprendí es que no hay regalos que me hagan olvidar esa cara, la expresión de la furia previa a desatarse... verás, la conozco más que tú, aunque eso no sea específicamente tu culpa.

'Dulzura' era la forma en que mi madre solía llamarlo, muchos, muchos años antes de que tú y yo existiéramos. Siempre me pregunto ¿habrá tenido ella alguna señal de lo que iba a ocurrir, algún atisbo como los que yo veo ahora, como los que sentí cuando apretabas mi brazo minutos atrás, o como cuando me trataste de ganar un argumento diciendo que simplemente hay que ser tonta para no ver las cosas como tú?.

Gracias a mi padre he perdido la capacidad de creer en los hombres, no puedo pararme frente a ninguno de ellos sin preguntarme cómo será en 15 años más, si algo intangible desencadenará mi pasado en el futuro y, como vaticinaba cierto estudio, repetiré los errores de mis padres aguantando más de lo que debiera aguantar.

Tiendo a pensar que por eso estaré siempre sola, porque no tolero ese bicho de la duda hablándome tras la oreja. Por más que no quiera, sacando la cuenta, con todos me ha pasado lo mismo en algún minuto, no todos salieron airosos de ello. Pero lo que más me molesta es que ni 100 años de terapia podrán quitarme la duda, acallar a la vocecita que, cada vez que encuentro a uno nuevo, me dice "¿será que en él por fin podrás confiar?"



Liss

jueves, 25 de septiembre de 2008

LAS ETAPAS DE UNA EX

El proceso debería ser el de secarse las lágrimas y seguir para adelante
Pero no..... Oh no, encima tenemos que soportar que algunas veces
nos atrape la bipolaridad antes de superar del todo al Innombrable.

Resulta que se me ha dicho de todo en esta vida, se me han dado todos los trucos posibles para sacarme de encima el fantasma del ex, pero nada funciona hasta que hayas superado una serie de etapas. No es tan sencillo como quedarse haciendo el luto en casa o con juergas interminables donde incluso puedes tomar de pañuelo a uno que otro amiguete que encontrís rico (aunque no es recomendable). Resulta que los duelos hay que hacerlos si o si, y al final es lo que me tiene más irritada.

ETAPA 1: LA PLAÑIDERA
Las que estamos escribiendo en el blog de la ex lo hemos llorado todo. O no? sólo después de eso se sienta una a escribir, a desmembrar a los discapacitados emocionales que nos lo hicieron pasar tan mal. Pues bien, acá es donde una se gasta paquetes y paquetes de confort sollozando, aburre a la amiga hasta que empieza a huir de ti (las que se quedan son las reales por siacaso, el deber es estar al lado de la caída en batalla), se encierra en casa con pataletas de ¨quiero que el mundo se acabe¨y hasta entra en los patetismos de recordar porque el ex era bueno, o lo quería tanto, lo amaba tanto (A veces era tierno el pobrecito). Se supone que es la etapa de la autocompasión y debería ser más o menos corta. Ojalá, sino nos quedamos pegadas, empezamos a sicopatear correos, blogs, fotologs, perfiles de facebook, hasta quedar con la angustia hasta la cien otra vez.
(A todo esto, una vez me cai de un árbol por sicópata pero creo que eso merece otra entrada). En esta etapa aún lo queremos un poco al miserable aquel, incluso hasta somos tan ilusas que le deseamos ¨lo mejor¨. JA, lo mejor my ass.

ETAPA 2: EL ODIO INFINITO
Y derrepente surge ese odio desmedido que no sabes de donde viene. Ese odio de ¨quiero que te atraviese una bazuca¨o ¨me encantaría que se te caiga el pico, total nunca lo usaste mucho¨. Debo reconocer que soy de las personas que odia mucho, y creo firmemente que eso es mejor a quedarse guardado con todo. Siempre he pensado que reprimir la ira porque no es ¨lo correcto¨es de moscas muertas. Yo odio sin disculpas ni excusas y tampoco lo oculto. Así que esta etapa en particular tiene todos los argumentos del caso. El rencor siempre tiene que ver con las cosas que te vas acordando a medida que te recuperas de la pérdida: que era un pendejo de la gran puta, que era machista y mamón, que era cobarde, que nunca te dio tu lugar, y ni siquiera era tan mino como para que lo pasaras mal. (Tendría que haberse dado con una roca en el pecho, dije yo siempre, de que al final lo pesqué, y para qué, diganme para qué). Creo que la rabia hacia el ex no tiene nada que ver con el estado en que te encuentres ahora. Supón que ahora eres re feliz con otro tipo que resulta evolucionadito, e incluso en ese punto te darás vuelta y te acordarás de algunos ex que no valieron la pena, ni una lágrima tuya, y sin embargo no puedes evitar desear que algo muy espantoso le pase, como que le de una diarrea fulminante en medio del trabajo. Algo así, sujeto al ridículo, sólo para empezar.
Ahora, yo nunca hice nada, quizás porque me gana el tiempo y la vida, pero pucha que me habría gustado.

ETAPA 3: MEMENTO.
Aló? quién eres??? El cuánto? Bueno cuando eso nos pasa claramente estamos al otro lado de la piscina, el río, el jacuzzi, como quieras llamarle. Es en esta etapa donde yo -que no soy una experta para nada pero me lleno de reglas igual- recomendaría que es posible saludar al ex, volver a hablarle si es que es estrictamente necesario, si te lo chocas en una cena o en algún lugar público donde no hay mucho más que hacer. No entablar amistad pero sí por lo menos hacer alcance de que se trata de dos personas civilizadas, demostrar lo lady que una puede ser porque YA NO IMPORTA, ERES UN MOSQUITO QUE PASO POR MI VIDA. En esta maravillosa etapa donde el ex ya no es más que un lejano y annoying recuerdo en tu cadena de amoríos, es cuando una quizás podría pensar que algo aprendió. No se, algo tuviste que haber aprendido no? como que una posición duele más que la otra o lo importante que es no meterse con un tipo enganchado con otra mujer. Al final es el memento el que vale la pena después de la catástrofe, y claramente ninguna de las que escribimos en este blog ha llegado del todo a este punto con el último ex. Y no. Es que hay tanto tanto que decir de ellos!!

Por: Deeply Disturbed Girl.

martes, 23 de septiembre de 2008

¿Por qué soy buena gente?

En el fondo, soy buena gente. Me río de la desgracia ajena, pero no me alegro. Lo que pasa es que mi humor negro – negro a veces hace creer que soy una heartless bitch. Y nada más lejano a la realidad.

Para que se entienda: Innombrable hizo conmigo lo que quiso. Me gorreó en innumerable ocasiones, me mintió en muchas más y barrió el piso conmigo como quiso.

La cosa es que en mis múltiples discursos de venganza, además de pedir su cabeza en una bandeja de plata (mostra Salomé), siempre quise que él se sintiera como me sentí yo. Es decir, que lo engañen frente a sus narices. Una sola vez. Que sienta ese desgarro en el corazón al darte cuenta que la persona en quién confiarías tu vida no es más que un patán calentón que con tal de satisfacer sus bajos instintos es capaz de envolver la cabeza de su madre en la bandera nacional y proceder.

El otro día, revisando su blog (vicio porfiado que aún no puedo dejar) él contaba que lo habían engañado. Que se sentía raro, mal.

Y yo, en vez de saltar en una pata e irme de farra con mis amigas, me vi intentando conseguirme su celular y enviándole un correo preguntándole si necesitaba hablar con alguien, mal que mal, nadie mejor que yo para escuchar las penurias amorosas de los engañados.

Algo hizo que me arrepintiera antes de apretar “Enviar”. Dejé las cosas ahí, tal cual, guardadas en esa maravillosa opción "Borradores" de mi email.

Pasaron los días y volví a leer el post en cuestión, pero esta vez terminé de leerlo completo.

El post dice que todo es una mentira, que el que se ríe último siempre se ríe mejor y toda esas patrañas que le gusta repetir tanto a Innombrable.

Yo me quedé plop. Sé que escribe esas cosas porque yo las leo. Eso del yo sé que tú sabes que yo sé. También sé que su juego favorito es meter la mente de las personas que lo rodean en una juguera solamente para ver qué pasa. Y sigo cayendo. Una y otra vez, no hay caso, no aprendo. Los buenos valores inculcados por Papá y Mamá y la misa dominical surtieron un efecto demasiado profundo.

Lo bueno es que ahora ya no me duele tanto como antes. Sí, en el primer momento volví a desear su cabeza (y lo que cuelga entre sus piernas) en bandeja de plata. Pero duró tan poco que hasta yo misma me sorprendí. Me di cuenta, no en un aspecto soberbio, que soy mejor que él. Que tal como dijo una amiga mía: “Haga lo haga, Innombrable siempre te va a estar buscando a ti. En otras, muchas, pero a ti. Ése es su castigo. Que nunca más te va a volver a encontrar”.

Odiosamente,
La Rabiosa

sábado, 6 de septiembre de 2008

La ex de tu ex

Si algo peor que tu ex, eso es y siempre será la ex de tu ex.

Ese espécimen que se te apareció durante tú relación recordándote que ella lo conoció antes que tú, que fue su novia antes que tú, y que del lugar al que tú vas llegando, ella ya viene de vuelta.

Hay de todos los tipos: la simpática, la cariñosa en exceso, la malhumorada que siempre te mira con cara de odio, y la que personalmente más me desagrada, la mosquita muerta. Esa última es la peor de todas porque tu pareja realmente se cree eso de que no rompe un plato. Y que el comentario medio malintencionado que te hizo o ese momento en el que la pillaste mirándote con cara de asesina en serie pero que nadie más presenció, son obras de tu imaginación. En esos casos es frecuente escuchar el “Mi amor, es que no la conoces, si hace mucho tiempo que no pasa nada con ella, somos amigos no más, estás siendo paranoica, dale una oportunidad”. Y tú sonríes, prometes intentarlo, pero sigues sintiendo que algo huele podrido, muuuy podrido.

Este tipo de exs son casi tan molestas como aquella mujer que no es la ex de tu pareja, pero sí es el amor de su adolescencia que nunca le hizo caso, o la mejor amiga que a ratos es demasiado cariñosa, y que no sabes si desconoce los límites de una amistad y el respeto por la actual pareja de su “amigo”, o si lo hace a propósito para marcar territorio y decirte disimuladamente “Esto es mío, tú sólo estás de paso, pero yo siempre he estado aquí y seguiré aquí”.

Con toda esto de rememorar me da por acordarme de Rodrigo. Rodrigo y yo solo estuvimos juntos algunos meses. Eramos muy diferentes y desde el comienzo debió haber sido obvio para mí que, pese a la mutua atracción, no iba a resultar. Quizás la primera pista fue cuando estábamos empezando a salir y me dijo que su ex, Giselle quien vivía en el norte, vino a Santiago y se iba a quedar en la casa de Rodrigo durante su estadía. Todo por abaratar costos y no hacerla gastar en un hotel o una pensión, por supuesto.
Giselle, además de tener uno de esos nombres que habría sonado bien en cualquier idioma menos el castellano y además venía acompañado de un apellido bien hispánico, era “amiga” de Rodrigo. Según él hacía mucho tiempo que ninguno sentía nada por el otro y por eso podían ser amigos. De hecho, cuando ella iba a Santiago no sólo se quedaba en su casa, sino que dormían en la misma pieza y en la misma cama, pero adivinen qué… por supuesto, él decía que no pasaba nada.

Como estábamos recién comenzando a salir y yo no sabía si nuestra relación se convertiría en algo serio o no, decidí no decir nada, y la visita de Giselle pasó sin pena ni gloria, al menos por el momento. Porque más adelante supe que cuando ella vio que él le prestaba casi nula atención, preocupado de salir conmigo y hablando de mí, ella le hizo una escenita diciéndole que por qué le hacía esto si ellos “estaban tan bien”. El se impresionó y le dijo que quizás ella estaba bien pero él no. Que no estaban juntos, que no tenían nada, y que era a ella a quien esa situación de noviazgo fingido (algo así como una relación amorosa pero sin besos ni menos sexo) le acomodaba, pero para él eran sólo amigos y que necesitaba una relación de verdad. Finalmente ella entendió y le dijo que tenía toda la razón y que no sabía por qué le había dicho todo eso en primer lugar y que lo olvidara. Por supuesto que él le creyó. Cuando me contó y yo me molesté me dijo “pero si ella misma dijo que no sabía por qué estaba reclamando y se arrepintió, fue una tontería”. Pero cosas así nunca son una tontería, y sé que ella y yo lo sabíamos.

Bueno, no todo era culpa de Giselle, en honor a la verdad. Rodrigo no ponía mucho de su parte por fijar bien los límites ni pensaba demasiado en hacerme sentir cómoda. Por ejemplo, a Rodrigo le dicen el gato, y a Giselle en consecuencia le decían la gata cuando estaban juntos. Y todos seguían llamándola así, Rodrigo incluido, lo que me crispaba los nervios, pero él se excusaba diciendo que a ella le decían así “antes de estar con él”. Un día, estando en una fiesta conmigo, lo vi sacar un llavero con un gato que sostenía un corazón entre sus patas. Le pregunté por él, y por supuesto, era un regalo de Giselle (y uno bastante reciente). “Lindo, ¿no?” me dijo con una sonrisa idiota. Me tuve que quedar callada un rato para que se me pasara la rabia, antes de poder articular palabra.

Verán, Rodrigo era de esos que decía que él pensaba distinto al común de la gente, y así excusaba sus constantes metidas de pata. Que lo que para todos los demás era obvio, a él no se le cruzaba por la mente. Así que, después de respirar hondo, le dije lo más tranquila posible pero con firmeza, que él podía pensar distinto a todos los demás, y podía estar seguro que Giselle era su amiga, pero que ahora estaba en pareja y tenía que respetarme y hacer un esfuerzo por pensar en las cosas que podían molestarme y que yo no estaba para pasar por idiota en una fiesta frente a mis amigos, porque le podía asegurar que todos iban a pensar lo mismo que yo. Y lo cierto es que, antes, siendo más niña, ya me miraron con pena porque algún idiota no supo poner límites con otra mujer y me dijeron “pobrecita, qué horrible que te haga esto”, y no pensaba pasar por lo mismo.

Me pidió disculpas algo avergonzado, pero siguieron pasando cosas. Lo más gracioso fue que meses más tarde ella volvió a venir a Santiago, y se quedó nuevamente en la casa de él. Y él me avisó un poco antes porque pensó que “me podía molestar” pero que esperaba que lo entendiera. Claro, no me quedaban muchas opciones, pensó que me podía molestar, pero la decisión ya la había tomado y la invitación ya la había hecho. Esta vez ella se iba a quedar en otra pieza, durmiendo con su sobrina, al parecer. A mí, para ser sincera, este detalle no me importaba mucho. Yo no me iría a quedar en la casa de un ex que ya tiene otra relación, que ya se veía estable y duradera, y cuya novia se queda frecuentemente en su casa (eso hacía yo). Era cosa de ubicarse. Y si un ex mío quisiera quedarse en mi casa, por muy amigos que fuéramos y por mucho que yo quisiera ayudarlo a abaratar costos de viaje, yo no lo habría aceptado. Era cosa de ubicarse. Cosa que Rodrigo y Giselle jamás estuvieron dispuestos a hacer.

Lo más gracioso es que Rodrigo después era quien no entendía por qué yo terminaba con él si “estábamos tan bien”. Ja. Y se había enojado con la gata antes por decirle la misma frase. Queridas, un consejo, cuando les digan eso, sólo significa una cosa. El está bien. Pero si ustedes están terminando con alguien o empezando con otra persona… lo más probable sea que ustedes no hayan estado bien antes y sólo quieras reestablecer el equilibrio perdido.

Pero debo decir que una parte de mí entiende a Giselle. Quizás una de las cosas más complejas de terminar con alguien a quien quisiste mucho, a quien incluso creíste amar, a la larga es eso, saber que terminarás por convertirte en su ex. Que si te quedas rondándolo por la razón que sea, otra te mirará con cara de molestia, y si desapareces, serás una vieja historia, un recuerdo borroso, después de haber sido algo tan real e importante. Lo bueno es que él también se convierte en “el ex” y por fin puedes contar todas sus anécdotas ridículas o molestas, puedes mostrar rabia hacia él, o pena, o resentimiento, o una suerte de cariño lejano diciendo noblemente “espero que esté bien”, y nadie te pueda juzgar, total, es tu ex.


Faye

lunes, 1 de septiembre de 2008

El insistente

Todas tenemos alguna historia divertida con un ex, la que sacamos para la anécdota y comparación de especímenes recolectados y yo, claramente, no soy la excepción. Esta es la historia de Rolando, a quien guardo en mi memoria con una mezcla de sentimientos encontrados porque aún no sé qué rayos se me pasó por la cabeza cuando me metí con él.

A Rolando lo llamo respetuosamente 'el insistente', aunque entre mis amistades se ganó el apodo de 'psicópata' por su insistencia en volver conmigo a lo largo de los años, aunque yo sigo pensando que deben existir hombres más psicópatas que él y espero nunca encontrarme con uno.

Rolando era todo lo contrario de mi: si yo era callada él no paraba de hablar, si yo tenía buenas notas él había repetido 3 veces el mismo curso, si yo creía en un mundo mejor y sin violencia él optaba por la anarquía y el amotinamiento... en fin. La cosa es que estuvimos saliendo por un tiempo, pero lo que creíamos que era 'química' era pura calentura y no resultó. Hasta ahí todo bien, parecía una historia normal incluso en los intentos fallidos de Rolando por 'reconquistarme' -odio que los hombres crean que una les pertenece como un pedazo de tierra... eso de que traten de obligarte a quererlos aún cuando tú ya tomaste tu decisión me apesta, todo ese cinismo de los gestos 'románticos' como llegar con flores a tu casa para que te creas que han cambiado... no es para mi-, pero Rolando fue un paso más allá de lo recomendado y empezó a hacerse amigo de mi familia, que ni siquiera supo de su existencia durante nuestro affaire.

Era chocante de pronto llegar a mi casa y pillarlo cómodamente instalado en el living compartiendo un tecito con mi abuela, hablando sobre mí. Me perseguía, cambié mis números de teléfono y los volvió a averiguar, aparecía de la nada cuando iba saliendo de mi casa y se ofrecía a acompañarme al metro... era un fastidio pegajoso que no entendía palabras, gestos, nada. Cada vez que le pedía que me dejara tranquila me decía que era la última vez que lo hacía y después de un largo tiempo volvía a aparecer como que aquí no ha pasado nada.

Creo que se encontró otra a la que molestar, porque hace años que no ha vuelto. También puede ayudar que me he cambiado unas 3 veces de casa, teléfono y celular. Igual, me han dicho algunos familiares que de vez en cuando lo ven por la calle y yo entro en ataque de ira, pasándome todos los rollos habidos y por haber: que me espía, que va a molestar a quien se me quiera acercar, que cuando no estoy en casa llama a la puerta para 'saludar' y de paso entrar a mi pieza, hurgar mi ropa, qué sé yo... que cómo es tan pendejo para no buscarse una vida.

Aún así me siento mala, porque según él, sólo quería que fuéramos amigos porque no tiene nadie más con quien hablar de sus problemas. ¿Pero acaso eso es asunto mío? ¡Nones! Tenía la maldita manía de meterme con incapaces sociales, autistas exitistas que no saben hablar de sus líos si no es en la cama, pero de todo se aprende y prefiero pelearme con alguien por mandarlo al sicólogo antes de otro Rolando.

Completamente desmitificado eso de que son las mujeres las que se ponen sentimentales después del sexo... o por lo menos no soy de esas féminas delicadas que lloran mientras su galán les ofrece un Dualette y les dice "No te quedes en el pasado, nena". ¿Es que alguna lo es?


Liss

martes, 26 de agosto de 2008

Adormecimiento

Antes hablaba de mis ex como quien habla del tiempo. Me hablaba a mí misma mientras hacía la cama, me preparaba el desayuno y me arreglaba para ir a la U o a la pega. Hablaba de lo bueno, lo malo, lo que nunca debí aceptar, etc. Creí que nunca me aburriría de mirar hacia atrás.

Y ahora que tengo la oportunidad de despellejarlos con palabras... Me cansa recordar. De los cuatro, solo uno sigue clavado en mi cabeza, pero sin tanta fuerza como antes. Estos últimos días fui capaz de conectarme y desconectarme de MSN sin escribirle nada, algo que en mayo de este año era impensable.

Froilán es de esos muchachos con los que da gusto conversar, pero que son huidizos. Esa característica aceitosa y defensiva me dio dolores de cabeza memorables. Hablo en pretérito perfecto porque me obsesioné con fragmentos que no le hacen el peso a la totalidad. Tenía la estúpida idea de que una mirada, conversación y sonrisa hermosas importaban más que todo lo demás. Ja.

Al final, logré entender que solo se trata de una atracción intelectual. En otros aspectos no pasa nada. ¿Y qué resulta en esos casos? Pues se gana un amigo.

Ah, eso sí es posible. El amor verdadero no puede dominarse. Sin embargo, ¿existe amor verdadero si no hay correspondencia? ¿No se le llama "amor" a ese sentimiento mutuo que mueve montañas? Si me baso en esa premisa, el amor no correspondido/no verdadero es algo que uno crea, es una ilusión moldeada. Si la dominas, la obligas a dormir y puedes convertirla en un cariño tibio. O en nada.

Con Froilán estoy así. Viéndolo poco y tratando de adormecer esa ilusión. Hasta el momento me está resultando. Espero que, en unos meses más, pueda decir que la misión fue un éxito rotundo. Veremos qué pasa cuando me diga que está pololeando con una más linda y más inteligente, jaja.

Mil Diez

Nunca aprendo

Creo que este año tuve el mejor cumpleaños de mi vida. Celebré en familia, con los amigos, bailé hasta caer muerta y me tomé hasta la molestia. Era perfecto. Digo “era” porque todo iba de lujo hasta que tenía que llamarme el Innombrable para decirme “¡Feliz Cumpleaños! Que tengas un día súper”. O sea, no me llamó. El muy breva me envió un correo, pero para mí que vivo y respiro a través de la web, es lo mismo.

¿Quién se ha creído que es? ¿Por qué tiene que andarme deseando una vida feliz cuando lo único que quiero es verlo arder en el Infierno? Lo que más me dio rabia es que de verdad me agrió el día. Y que no pude contenerme y responderle que se metiera sus buenos deseos por donde le cupieran porque hace harto rato que no son mutuos.

“Lo maté con esa frase”, pensé ingenuamente, “ahora debe estar arrepintiéndose y revolcándose en la cama con su nueva peuca para olvidar las penas” (Innombrable siempre pasaba sus penas revolcándose con gente, menos conmigo claramente). Pero el muy madafaka me respondió “Uy, me haces llorar”.

Ahí me fui a la mierda. Ando de un humor asqueroso, con ganas de quemar vivo a medio mundo, empezando por Innombrable, obvio. Me da rabia que todavía despierte esta rabia en mí, que todavía no pueda asimilar las cosas que pasaron. Que vea a Príncipe (mi flamante nuevo novio) con ojos desconfiados de vez en cuando, pensando que se demora para llegar a nuestras citas porque su mistress no lo deja irse.

¡¡¡Arg, furia infinita, ardiente y fulminante!!! Te maldigo, Innombrable en el nombre de la Luna y de todas las mujeres que has hecho sufrir. ¿Por qué no fui polite no más y le respondí con un escueto “Gracias”? O aún mejor, ¿cómo no se me ocurrió sencillamente borrar el correo y hacer como si jamás lo hubiese visto? A pesar de que esa fue mi acción inicial, no pude sino ir a buscar el maldito email y tenía que responderle.

¿Alguien sabe dónde dictan clases de manejo de ira?

Rabiosa

jueves, 14 de agosto de 2008

El imperfecto final feliz

A veces creo que la fuente de mis conflictos está en la infancia, cuando me da por ponerme medio psicoanalítica y empiezo a buscar la raíz de mis problemas amorosos en el Edipo o las relaciones interpersonales que construí cuando niña. El asunto es que nunca he logrado encajar en un prototipo de algo así como normalidad, entendiendo por normalidad lo que la sociedad considera aceptable.
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Nunca fui la reina de la fiesta de graduación. Tampoco la niña que encontró al amor de su vida en el colegio y siguió de novia con él hasta que terminaron la universidad para casarse. No fui perfecta ni popular, a ratos fui bastante antisocial, escondiéndome detrás de libros, dibujos, relatos, y comunicándome solo con mi mejor amiga. Ella era tan freak como yo, así que hacíamos un buen dúo.
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Me habría gustado, a veces, que la historia hubiese sido así. Chica conoce chico, se enamoran, tiene todas sus "primeras veces" con él (primer beso, primera relación sexual, primer noviazgo, etc.), y acaban por casarse y pasar la vida juntos. Pero no fue así. No soy el "gran amor" de nadie, y nadie es el mío. No tengo una "historia perfecta", el príncipe azul. En vez de eso, tengo una sucesión de relaciones fallidas, unas más serias o largas que otras. Soy el tipo de personas que en vez de estar destinada a un solo gran amor, está destinada a dar un montón de tumbos y muchas equivocaciones antes de hacer algo realmente bien. En vez de una gran historia perfecta, una sucesión de pequeñas historias imperfectas, una serie de fragmentos.

Alonso fue mi relación más larga, y en muchos aspectos, también la más tortuosa. De ésas en las que te quedas luchando por la relación aunque sabes que estás luchando sola, y todas las noches antes de dormir te aguantas las ganas de llorar porque sientes que el barco se hunde y no puedes hacer nada por salvarlo, por más que lo intentas. Y después de un tiempo te das cuenta que quizás nunca debiste haberlo intentado tanto.
No me arrepiento de nuestras idas y vueltas. Creo que es perfectamente válido creer que si las circunstancias cambian, quizás las cosas puedan ser diferentes. Pero a veces pasa que no. Que cambian y cambian las circunstancias, pero no las personas. Y si cambian, no siempre es para bien.
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Ahora lo veo todo tan claramente que me siento estúpida. Estúpida por haber dado absolutamente todo de mí porque funcionara, cuando él no daba nada. Estaba tan sumido en su propios problemas, en su propio ego (ese ego que no significa que seas una persona muy segura ni que irradies autoestima, sino que sólo piensas en ti, aunque sea de manera autocompasiva) que no hizo nada por nosotros. Y yo pensaba "Está mal, tengo que tratar de ayudarlo, yo puedo tratar de mantener la relación viva, aunque sea sola, yo lo llamo, yo voy a su casa, yo lo sorprendo con pequeñas cosas para que se sienta mejor". Ahora veo mi error. Le di todo en bandeja. El no tenía que hacer nada, yo hacía todo. Y de pronto, ya no había una relación, solo estaba yo, más sola que nunca, al lado de una persona que decía que me amaba, pero que no tenía ninguna acción ni gesto que lo demostrara.
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Creo que el problema fue que Alonso fue el primer hombre que me amó, o al menos, dijo hacerlo. Y apareció tarde, cuando yo ya estaba en la Universidad, ya tenía un listado de relaciones fallidas, ya había tenido todas mis "primeras veces" con las personas equivocadas y pensé que nadie más me iba a amar. Que ésta no podía ser una relación fallida más, había que hacerla funcionar, como fuera. No iba a fallar por mi culpa, esta vez no lo iba a arruinar, iba a ser mi historia perfecta. Y así lo arruiné. Me entregué tanto que casi me perdí en el camino, y cuando las circunstancias por fin cambiaron y él declaró estar listo para amarme, ya era tarde. Yo estaba demasiado agotada y no tenía nada más para dar. Lo había dado todo. Volví con él y lo intenté, pero no lo logré y volvimos a terminar. Me rogó infinitamente, y cuando volvimos una vez más resultó que él se había hartado y comenzó a menospreciarme cada vez que tenía la oportunidad. Y a veces lo odio por no habérmelo dicho a tiempo, por haber aceptado volver sólo para hacer eso, para destruir los buenos recuerdos que podría haber guardado de él. Pero pienso que también debió hacerlo por las razones equivocadas. Que acaso también se aferró demasiado a mí pensando que si conmigo no resultaba, no resultaría con nadie. Pero resultó que sí había alguien y no era yo.
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Ella es el gran amor de su vida y yo… no soy el gran amor de nadie. Sigo dando botes, y los seguiré dando, viviendo mi vida anormal y disfrutando de mis historias imperfectas. Pero al menos esta vez las disfrutaré y no me torturaré. Porque ante la certeza de que mi vida esta compuesta por esta sucesión de imperfecciones, ahora que finalmente lo acepté y no siento que tengo que forjarme la historia perfecta a costa de lo que sea, ya no tengo nada que perder, nada que arruinar, y puedo simplemente dedicarme a vivir tranquila.
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Faye

lunes, 11 de agosto de 2008

La noticia

Después de meses tratando de ocultar mis problemas de pareja, pensando y autoconvenciéndome que eran ideas mías y que cómo podía tener problemas con Esteban, que era un chico tan bueno... y no sólo porque yo me lo imaginara: todo el mundo estaba de acuerdo en que era un ángel, lo mejor que podría haberme pasado y era realmente malvada si no besaba el suelo que pisaba... luego de todo ese tiempo sintiéndome infinitamente infeliz e incomprendida por no poder contarle a nadie sobre lo poco libre y tremendamente sola que me sentía, de pronto llegó ese minuto en que la cuerda no dio más y rompimos, sin posibilidad de vuelta atrás.

Ese día di vueltas durante horas pensando en cómo decirle a mi familia que había terminado con el hijo que mis padres siempre desearon, el 'niño bueno y ejemplar' que no paraban de poner en altares y que sin duda no tenía un igual en este planeta ni en ningún otro. Me torturaba pensando que quizás debí contarles de las peleas que habíamos tenido en vez de siempre restarle importancia a las cosas, sospechando que me familia en pleno se pondría del lado de él diciéndome que 'algo debía haber hecho para que se enojara conmigo', así que decidí guardarme la noticia durante un tiempo para asimilarla tranquilamente, sin recriminaciones familiares mediante.

Cuando por fin pude decir "Esteban y yo terminamos" como quien dice "mañana va a llover", lejos de recibir la mirada reprobatoria que esperaba noté que mi hermana y mis padres empezaban a sonreír, llenos de una alegría que me desconcertó... pues resultó ser que el 'candidato perfecto' los tenía hartos con su comportamiento 'egoísta, desconsiderado' y, por si fuera poco, mañoso.

Entonces me pregunté por qué no me lo dijeron antes, por qué le celebraban cada una de las gracias si en verdad no lo soportaban y esperaron hasta último minuto para ponerse 'de mi lado'.

Fue cómico ir viendo esa reacción en cadena: todos los que pensaban en Esteban como un pan de Dios iban cambiando de parecer y mostrando sus reales caras. Hasta los amigos en común estaban asqueados con su forma de ser y de pronto ser "la Ex" me convirtió en el paño de lágrimas del resto, como si hubiesen sido ellos y no yo los que rompieron con él. Al final, todos estaban en el mismo dilema que tuve yo pensando que nadie podía ser tan monstruo de tener el más mínimo problema con Esteban, eso era de locos.

Pero ¿qué es la cordura sino la locura vista con otros ojos?


Liss

miércoles, 6 de agosto de 2008

El Innombrable

Siempre espero encontrarme con el Ex en alguna parte. He perdido largas horas imaginando situaciones hipotéticas para ese encuentro.

A veces lo imagino estando él solo y yo con mi flamante nuevo novio. Ver el rostro del Ex rojo de rabia y de celos. Que no pueda despegarme los ojos de encima.

Otras, me gustaría encontrar a su novia nueva (con la que me engañó) en actitudes sospechosas con otro hombre. O a él mismo con otra mujer. Verlo y que mi sonrisa cubra mi rostro, sabiendo que la venganza al fin ha tocado mi puerta.

Quiero restregarle en su cara que sin él soy feliz, soy libre, soy una mujer nueva y liberada. Hacer que se sienta la peor escoria del planeta por haberme dejado ir, por haberme tratado como lo hizo. Hacer que se arrepienta y sufra todos los días por el resto de su maldita vida. Pero nunca pasa nada.

No lo veo hace varios meses ya y las únicas noticias interesantes que he tenido son las nuevas adiciones a la larga lista de mujeres con las que me engañó. Mal.

Y ya que no lo veo, muchas veces me he encontrado escribiéndole correos incendiarios, en donde le digo que de verdad creo que todo lo malo que pasó entre nosotros es su culpa. Que yo jamás le mentí, ni lo engañé. Que aguanté su nula capacidad de sociabilizar y dejé de salir por casi tres años. Y lo peor ocurre cuando empiezo a hablar del sexo (casi inexistente) entre los dos.

Tengo ganas de publicar a los cuatro vientos que la sola idea de follar con él me repelía tanto que las pocas veces que nos acostamos siempre terminé llorando, porque quería estar en cualquier lugar menos ahí. Que por su culpa pasé años convenciéndome que el sexo no era importante, que la gente le daba mucha importancia, que lo de verdad importante era la trascendencia del amor entre dos personas. Que luego de que definitivamente terminamos pasaron meses, MESES, antes de que la idea de que otro hombre me tocara no me causara angustia y pánico. Me sentía como la víctima de una violación que se repitió muchas veces. Y lo que me da aún más rabia es pensar que con ese monstruo ególatra y antisocial perdí mi virginidad.

Y siempre termino preguntándome lo mismo: ¿cómo aguanté tanto? ¿Cómo pude justificar sus engaños una y otra vez? ¿Cómo permití que me usara una y otra y otra vez hasta el cansancio?

Lo bueno es que he llegado a varias conclusiones:

Lo que sentía por él no era amor, sino dependencia. Como el alcohólico depende de su botella, yo dependía de él.

No hay mal que por bien no venga. Ahora parezco una adolescente en plena revolución hormonal, queriendo acostarme con mi pololo a toda hora y en todo lugar. Quién lo diría, luego de que el Ex me tenía convencida de que yo era frígida.

El Ex me ha dado buenos motivos para canalizar mi ira escribiendo, lo que ha tenido buenos frutos en mi escritura (espero).

Sin embargo, el saber que está feliz, que desde que terminamos lo ha sido aún más, me llena de furia y de peticiones de Justicia Divina. ¿Por qué tuve que seguirlo pasando mal tanto tiempo y el Ex lo ha estado pasando tan bien? Ni siquiera me voy a meter a hacer comentarios sobre cómo tuve que convertirlo en persona relativamente decente, al menos no ahora.

Rabia. Pura rabia me inunda cuando pienso en el Ex. Por eso, nunca voy a volver a perdonar a nadie.

Atentamente,
La Rabiosa

miércoles, 30 de julio de 2008

Nunca en buena

Si hay algo que no puedo entender es la manía insana y malvada de querer terminar 'en buena' con un ex. Eso no funciona, no importa cuántas veces lo hayas hablado con él antes, ni lo civilizados que creas que son ambos. El hecho es que cuando llega la hora de la verdad, ningún motivo puede ser lo suficientemente lindo como para quedar 'de amigos', al final es sólo una burda excusa para tentar la reconciliación o, en el peor de los casos, autolacerarse buscando saber detalles sobre la nueva vida de él (o ella, depende de qué lado estés) y tratar de seguir siendo parte, sentirte cercana a lo que inevitablemente vas dejando atrás.

Y al final te das cuenta que fuiste estúpida, que en realidad era más sano odiarse un poco, dejar pasar unos años, y entregarle al destino la chance de reencontrarse cuando de pronto te encuentres con 'la' carta que se salvó de la catástrofe o te pilles con él una tarde de shopping, con la alegría autóctona de ver a un viejo amigo. Es cruel, pero tú no tuviste que aguantarte sus malos ratos luego que terminaron, hay cariño cómodamente aséptico entre los dos pues ambos saben que ni locos volverían a estar juntos.

Pero hay exs que se empecinan en querer demostrar que 'está todo bien' y te obligan a mantener una 'amistad' sádica porque ni siquiera te dejan enojarte legítimamente, por muy conchesumadres que hayan sido contigo. Es como si todo tu rencor y odio, en vez de dejarlo tener su ciclo normal, tuvieras que comértelo y dejar que fermente dentro tuyo y te indigeste, porque simplemente parece que no tienes el derecho a decirle que lo detestas y que por su propio bien sería positivo que desapareciera de tu vida, tu MSN, tu facebook, y en lo posible dejara de aparecer en tus conversaciones con tus amistades, porque desarrolla rápidamente la habilidad de colapsar tus círculos sociales porque 'son personas que siempre le agradaron pero que nunca antes se dio el tiempo de conocer'... ¡las pelotas! aparte de querer culparte de su anterior autoostracismo social, bien sabe que tú no has llamado a ninguno de sus amigos para tomar un café por una mínima noción de respeto.

Es imposible 'terminar en buena' con él, porque piensa que ese 'ser amigos' le otorga una extraña amnistía sobre todas las mariconadas que te hizo antes e incluso se da el derecho de aparentar contigo una intimidad que ya no existe o que nunca existió, y de pronto te sale con idioteces como ponerte ingeniosos apodos que detestas y que sabe que detestas sólo por molestar. Es una relación incómoda porque al final tú también sabes que tu presencia le molesta, y quizás por eso mismo se haya puesto tan cabrón.

¿Acaso vale la pena toda esa mala leche por un "de amigos" en el record? Supones que no, y quisieras que fuera como el amigo viejo que te pillaste en la tienda de discos, pero sigues atada a esa enfermiza realidad porque él, empecinado en ser 'civilizado y buena gente', no te deja hacer las cosas como corresponden y quemar sus fotos en la misma ceniza que consumió su amor... por otra.


Liss

domingo, 27 de julio de 2008

"El" ex

Casi todas las mujeres tenemos lo que a mí me gusta denominar como "el" ex (o "tha" ex si les gusta agringar el asunto). "El" ex es, sin importar el número de exs, el que te dejó marcando ocupado por harto tiempo. No necesariamente porque lo siguieras queriendo después de haber terminando, aunque puede ser una opción. De hecho, hay un sinnúmero de factores que pueden hacer que el protagonista de una relación pasada se convierta en "el" ex.


Las razones para que una ex pareja se vuelva "el" ex son muy diversas. Van desde que te hizo algo realmente cabrón y te quedaste resentida con él por mucho tiempo, y aún en el presente, por más tiempo que haya pasado, cuando te acuerdas te dan ganas de meter sus genitales en una licuadora, o al menos verlo fracasado y decadente para poder reírte de él y sacarle en cara lo bien que tú estás. Puede ser que no te haya hecho algo tan cabrón pero igualmente te hayas quedado resentida o dolida por algo, y eso te haya dificultado superarlo. Puede que haya sido tu primer amor o tu primera relacion seria. Quizas simplemente duraron muchos años y eso hace que te cueste tanto olvidarlo o acostumbrarte a la vida sin él. O quizás fue uno de esas relaciones en las que hubo tantas idas y vueltas que parecían protagonistas de una teleserie cuya trama los creadores ya no saben como seguir alargando. En fin, creo que entienden a lo que voy.


Mi ex, ése al que me gusta referirme como "el" ex, es Alonso. Creí que era la mujer de su vida y él hombre de la mía. Hasta que, previsiblemente, no bien terminamos de forma definitiva, encontró a su verdadero amor y todas las situaciones que estaban mal en su vida cuando yo lo conocí se arreglaron como por arte de magia, dejándole a la novia nueva el duro camino lleno de espinas que yo tuve que recorrer durante la relación convertido en un jardín de margaritas (no de rosas porque eso significaría que tienen que haber espinas). Yo solo fui un paso más para llegar al lugar en el que realmente debía estar. Un error del cual aprender. Una experiencia que lo ayudó a madurar para que otra se lleve los frutos. Y aunque suene resentida, obsesiva, piscópata y amargada, la verdad es ésta: me jode que otra se lleve los frutos que yo coseché.


Y lo cierto es que, a estas alturas, después de tantos tropiezos, de conocer a emocionalmente lisiados, piscópatas que parecían salidos de una película de asesinos seriales, galanes con diálogos mal ensayados, hombres con Síndrome Peter Pan (más conocidos como los clásicos pendejos que se niegan a madurar) y suficientes freakis para comenzar mi propio circo (o, al menos, un reality bien bizarro), cada vez me importa menos que tan resentida, obsesiva o amargada suene, y más, ser realmente honesta, dejarme de eufemismos, olvidarme de lo políticamente correcto, aunque sólo sea en un blog y acaso sólo sea por medio de un blog, y empezar a decir las cosas por su nombre.


Faye

sábado, 26 de julio de 2008

Mejor maldita que huevona

Yo siempre quise ser la mujer más importante en la vida de los muchachos que estuvieron a mi lado. Esa mujer que ellos adoraran y no pudieran olvidar. Por eso, inconscientemente, busqué a hombres que tuvieran en un altar a una mujer (no la mamá, claro).

Y las cagué. Porque todos ellos tuvieron en su mente a su ex. O a una mejor amiga. Ja. Pero fueron "hombres correctos en el momento y lugar equivocado", porque esa es la verdad. No eran malos: yo era la estúpida.

Yo fui la ex buena amiga. La que nunca debió ser polola. La que no le causaría celos a la siguiente porque es ingenua y no molesta. Pero en estos casi dos años de soltería he aprendido que el pasado es pasado y que, antes de temer que lo malo se devuelva, es mejor temer las profundidades a las cuales una puede llevarse. Y dejarse caer o darle la oportunidad a otros para que te hundan es IMPERDONABLE, damas.

Es mejor quedar como maldita que como huevona, porque al menos la primera puede defenderse y decir que "exageran, sólo tuve más carácter que él", pero la segunda no tiene buenas excusas.


Mil Diez


 
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