viernes, 26 de diciembre de 2008

Tempus fugit

Esta entrada es un poco atípica de acuerdo al tema que nos convoca a quienes escribimos aquí, pero como estamos en Navidad, supongo que podemos sacarnos un rato la bronca y pensar un poco más positivamente. Entonces, esta vez no hablaremos de alguno de mis demoníacos Ex's, sino más bien de las dudas que se presentan a lo largo de una relación y que tiene que ver con algo sumamente delicado y subjetivo: el tiempo.

Para nadie es novedad que el tiempo es relativo. Cuando uno está esperando a alguien, a "ese" alguien, cinco minutos son una eternidad y dan pie a un millón de reflexiones sin sentido. Al contrario, cuando estamos con ese alguien, las noches se nos hacen cortas y siempre quedamos pidiendo un poco más... De tiempo (qué más vamos a pedir, mal pensadas, ¡¡¡jajaja!!!). Por otra parte, cada persona tiene sus tiempos. Lo que para una persona puede tomar meses, para otra es cuestión de segundos. esto me acerca al meollo de esta entrada: ¿cuándo uno sabe que las mariposas en la guata son el preámbulo de algo más serio o son sólo eso, bichos molestando un rato cortito? O una vez que las mariposas en el estómago se vuelven constantes, ¿cuánto tiempo debe pasar para dar el próximo paso? Entiéndase próximo paso como ponerse a pololear, comprometerse, casarse, divorciarse, etc.

Una amiga me contaba hace unos días atrás que el chico con que estaba saliendo aún no quería enseriar todo el asunto. No por un tema de compromiso, sino porque en su opinión todo tenía su tiempo y quería que las cosas se fueran dando así como de manera natural: conocerse, gustarse, enamorarse, pololear. Lo raro del asunto es que lo único que en realidad falta en su relación es ponerle la etiqueta de pololeo, porque todo el resto ya está. Pero en fin, el tema es que él mencionó algunas cosas claves: tiempos y procesos.

¿Cuál es el tiempo correcto para poder enseriar una relación? Más aún, ¿existe efectivamente un tiempo correcto para ponerle ciertos nombres o etiquetas a una relación de pareja? Obviamente todo el mundo tiene su propio reloj interno que le indica cuándo, pero ¿qué pasa cuando ese reloj no conguja con los demás o el de tu pareja?

Porque si es complicado hacer el rayado de cancha al principio de la relación, ¿qué pasa cuando los sentimientos se intensifican y se profundizan? Cuando de repente te das cuenta que la persona que tienes a tu lado es la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida, ¿cómo explicas que eso ocurra un par de meses después de conocerse? Yo nunca he creído en esos pololeos de mil años que terminan en el altar (y que terminan todo un par de meses después), pero tampoco me provocan mucha confianza esos amores fugaces de "Te vi, me enamoré y casémonos 3 meses después". Si se supone hay un tiempo y un lugar para todo, ¿por qué las cosas no son más evidentes?

Volviendo un poco a lo de mi amiga, me llamó la atención cuando me decía que claro, había que esperar a que se enamoraran y de ahí construir algo más concreto. Pero cómo, me pregunté, ¿estás saliendo con alguien por un par de meses ya y aún no están enamorados? Puede ser la pésima influencia de las películas románticas, de las novelas rosa, pero ¿no se supone que el enamoramiento es lo automático y es el amor el que se demora en llegar? El enamoramiento es el clic, es la química, las mariposas en el estómago y la ropa interior de encaje sólo por si acaso. El enamoramiento llega de sopresa y es el amor el que toma tiempo.

Y una vez que el amor ya ha llegado, ¿cómo saber que hay etapas que se han quemado y es hora de tomar una nueva y más arriesgada dirección? ¿Es solamente cuestión de sentarse y esperar que el tiempo pase? ¿O se toma la iniciativa, sin importar el lugar o, peor, el tiempo?

El tiempo pasa y su huella es evidente. Pero las decisiones que acompañan al paso del tiempo, no.

Atte.,

La Rabiosa Dudosa

viernes, 19 de diciembre de 2008

"Yo te avisé"

Lucas me dijo, cuando empezamos a pololear, que no me engañaría con otra. "Prefiero terminar contigo antes que ponerte el gorro", sentenció.

Semanas después, me habló de una mina que le estaban presentando: rica, inteligente, música y que mostraba interés en él, pero no le armé escándalo. Para qué, si confiaba en él.

A los dos meses y medio, me dejaba por "incompatibilidad de caracteres".
Lloré mucho. Menos mal que tenía vacaciones, por lo que pude viajar y despejarme.

Pasó poco más de un mes y me llamó para saber cómo estaba. No sé cómo salió el tema, pero me dijo que estaba pololeando. Con la mina que le habían presentado la otra vez.

- Ah, mira tú. ¿Cuánto llevan?
- Un mes.

Saqué cuentas...

- Aaahh.

Ya me daba lo mismo para ese entonces. Debe haber sido por la advertencia inicial. Sabía que no me engañaría, así que me dejé estar. Y cuando supe que estaba con otra, entendí que había sido una profecía autocumplida.

Supongo que por eso pude recibir la noticia sin inmutarme demasiado.

La cosa es cuando te lo dicen y te enganchas. Pueden salir con que "yo te avisé" y quedar tan tranquilos con su conciencia, mientras tú sufres por ellos.

Tampoco se trata de dejarse estar y pensar como lo hice yo, porque no tiene mucho sentido.

Quizás vuelvan después, quizás no, pero ya sabes que pueden tener su excusa bajo la manga y que si dicen "no te agarres de mí, porque blablabla", es así. No lo vas a cambiar. Punto. Así que házle caso, disfrútalo mientras dure y listo. Si ves que una botella dice por todos lados que es desechable, ¿te vas a sentir mal por botarla? (ojo, no estoy generalizando, así que no me crean una desalmada).




Otra cosa: mucho ojo si de pronto tu mino empieza a olvidar que el sábado iban a verse, o te invita a ver un DVD y cuando llegas te sale con que "olvidó que el reproductor de DVD está malo", o no tiene nada de tiempo para verte ni propone una fecha en que sí pueda. Esos, generalmente, son los preliminares de un sobre azul como el cielo.

Si te interesa, investiga bien si es porque se le acabó el amor o anda muy estresado por otras cosas. Si no tienes ganas de vivir una telenovela, cambia de actor.

Puedes hacerles las cosas fáciles, salir contenta y patearlos. O estirar el chicle hasta que no puedan soportarlo más, dejarlos con la (ligera) sensación de que se portaron como unos malditos al dejarte y salir más herida que gallo de pelea.

Como sea, por culpa mía no puedes decir que nadie te avisó. Pero igual puedes crear una estrategia ;)


Mil Diez

martes, 9 de diciembre de 2008

Solidaridad Femenina

Hay una escena en “Jerry Maguire” (película por lo demás increíblemente sobrevalorada, como todas las de Cameron Crowe) que creo describe a la perfección la solidaridad femenina.

Está un grupo de mujeres (mujeres, no minas, porque todas tenían cara o de que se les había pasado el tren o que se tuvieron que bajar a la fuerza) reunidas en la casa del personaje de Renee Zelweger. Están todas quejándose a horrores de los hombres. Que son hediondos, que son insensibles, que siempre dejan arriba la tapa del water. Y así hasta el infinito hasta que entra en escena Tom Cruise.

Y a todas se les olvida de pronto las calamidades del género masculino y muy poco discretamente se empiezan a asomar escotes, piernas, sonrisas y cuanta invitación no verbal “Tómame y hazme el amor aquí y ahora”.

Para mí esa es la descripción perfecta de la solidaridad femenina: contigo, pan y cebolla… Hasta que aparezca un pico (perdón el vocabulario) de por medio, porque ahí cada cual se las arregla como puede.

Claramente existe la amiga fiel, la que apaña en las buenas y en las malas. La que celebra que hayas encontrado al fin un pinche y la que te espera con la botella en la mano porque el huevón de turno se mandó a cambiar con otra. La que te dice que estás gorda y deberías cerrar la boca y la que se preocupa cuando estás demasiado delgada. Su existencia es a las mujeres algo tan sagrado que muchos hombres temen, de verdad, a la mejor amiga. Pero la mejor amiga es singular, no plural. Y la solidaridad femenina no se resume al tácito pacto de fidelidad entre amigas, sino que se aplica al género entero.

Debo reconocer que mi opinión es un poco negativa y totalmente determinada por todas las amigas que tuve en la adolescencia que me juraron de guata “Ay, si en serio que no me gusta” y a la semana siguiente se andaban besuqueando con el chico que me gustaba. Pero también es algo que he podido observar repetirse en todas partes donde me ha tocado desenvolverme socialmente.

Los hombres cuando se juntan se tiran chanchos, ven fútbol, juegan Play y se ríen de la víctima de turno. Lo sé, porque en los últimos años he pasado rodeada de hombres y he terminado siendo parte clan (¿alguien dijo “My Boys”?). Y cuando uno de los machos lo está pasando mal, a no ser que la mina en cuestión haya sido muy perra hay un código implícito para resolver estas situaciones: aguantar, callar y beber cerveza. Pero nunca, jamás, descuerar a la mina en cuestión e irse en la mala.

En cambio las mujeres, una no alcanza a decir que ha terminado y ya están encima descuerando al rey muerto. Que era feo, que tenía mal aliento, que “igual siempre me miraba como buscando algo más” y, la clásica, “la tenía chica” (eso de que el tamaño no importa es mentira). ¿Qué tipo de solidaridad es esa?

Claro, pueden alegar y decir “es que una amiga no te diría eso”, pero recuerden que no estamos hablando de la amigui de la vida, sino del género en general, valga la redundancia.

¿O acaso nunca se han dado cuenta que es cuestión de minutos antes de que minas que jamás se han visto en la vida sean capaces de dar rienda suelta a los comentarios más ponzoñosos y malignos sobre X, Y o Z?

Por eso, a mí cuando me hablan de solidaridad femenina y Girl Power y toda esa patraña, prefiero mirar al cielo y hacerme la huevona (que igual no me cuesta).

Nada menos confiable y solidario y más peligroso que un grupo de minas con tiempo para ponerte atención.

La Rabiosa

 
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