Querido público, hoy nos es grato comentarles que tenemos una nueva colaboración de una de nuestras lectoras, Cándida, que nos envió la siguiente historia. ¡Disfrútenla y no olviden comentar!
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Por eso, nunca entendí la actitud del "yo lo vi primero", esa persona que se sentía con más derecho que otra para jotear sólo por haber declarado sus intenciones a medio Chile, joteos que por lo general siempre fracasaban, a pesar de la anticipación con la que se planeó el ataque, y que dejaban a otros mirando a la carnicería sólo por no "herir" sus putos sentimientos. Aunque estos sentimientos fueran tan duraderos como un golpeado de tequila. Es como el perro del hortelano: no come ni deja comer.
Mi primer acercamiento con este peculiar rasgo de egoísmo pasó entrando a la U, cuando, luego de ser literalmente repartida entre un grupo de amigos, resultó que terminé teniendo onda con uno que no había sido al que le habían dado permiso para jotear tranquilo (y al que ya se le había dicho que no). Las recriminaciones por el "yo la vi primero, y sabías que me gustaba" terminaron siendo una fuerte discusión... conmigo al frente. Al poco tiempo, supe que la que más había avivado la cueca con la supuesta traición había sido una ex andante del traidor, que ahora pololeaba con otro. Por lo visto, el "yo lo vi primero" no solo corría para los que buscaban pareja, sino también valía para los que ya la tenían.
Al tiempo después, y ya terminado el lío aquel, comenzamos a salir mucho con una amiga: Bastaba que un tipo sonriera bonito para que le empezara a escribir corazoncitos en sus cuadernos y a transformarse en una obsesión que era reemplazada al rato por otra. Así cada vez marcó territorio haciéndole la cruz a cualquiera futura polola o supuesta "enemiga de intereses". Las cosas se complicaron cuando pareció haber interés de uno de sus supuestos "amores" (si le podemos llamar así a encontrar rico a alguien) hacia mí. Inmediatamente comenzaron los "yo lo vi primero" y el tratar de hacerme sentir mierda por la evidente atracción de los dos. Siempre trataba de ponerme en evidencia para luego tirar el discurso: "mmm, parece que le gustas... pero cómo tan chueca hacia mí que estoy tanto tiempo soltera, búscate a otro". Yo lo había conocido antes, pero el que ella hubiera sido la primera en decir"lo encontré bueno" la hacía inmediata ganadora de su número exclusivo. Así, muchos posibles wannabe pasaron a la lista de archivados por la culpa que me generaba el coartar el excesivo campo de acción de la amiga acaparadora. Convídate uno, o por último, olvídate del que te gustó hace un par de años, por lo menos.
Así mismo, vi cómo el recurso de gritar a los cuatro vientos la intención de joteo fue parte de las peleas y webeos más grandes que he visto. Si hay algo que nunca falta, es el amigo que elige a sus anchas y deja con lo que queda al resto, alegando un supuesto derecho fundamentado escasamente en la mala suerte que debe romper, o el "ella me gusta de verdad" aunque ese gustar de verdad fuera compartido por otras veinte personas más.
Lo que más me llama la atención es que, al igual que lo que escribió Faye sobre los jotes, pareciera que la opinión del joteado no importara: él o ella se DEBEN rendir sola y exclusivamente a los encantos del que lo marcó frente a todos como su presa, y esto se mantiene aún si recibe un "no" rotundo. Estoy convencida de que el Agarra Aguirre sincero no debiera romper amistades o considerarse una deslealtad: el joteado elegirá, tal cual como los "enemigos" tuvieron la libertad de fijarse en la misma persona.
Y con los ex, parece que el asunto del Perro del Hortelano es el mismo. Siempre las que siguen son brujas, feas o maracas, en el caso de las mujeres, y unos pobres sacoweas, losers o pasteles en el caso de los hombres. Aún cuando los sentimientos se hayan acabado hace rato o se haya comenzado una nueva relación, queda a veces la sensación de que el otro te debe algo por haberte fijado en él antes, algo que lo obliga al celibato durante toda la vida. Como si la única razón de existir del pobre fuera haberse encontrado contigo.
Si ya no hay nada, yo prefiero que me olviden, que se tiren a minas lindas, que se enamoren hasta las patas y que me recuerden con cariño como parte del pasado. No me va el desear cagarle la vida a alguien por quedarse enganchado, para hacerme sentir especial y única. Que el weón encuentre a alguien con quien no tenga los problemas que tuvo conmigo, que no meta las patas de nuevo, que sean felices, que tenga varios hijos, plante un árbol y escriba un libro. Creo que es lo que menos le puedes desear a alguien que por algún momento te hizo feliz. Es también parte de olvidarlo: el desearle sinceramente lo mejor, lo más lejos de una, es el mayor síntoma de que estás recuperada.
La Cándida